viernes, 15 de marzo de 2019

EL "SOLDADO F", ACUSADO DE HOMICIDIO POR LOS SUCESOS DEL DOMINGO SANGRIENTO DE 1972


Un exsoldado británico, acusado de homicidio por el Domingo Sangriento de 1972

Murieron 13 personas por los disparos realizados en una marcha por los derechos civiles en Londonderry

 Una imagen de aquel día, en el que murieron 13 personas


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Un exsoldado británico ha sido acusado este jueves de dos cargos de homicidio y otros cuatro de tentativa de homicidio por el Domingo Sangriento de 1972, en el que 13 personas murieron por los disparos realizados en una marcha por los derechos civiles en Londonderry.

La Fiscalía ha determinado que hay suficientes pruebas para procesar al militar, identificado solamente como «Soldado F», por las muertes de James Wray y William McKinney y las tentativas contra Patrick O'Donnell, Joseph Friel, Joe Mahon y Michael Quinn.

El Ministerio Público ha entendido, en cambio, que no hay pruebas suficientes para procesar a otros 16 militares y a dos miembros del IRA, según informa BBC.

El hermano de William McKinney ha considerado «decepcionante» que las autoridades judiciales no se hayan pronunciado sobre las demás víctimas del Domingo Sangriento.


«Sus corazones deben estar rotos», ha dicho en la misma línea el hermano de James Wray. «Estamos muy tristes por las otras familias (...) pero al menos la familia Wray está aliviada», ha añadido.
El director del Ministerio Público, Stephen Herron, se ha mostrado consciente del impacto en las familias. "Ha sido un camino muy largo para ellas y hoy será otro día extremadamente duro para muchos de ellos", ha asumido.

Herron ha indicado que pretende reunirse «personalmente» con las familias para "explicar las decisiones que se han tomado y ayudarlas a entender las razones".

El Domingo Sangriento fue uno de los episodios más cruentos del conflicto en Irlanda del Norte. Le siguieron una ola de protestas que el mismo día del funeral de once de los fallecidos redujeron a cenizas la Embajada británica en Dublín.



UNO DE LOS PEORES CONFLICTOS de trasfondo religioso es el que se vive en Ulster, (Irlanda del Norte), la parte de esa isla que pertenece a Gran Bretaña. Durante más de 70 años, católicos y protestantes se han enfrentado con una sevicia tal que su capital, Belfast, es una ciudad dividida.
La última etapa del conflicto proviene de 1921, pero hace mucho tiempo el norte de Irlanda dejó de ser un jardín de rosas. Cuando Enrique VIII rompió con el Papa en el siglo XVI, sus subditos irlandeses se negaron a desobedecer la autoridad papal. Ello hizo que la corona comenzara un proceso de asentamiento de colonos de Escocia para que se sumaran a la minoría protestante. La política fue continuada por el rey Jaime I en el siglo XVII.
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Hace 72 años, sin embargo, el problema adquirió tintes políticos. Fue entonces cuando el Reino Unido e Irlanda acordaron -no sin que corriera sangre- la autonomía para la isla. Pero en el Ulster, donde los protestantes ya eran mayoría en el Parlamento local, se impuso continuar bajo los británicos.

Los católicos no estaban dispuestos a aceptar la decisión, pues, siendo minoría en el norte, su única posibilidad de reivindicación reposaba en la unión con el resto de la isla, de mayoría católica. Apoyados por el partido "Sinn Fein", comenzaron su lucha y la dinámica de la violencia hizo inevitable el surgimiento del Ejército Republicano Irlandes (IRA). Los protestantes, por su parte, se organizaron en el Partido Unionista de Ulster (PUU) y bajo su amparo creció la organización terrorista de la "Orden Naranja". Después de un período de calma iniciado hacia el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto volvió a tomar fuerza a partir de 1968. Desde entonces, marchas, disturbios, huelgas de hambre, asesinatos y actos terroristas han convertido a Belfast en una virtual ciudad fantasma.

En el fondo se encuentra el aspecto económico. No sólo se trata de la discriminación laboral contra los católicos, que ha convertido a ese sector en la parte más deprimida económicamente de la población. También el Ulster es la región más desarrollada de la isla y su control es un valioso botín.
En julio del año pasado, representantes de los protestantes de Irlanda del Norte se reunieron con el primer ministro de Irlanda, Albert Reynolds, luego de 18 años de distanciamiento. Y aunque los protestantes no cedieron en cuanto a permanecer con Gran Bretaña, aceptaron conversar con su contradicional enemigo. En octubre los dos líderes católicos del Ulster, John Hume, del Partido Democrático Laboral, y Gerry Adams, del "Sinn Fein", desarrollaron una iniciativa de diálogo. La propuesta fue discutida con Reynolds para que se la pasara a John Major, primer ministro inglés.

Al parecer, esa iniciativa condujo a una propuesta anunciada en la reunión de la Comunidad Europea en Bruselas. Aunque Major se cuidó de referirse a su origen por el golpe que significaría aceptar haber negociado con el IRA, el proceso que ha comenzado podría culminar en la paz. Su frase "cuando la renuncia a la violencia haya sido demostrada, nuevas puertas podrían abrirse, parece describir lo que sería una negociación entre los británicos y el IRA -por medio de "Sinn Fein"-. Si el acercamiento se logra, será un hecho histórico sólo equiparable al pacto de palestinos e israelitas de hace pocos meses. Si fracasa, la lucha sectaria continuará ganando la partida. 

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