miércoles, 20 de marzo de 2019

KARADZIC CONDENADO A CADENA PERPETUA POR EL GENOCIDIO DE SREBRENICA

Radovan Karadzic
Radovan Karadzic - Reuters

El tribunal de La Haya condena a Karadzic a cadena perpetua por el genocidio en Srebrenica

El fallo, que es definitivo y no puede ser recurrido, tendrá una amplia repercusión en los países que formaban parte de la extinta Yugoslavia


La Haya/SarajevoActualizado:
Karadzic, de 73 años, fue condenado a 40 años de prisión en 2016 por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY), que le declaró culpable de genocidio por la matanza de Srebrenica, en la que las tropas serbobosnias acabaron con la vida de 8.000 varones musulmanes bosnios. También fue condenado por crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad por haber actuado como el cerebro político de la campaña de limpieza étnica para eliminar a bosniacos y bosniocroatas en las zonas bajo control serbobosnio.Un tribunal de Naciones Unidas en La Haya ha decidido imponer la cadena perpetua al exlíder serbobosnio Radovan Karadzic en el proceso por el genocidio en Srebrenica y los crímenes de guerracometidos durante el conflicto de Bosnia y Herzegovina (1992-1995).
Los fiscales solicitaban la cadena perpetua para Karadzic y una segunda condena por genocidio por el papel del exlíder serbobosnio en la política contra todos los ciudadanos no serbios en los primeros años del conflicto. Karadzic, por su parte, había recurrido su condena y pedía que el juicio se repitiera.
Nura Begovic, que perdió a 16 familiares en la guerra de Bosnia, se mostraba confiada en que Karadzic sería condenado a cadena perpetua. «Nadie puede devolvernos a nuestros seres queridos pero (una cadena perpetua) significaría que al menos hay algo de justicia», afirmó Begovic, que tiene a un hermano cuyos restos fueron identificados por muestras de ADN en un laboratorio de la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas en La Haya tras haber sido encontrados en una fosa común.
Los jueces del proceso dictaminaron que los fiscales no probaron el delito de genocidio contra bosniocroatas y bosniacos (musulmanes bosnios) durante toda la guerra, lo que habría requerido que Karadzic hubiera mostrado su intención de eliminar a los croatas y musulmanes, en lugar de expulsarles.
Karadzic y sus abogados mantenían que las declaraciones del exlíder serbobosnio fueron malinterpretadas durante el juicio y que los fiscales mancillaron su nombre. El exlíder serbobosnio pedía que se revocara su condena y que se ordenara un nuevo juicio tras un proceso de siete años que denunció como un «megajuicio fuera de control».

El fallo definitivo

Los jueces que han decidido sobre el recurso al proceso en el tribunal de Naciones Unidas en La Haya que ha sucedido en sus funciones al TPIY han estudiado los argumentos de las dos partes y hoy han dado a conocer su fallo, condenando a Karadzic a perpetuidad.
El fallo, que es definitivo y no puede ser recurrido, tendrá una amplia repercusión en los países que formaban parte de la extinta Yugoslavia, especialmente en Bosnia y Herzegovina, donde se mantienen fuertes divisiones entre las comunidades y muchos serbobosnios siguen considerando a Karadzic como un héroe.
«El caso de Karadzic es uno de los mayores, más largos y más importantes» que han tratado los tribunales internacionales desde el final de la guerra, ha afirmado la historiadora de la Universidad de Utrecht Iva Vukusic. La experta ha señalado que no ve probable que el tribunal ordene un nuevo juicio ni que decida cambios significativos en el veredicto anterior.
La campaña contra los bosniacos y los bosniocroatas puesta en marcha durante la etapa de Karadzic como presidente de la Republika Srpska incluyó la creación de un sistema de campos de detención en los que los recluidos vivían en condiciones inhumanas, sufrían agresiones, torturas y violaciones, según determinaron los jueces.
Karadzic tuvo un importante papel en el asedio de Sarajevo, una campaña militar que se prolongó durante 44 meses con bombardeos y disparos de francotiradores contra la población civil que vivía en la capital del país.
El exlíder serbobosnio fue arrestado en un autobús en Belgrado en 2008 tras más de diez años de búsqueda. En sus últimos años escondido en Serbia, vivió como terapeuta con el nombre falso de Dragan Dabic y con una frondosa barba gris.

Sigue pendiente del veredicto final el proceso contra el jefe del Ejército serbobosnio, el general Ratko Mladic, condenado en noviembre de 2017 a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica y por crímenes de guerra.
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El holocausto de Srebrenica, la mayor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

En julio de 1995, el nacionalismo más cruel y desalmado golpeó con pasmosa fuerza el «corazón de los Balcanes»

Actualizado:
Una mujer llora junto a la tumba de un familiar en el centro memorial de Potočari
Las Guerras de la antigua Yugoslavia, como se conoce a una serie de conflictos acaecidos en la última década del siglo XX, fueron salvajes contiendas que tenían por origen la independencia de las ex repúblicas yugoslavas y en las que se puso de manifiesto un fin atroz: la limpieza étnica. Tanto es así que Hermann Tertsch, columnista habitual de este periódico, se refiere a la de los Balcanes como « una guerra en la que todo atisbo de piedad era sospechoso». Bosnia-Herzegovina, Estado multiétnico compuesto por los bosníacos musulmanes, los serbobosnios ortodoxos y, como tercer grupo por origen étnico, los bosniocroatas católicos, sin duda firmó el capítulo más cruento.Densos párrafos de la historia, cuya caligrafía, si la hubiere, seguramente guardaría gran similud con las reminiscencias expresionistas que emana la antológica película «El gabinete del doctor Caligari», acostumbran a ser escritos por una pluma que emplea tinta bañada en sangre. Desde hace no tanto, a los pies de Iósif Stalin, vil caudillo de la URSS hasta su muerte en 1953, reposan entre 10 y 30 millones de cádaveres (los historiadores no se ponen de acuerdo con la cifra). Hace no mucho, cerca de 7 millones de judíos perecieron bajo el yugo de la Alemania nazi de Hitler y su «Solución final». Sin embargo, el imaginario «happy flower» de Occidente, distanciado e individualista, contempla estos abominables sucesos como trágicas reliquias de un pasado lejano. Cuesta comprender que, hace menos de 25 años, el Viejo continente asistiese al mayor genocidio en suelo europeo después de la Segunda Guerra Mundial: Srebrenica.
En rojo, territorio de Bosnia-Herzegovina que actualmente ocupa la República Srpska
En rojo, territorio de Bosnia-Herzegovina que actualmente ocupa la República SrpskaCC
Aprovechando la inestabilidad política y territorial emergida en 1991 como consecuencia de la desconexión de Eslovenia y de Croacia, el pueblo de Bosnia-Herzegovina decidió en un referéndum -boicoteado por los serbios- su indepedencia de la República Federal Socialista de Yugoslavia en 1992. A raíz de ello, la ilusión de la «Gran Serbia» llevó al enfrentamiento entre el Ejército de la República Bosnia-Herzegovina (ARBiH), sección del Ejército Popular Yugoslavo (JNA) fiel al nuevo Estado, y el Ejército de la República Srpska (VRS), naciente república serbobosnia en el territorio de Bosnia-Herzegovina (también estuvo involucrado el Consejo Croata de Defensa o HVO).
Los combates fueron especialmente encarnizados en el este de Bosnia, zona fronteriza con Serbia y en la que los nacionalistas serbios tenían reivindicaciones territoriales. Ahí está ubicado el enclave de Srebrenica, ciudad que, antes del asesinato masivo de alrededor de 8.000 varones bosníacos en julio de 1995, estaba compuesta por una mayoría musulmana. La proporción racial dio un vuelco tras la misma.

Masacre de Srebrenica

Líder serbobosnio Radovan Karadžić
Líder serbobosnio Radovan KaradžićABC
Slobodan Milošević, presidente de la República de Serbia, y su homólogo de la República Srpska, Radovan Karadžić, perseguían el sueño de que todos los serbios, difuminados por la antigua Yugoslavia, viviesen en un mismo país. Pero al correr la cortina de la pureza étnica se atisbaba la pretensión de acabar con cualquier tipo de asentamiento musulmán en el área de Podrinje Central, región de Srebrenica, que dividiese el ente serbobosnio en dos.
En la mirilla desde los inicios de la Guerra de Bosnia, en el año 1995 todo se precipitó sobre Srebrenica. Karadžić emitió en marzo una directriz en la que ordenaba a sus tropas asegurar la separación entre Srebrenica y Žepa: «Crear, mediante operaciones de combate bien planificadas, una situación de inseguridad tal, que no haya esperanza de supervivencia de vida alguna para los habitantes de Srebrenica». Cuando el 11 de julio las huestes serbobosnias comandadas por el sanguinario Ratko Mladić consumaron su entrada definitiva, la ciudad estaba abarrotada por sesenta mil civiles, muchos de ellos refugiados, cifra tan elevada por la calificación del enclave como «zona segura» por parte de la ONU.
Una cita de Eladio Romero e Iván Romero en « Breve historia de la guerra de los Balcanes» (Nowtilus, 2016) afirma: «En julio de 1995, la situación del enclave musulmán estaba cada vez más deteriorada. Desde comienzos de año, los convoyes de ayuda humanitaria apenas conseguían entrar suministros en la localidad, protegida por un contingente de seiscientos cascos azules (...) al mando del teniente coronel Thomas Karremans».
La ineficacia del batallón holandés Dutchbat, perteneciente a la misión de paz de Naciones Unidas UNPROFOR, se hizo palpable un día después. Karremans, amenazado por Mladić en la reunión que ambos mantuvieron en un hotel de Bratunac, cedió a las exigencias serbias e incluso dio su consentimiento a hacerse una foto juntos que aún hoy avergüenza a las autoridades internacionales.
El comandante del ejército serbio de Bosnia, general Ratko Mladic, a la izquierda, sostiene un vaso después de brindar con el comandante holandés U.N. Thomas Karremans, en el centro
El comandante del ejército serbio de Bosnia, general Ratko Mladic, a la izquierda, sostiene un vaso después de brindar con el comandante holandés U.N. Thomas Karremans, en el centro - ABC
Tras el avance del VRS, los refugiados se desplazaron hasta Potočari, en el noroeste de Srebrenica, donde se encontraba el cuartel de los cascos azules orange. El propio Mladić, mientras era grabado por la televisión serbia, visitó el campamento, como si de un pacífico liberador se tratara, tranquilizando a los refugiados, a los que comunicaba iban a ser transportados hacia zona de control bosnio, y repartiendo caramelos entre los más pequeños. Nada más lejos de la realidad. Cuando las cámaras dejaron de filmar, y bajo el pretexto de buscar criminales de guerra, 1.700 hombres de entre 16 y 77 años fueron separados del total de 25.000 asilados, conducidos a las afueras y ejecutados.
«El 12 de julio de 1995, los serbios comenzaron una campaña de terror que incrementó el pánico de los residentes. Los refugiados en el complejo podían ver a soldados serbobosnios incendiando las casas de Srebrenica y dedicándose al pillaje. Por la tarde, los soldados serbios se cebaron con la muchedumbre. Comenzaron las ejecuciones sumarias», apunta el libro de Eladio Romero e Iván Romero.
En su edición del 14 de julio, el ABC de Sevilla señalaba lo siguiente: «Treinta mil "terroristas" -según el psiquiatra Karadžić-, en su mayor parte mujeres, niños y ancianos, continuaban hacinados en torno a la base de los cascos azules en Potočari dejando en los ojos y el corazón las dimensiones bíblicas de la tragedia. Terror, hambre, sed y condiciones higiénicas desastrosas reinaban en el lugar. Un verdadero campo de concentración al descubierto rodeado por los milicianos serbios que amenazan con disparar contra la masa de "terroristas" a la primera señal de resistencia». Y añade: «Toda la población masculina de más de 16 años era detenida en un corral contiguo. Desde allí debían ser trasladados a la ciudad de Bratunac conquistada por los serbios en 1993, donde serán interrogados y luego juzgados por "crímenes de guerra", según anunció Mladić».
Asimismo, nuestro periódico también informaba de deportaciones masivas: «Una parte de las mujeres y los niños eran trasladados por los serbios en camiones y autobuses hacia las zonas de Kladanj y Tuzla, al oeste y norte de Srebrenica respectivamente, controladas por las tropas bosnias. El resto, unos 6.000, fueron obligados a marchar a pie hacia las primeras líneas del frente, a 60 kilómetros de Srebrenica. Se trata de una interminable columna de mujeres y niños que marcha con lo puesto y sin protección alguna ante las cámaras de la televisión».

Titubeo internacional y paz tamizada

«Cerca de seis mil musulmanes habrían sido asesinados durante la caída de la zona de Srebenica a manos de tropas serbias el pasado mes de julio. (...) La matanza tuvo dos fases. En la primera se asesinó a los habitantes de las zonas vecinas a Srebrenica que ya habían caído en manos de las tropas serbias durante el cerco a la ciudad musulmana. Guando el santuario de la ONU se rindió, el 17 de julio, empezó el asesinato en masa de los hombres en la ciudad pese a la interposición de un pequeño contingente de cascos azules holandeses. Miles de hombres fueron trasportados en decenas de camiones por los soldados serbios hasta las zonas designadas para su ejecución con ametralladoras pesadas», subrayaba ABC el 30 de octubre de 1995. Un soldado serbobosnio testificaría que los escuadrones de ajusticiamiento disparaban «hasta que les dolían los dedos».
Pese a ello, si algo caracterizó la reacción inicial de la comunidad internacional fue su carácter tibio. Con los gobiernos europeos recelosos de tomar partido en unos conflictos tan hirientes y atroces, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no pasó de la condena de la masacre y la exigencia banal de la retirada de los destacamentos serbios. Solo cuando las imágenes del exterminio llegaron a la sociedad occidental emergió una mayor implicación en la detención de la guerra.
Así, como respuesta a las agresiones contra la población civil, la OTAN puso en marcha la operación «Fuerza Deliberada». Más de 400 aviones obligaron a los serbobosnios a aceptar el alto al fuego, lo que desembocó en los acuerdos de paz de Dayton en noviembre del 95. La firma del tratado selló la división territorial del Estado de Bosnia-Herzegovina en dos entidades políticas: la Federación de Bosnia-Herzegovina y la República Srpska.
El 22 de julio dejaron de resonar las descargas, pero la caída de Srebrenica en manos serbias y la consiguiente matanza en un enclave decretado como zona protegida constituye una de las mayores humillaciones de las Naciones Unidas y un absoluto desastre internacional. En 1999, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, admitió las responsabilidades: «La tragedia de Srebrenica perseguirá para siempre nuestra historia».
Slobodan Milošević (Serbia), a la izquierda, Alija Izetbegović (Bosnia-Herzegovina), en el centro, y Franjo Tuđman (Croacia), a la derecha, firman el tratado de paz en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton (Ohio, Estados Unidos)
Slobodan Milošević (Serbia), a la izquierda, Alija Izetbegović (Bosnia-Herzegovina), en el centro, y Franjo Tuđman (Croacia), a la derecha, firman el tratado de paz en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton (Ohio, Estados Unidos) - ABC


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Criminales, héroes y el recuerdo del honor

Los acusados de fechorías en la exYugoslavia tuvieron mando en una guerra en la que todo atisbo de piedad era sospechoso

Karadzic y Mladic
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En sociedades que no se escandalizan con políticos que declaran hoy lo contrario que ayer y reconocen que lo hacen por conveniencia es difícil de entender que alguien se suicide por su nombre y su palabra. Cuando el vínculo otrora sagrado entre palabra y honor ya ni se practica ni se espera de los demás, la palabra no vale nada y el concepto del honor suena lejano y antiguo, casi ridículo. Eso explica que cuanto más se sabe del croata de Bosnia Slobodan Praljak, menos se entiende en estas sociedades su drástica decisión. Praljak murió el pasado miércoles en La Haya tras beberse un vaso de cianuro en el banquillo del Tribunal Penal para la ex Yugoslavia cuando le era confirmada su pena de 20 años de prisión como criminal de guerra. El reo se levantó y dijo con solemnidad como quien deja constancia grabada de la verdad: «Jueces, Slobodan Praljak no es un criminal de guerra, rechaza con desprecio ese veredicto». Acto seguido levantó la mano derecha en la que escondía un frasquito que bebió con pulso tembloroso. Instantes después se desplomaba. Fue trasladado al hospital pero nada se pudo hacer por su vida.
Praljak sabía que, con dos tercios ya cumplidos, apenas le quedaba prisión que cumplir. Otros criminales condenados como los serbo-bosnios Momcilo Krajisnik o Biljana Plavsic viven ya su vejez en libertad en sus casas tras cumplir esos dos tercios de sus largas condenas. Praljak se había entregado voluntariamente hace 13. Con 72 años, buena salud y conducta, como muy tarde en dos años podría haberse retirado a su Herzegovina natal donde es inmensamente respetado y nada le habría faltado. Le habrían cuidado y agasajado en Caplina, donde nació en 1945, como en Mostar donde miles de croatas salieron a la calle con velas a honrar a quien había sido el jefe de la defensa croata del HVO en la ciudad. Todos decían allí que Praljak no era un criminal sino un héroe. Nadie le echaba en cara ni limpieza étnica de musulmanes en la célebre ofensiva final de Oluja (Tormenta) en 1995 ni antes la voladura del célebre puente de Mostar, por la que la prensa le ha recordado, cuando el tribunal le exoneró de culpa directa y reconoció además que el puente era objetivo militar legítimo.
Ciudadanos croatas encienden velas en memoria de Praljak
Ciudadanos croatas encienden velas en memoria de Praljak - EFE
Tres carreras universitarias, una ingeniería, filosofía y sociología y además arte dramático había estudiado Praljak en Zagreb y Sarajevo. Era autor de series televisivas y documentales, escribió libros y dramas y dirigió obras en teatros en las principales ciudades croatas. Era un intelectual el suicida, el supuestamente monstruoso criminal croata que algunos han caricaturizado y comparado ridículamente con Hermann Göring. Cuando este se envenenó camino del cadalso mientras Praljak lo hacia camino de ser puesto en libertad. Nunca había sido un nacionalista ni un colaborador de la policía comunista como sí lo fue otro de los célebres criminales de guerra de los Balcanes, el serbio de Bosnia Radovan Karadzic, psiquiatra, poeta e intelectual de café en Sarajevo, cerca de su localidad natal de Pale. Praljak no había preparado la guerra y hecho planes para ella como Karadzic o militares profesionales como Ratko Mladic. Karadzic había volcado en la guerra contra los musulmanes de Sarajevo todo su resentimiento social y cultural como «paleto» despreciado por las elites intelectuales urbanas y aplaudió la guerra desde el principio. Praljak por el contrario vio como la guerra lo hizo general no habiendo sido en realidad nunca ni militar. Para Mladic, la guerra fue el máximo objetivo vital. Solo la Gran Serbia le quitaba el sueño. Y su hija que se suicidó en plena campaña al saber de las atrocidades que cometía su divinizado y adorado padre. Mladic fue detenido en 2011 tras 15 años huido y condenado a cadena perpetua hace semanas por su peor monstruosidad que fue el asesinato de los 8.000 varones musulmanes de todas las edades capturados y ejecutados en Srebrenica.
Ratko Mladic
Ratko Mladic

Criminales de manual

Hay criminales de guerra de manual. Tanto de los militares que, como Mladic, se sienten dioses en la batalla y pasan a decidir sobre la vida y la muerte de todos, enemigos y subordinados. Muchos que han cometido inmensas atrocidades no han sido juzgados y muchos de los juzgados, unos absueltos, otros no, han hecho lo que los demás habrían hecho en su lugar. Ante Gotovina es un aventurero de siempre y tiene esa madera mítica del guerrero que llevó a tantos soldados croatas a adorarle y a muchos croatas a considerarlo un héroe nacional cuya última gesta es pagar con 24 años de prisión en La Haya su lucha y su amor por la patria. Aunque Gotovina ya había luchado por otros. Antes de cumplir los 18 ya estaba en la Legión Extranjera francesa. Antes de los 25 era un veterano de la guerra del Chad. Y fue mercenario durante lustros en Latinoamérica al servicio de diversos regímenes y grupos paramilitares. En Croacia fue un general brillante y dirigió aquella Operación Tormenta que fue una operación masiva de desplazamiento de población y origen de la mayoría de las acusaciones contra las fuerzas croatas. Fue detenido en Tenerife en 2005.
Ante Gotovina
Ante Gotovina
También había delincuentes puros. Como con los paramilitares surgidos de bandas del submundo que han encontrado en la ideología nacionalista el perfecto abrigo y pretexto para cometer todas las barbaridades y tienen en la guerra la oportunidad de desatar toda la vesania que siempre añoraron. También están ahí cabecillas guerrilleros que proliferaban en la guerra en Bosnia y Croacia y aterrorizaban a la población civil en el frente y la retaguardia. O los subordinados de Vojislav Seselj, el escritor ultranacionalista dirigente de una cuadrilla de asesinos que sembró el terror durante casi una década en los Balcanes, que es uno de los mejor parados que pasó 11 años en La Haya, fue liberado para un tratamiento de cáncer y hoy está en el parlamento serbio con grupo propio a pesar de que la fiscalía recurrió su absolución de una larga lista de crímenes. Después hay figuras trágicas como la de Gojko Susak que abandonó su plácida vida de propietario de pizzería en Canadá para irse a la guerra a defender la patria, ser ministro de defensa y ser acusado por unos de traidor y por el TPIY de crímenes de guerra. Susak murió a los 53 años de un cáncer de garganta en 1998 sin ser juzgado imputado.
Gojko Susak
Gojko Susak
Los hay de todas las cataduras. Patriotas que fueron demasiado lejos, asesinos vocacionales, notorios psicópatas, hombres honrados incapaces de frenar la brutalidad de los subordinados en una guerra con más odio que casi todas. Hombres muy distintos entre sí, aunque todos ellos con mando en una guerra en la que todo atisbo de piedad era sospechoso. No puede evitarse la sensación de injusticia. No solo de ellos entre sí, de ellos con otros criminales quizás mucho peores que lograron escapar impunes, pero también de los protagonistas de otras guerras. Porque confirman la impresión de que, juzgados por el mismo rasero, muchos héroes, militares y políticos de la Segunda Guerra Mundial habrían acabado hoy en el banquillo de un tribunal internacional.

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