martes, 29 de julio de 2014

LAS 8 ARMAS QUE DURANTE LA GRAN GUERRA REVOLUCIONARON EL MUNDO

Ocho armas que cambiaron la guerra
Día 28/07/2014 - 15.00h

La Primera Guerra Mundial se convirtió en el campo de pruebas para varias innovaciones como la ametralladora, el sumergible, el caza, el tanque, la guerra química y el «dreadnought». Marcarían las contiendas que vendrían después

1 La ametralladora

Ocho armas que cambiaron la guerra
wikipedia
Hiram Maxim (en la imagen) inventó la primera ametralladora automática en 1884
En la Primera Guerra Mundial el desarrollo de las armas adelantó al de la táctica y la estrategia. Las nuevas armas fueron una desagradable sorpresa para líderes militares y, como resultado, la doctrina quedó anticuada y se cobró la vida de millones de soldados. Los Estados se embarcaron en una costosísima guerra industrial que se llevó por delante la vida de entre 10 y 30 millones de personas, entre bajas directas y relacionadas con la pandemia de gripe que se dispersó por una Europa desolada.
Si un arma tuvo la capacidad de cambiar la guerra, desde el principio y hasta el final, esta fue la ametralladora. Con un alcance de hasta 400 metros y una increíble capacidad para rociar de balas el frente, una ametralladora podía detener el avance de poderosos y decididos destacamentos.
Tal es así que el avance y la maniobra de los ejércitos quedó estancado en el barro. En el frente occidental, el osado plan Schlieffen y el inmenso ejército alemán, con sus bisoños reclutas incluídos, tuvieron que detenerse en Francia y Bélgica. La potencia de fuego del enemigo hacía imposible avanzar sin ser aniquilado. Comenzaba la guerra de trincheras.
Al principio de la guerra casi todas estaban montadas en trípodes (podían pesar cerca de 30 kilogramos), refrigeradas por agua y ligadas a posiciones defensivas: algunas de ellas son la ametralladora Maxim, la Vickers, la SMG 08 alemana y las Browning estadounidense.
A medida que se comprobó lo inútil de los avances a gran escala, comenzaron a usarse tácticas de infiltración y asalto con pequeñas unidades. Algunas de ellas, fueron provistas de nuevos modelos de ametralladoras portátiles, como la Lewis, la Bergman, la MG08/15 y el BAR.
2 El sumergible
Ocho armas que cambiaron la guerra
archivo ABC
El sumergible comenzó a usarse como arma capaz de atacar a naves de guerra y mercantes
Al margen de las fortalezas de acero y cañones que gobernaban los mares, en la Primera Guerra Mundial surgió un nuevo arma que cambió la guerra naval y que sacudió su código de honor: el sumergible.
El barco sumergible nació a lo largo del siglo XIX: partiendo del submarino de Fulton y pasando por el Ictíneo del español Monturiol, finalmente uno de estos ingenios consiguió su primera víctima en la Guerra Civil Norteamericana, cuando el «USS Housatonic» fue hundido por los confederados a manos del sumergible «Hunley». Después, los posteriores modelos de Holland, y el abandonado proyecto de Isaac Peral, marcaron el camino hasta los sumergibles que se emplearían en la Primera Guerra Mundial.
Se trataba de un barco frágil, lento y pequeño. Pero en vez de ser usado como arma costera o de apoyo, se descubrió que podría ser enormemente útil en aguas dominadas por el adversario: era ideal para el reconocimiento, el minado de las aguas y la caza de mercantes. Podía sumergirse y evitar la vigilancia y atacar en el punto más débil del enemigo.
Alemania se puso al frente de la construcción de submarinos, con 300 U-Boats puestos en servicio. Los torpedos germanos consiguieron poner en jaque a la flota mercante británica, pero el hundimiento de barcos sin previo aviso levantó un gran revuelo internacional. Uno de los ejemplos más emblemáticos fue el hundimiento del transatlántico «Lusitania», que llevaba más de cien pasajeros estadounidenses a bordo y que le sirvió a este país como pretexto para entrar en la guerra.
Uno de los comandantes de los submarinos alemanes en la Primera Guerra Mundial, Karl Dönitz, emplearía las enseñanzas adquiridas para fundar el arma submarina que en la Segunda Guerra Mundial pondría contra las cuerdas a los Aliados.
3 El carro de combate
Ocho armas que cambiaron la guerra
imperial war museum
Iban erizados de cañones y ametralladoras y debían su diseño alargado a la necesidad de atravesar las trincheras.
Las ametralladoras, las alambradas, las trincheras y la artillería dominaban el campo de batalla. Pero los franceses y los británicos comenzaron a diseñar un nuevo arma que podría cambiar las tornas: el carro de combate. En un principio los británicos pintaron la palabra «tank» en los techos de estas máquinas para hacerlos pasar por depósitos de agua y poco a poco se quedaron con este nombre.
Los primeros tanques eran muy distintos a los de hoy. Eran básicamente plataformas móviles de cañones y ametralladoras que tenía la capacidad de atravesar las trincheras. Pero aunque comenzaron a usarse en 1915, no sería hasta 1917 cuando su uso cambiaría la guerra.
Y es que los comienzos no fueron fáciles. El blindaje era frágil, los vehículos eran lentos y se averiaban con facilidad. La visibilidad dentro de estas latas de hojalata era escasa, y las comunicaciones dentro del tanque y entre ellos eran horribles.
Sin embargo, cuando los franceses y los británicos los emplearon en masa en la batalla de Cambrai, en 1917, los alemanes se vieron sorprendidos por la efectividad de un arma para la que aún no se habían diseñado contramedidas eficaces.
Heinz Guderian, junto con militares británicos y rusos, analizaría el empleo de los tanques en la Primera Guerra Mundial para inventar el concepto de guerra que llevaría a Alemania a rozar la victoria en la Segunda Guerra Mundial: la Blitzkrieg o Guerra Relámpago.
4 El avión de combate
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biblioteca nacional de Francia
Los primeros modelos eran muy frágiles y llevaban pequeñas ametralladoras montadas sobre las alas
Podían dirigir el fuego de la artillería sobre las posiciones enemigas, revelar los planes y los movimientos de los enemigos y arrojar bombas sobre zonas alejadas del frente.
Los primeros aviones de combate nacieron en la Primera Guerra Mundial. Al principio eran máquinas lentas, frágiles y con poca autonomía. En ocasiones los pilotos llevaban pistolas y carabinas para defenderse y en otros modelos se montaron ametralladoras y se incorporaron artilleros para defender los aparatos.
Fue gracias a los sistemas de sincronización del francés Raymond Saulnier y el alemán Anthony Fokker cuando fue posible instalar una ametralladora que disparase hacia delante y cuyas balas no impactasen con las propias hélices del aeroplano.
Gracias a este avance, a partir de 1916 se perfeccionó el diseño de los biplanos, (raras veces había triplanos o monoplanos). Comenzó a usarse el metal en los aparatos, se instalaron mejores ametralladoras y se introdujo en algunos países el uso de los paracaídas. Entre los modelos construidos entonces, se puede destacar el Eindecker, el Albatross, el Sopwith Camel y el Morane-Saulnier.
A partir de entonces, surgieron las figuras de los ases del aire, las tácticas y las maniobras que sentarían las bases de los conflictos del futuro junto con el desarrollo de aeronaves cada vez más eficaces.
5 La guerra química
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bufa
Las armas químicas fueron más una amenaza latente que un medio eficaz de romper el frente
El frente estancado, los muertos acumulándose en la tierra de nadie, las enfermedades diezmando a las tropas y la artillería machacando el barro. En ese escenario, la Primera Guerra Mundial vio nacer a un arma que se usaría después de forma esporádica por su poder destructivo y su carácter indiscriminado: las armas químicas.
Francia fue el primer país en usar un compuesto químico como forma de ejercer la fuerza, el bromoacetato de etilo, y lo utilizó como lacrimógeno antidisturbios en el ámbito civil. En 1914 se usó también para hacer salir a los alemanes de sus búnkeres.
Pero la inocencia no duró mucho, y poco a poco se fueron utilizando compuestos cada vez más tóxicos y peligrosos. En 1915, se produjo el primer ataque con armas químicas de la historia, cuando los alemanes lanzaron gas de cloro en Ypres: «Esa noche, en cinco minutos los alemanes descargaron 168 toneladas de cloro, procedentes de 4.000 cilindros, contra dos divisiones francesas. (…) El efecto del gas fue devastador (…) centenares de hombres entraron en coma o quedaron moribundos (…) las tropas huyeron, dejando una brecha en la línea aliada. (…) Los alemanes tomaron dos mil prisioneros y se apoderaron de 51 piezas de artillería», afirma Martin Gilbert en su libro «La Primera Guerra Mundial».
En 1917, los alemanes crearon el llamado gas mostaza, que mataba a las víctimas por inhalación y que además provocaba graves quemaduras en la piel.
El uso generalizado de máscaras de gas, lo imprevisible del viento, la necesidad de lanzar enormes cantidades de gas y la posibilidad de que las tropas propias se vieran afectadas, llevó a descartar el empleo de este arma. Actualmente, el uso de gases tóxicos es considerado un crimen de guerra y un arma de destrucción masiva.

6 La artillería

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Louis Hugelmann
La guerra de trincheras y la tecnología permitieron que este arma fuera aún más mortífera
La artillería alcanzó un gran desarrollo en la Primera Guerra Mundial, continuando con los grandes avances logrados en la segunda mitad del siglo XIX. Las nuevas técnicas de fundición del acero permitieron construir cañones más resistentes y duraderos. El desarrollo de la retrocarga, que permitía recargar los cañones desde la parte posterior, permitió disparar proyectiles encapsulados (obuses) aún más efectivos.
En 1897 se habían desarrollado sistemas hidráulicos para absorber el retroceso del disparo sobre la cureña y no mover el cañón entre disparo y disparo, lo que permitía mejorar la precisión y efectividad del tiro. Además, se perfeccionó el control de tiro con ayuda de mapas, radios y telégrafos.
En la Primera Guerra Mundial se mejoraron los alcances y los proyectiles, e incluso se fabricaron cañones pesados montados sobre raíles, como el Gran Berta. Las nuevas municiones incrementaron la potencia de fuego y convirtieron el campo de batalla en un infierno y en un cementerio para la infantería, que solo podía protegerse en las trincheras y los búnkeres.
7 La guerra de trincheras
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asociated press
Las trincheras eran el mejor medio para protegerse del fuego enemigo, pero el caldo de cultivo excelente para las enfermedades y el estrés de guerra.
Durante la Primera Guerra Mundial, las defensas se dispusieron en varias líneas paralelas intercontectadas por líneas secundarias. La primera línea del frente solía estar ocupada por una guarnición ligera, la segunda servía de apoyo y la tercera era la última reserva, desde la que se debía lanzar un contraataque en caso de penetración enemiga.
Pero la artillería dificultó la supervivencia incluso en las trincheras. Por ello se perfeccionó el uso de los sistemas defensivos, con minas, alambradas, casamatas, refugios profundos y despliegues en profundidad, donde cada posición podía proporcionar apoyo a sus vecinos.
Con frecuencia, los enemigos establecían sistemas paralelos apenas separados por unas decenas de metros de tierra de nadie y realizaban asaltos a gran escala o pequeñas incursiones. En estas pequeñas escaramuzas, empleaban unidades de asalto equipadas con armas blancas, granadas, lanzallamas y subfusiles, como en el caso de los «Sturmtruppen» alemanes.
8 El «dreadnought»
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Louis Hugelmann
La construcción naval alcanzó un nuevo grado de desarrollo, con mejores calibres, blindajes y propulsiones
El mar fue el campo de batalla para poderosas naves de acero erizadas de cañones. En 1906 surgió un nuevo concepto de nave de guerra, cuando se botó el «HMS Dreadnouhgt»: se trataba del «dreadnought» o acorazado monocalibre. Contaban con un armamento pesado de un solo calibre y un sistema de turbinas de vapor para la propulsión, lo que les convertía en un enemigo veloz y formidable. Además, la carrera de armamentos entre el Imperio Alemán y Gran Bretaña les hizo ser un símbolo del prestigio nacional.
La poderosa presencia de los barcos de guerra intimidaba a los enemigos y con frecuencia se evitaba un combate que pudiera dañar a las unidades propias. Alemanes y británicos se enfrentaron en la batalla de Jutlandia, sin lograr ninguno una victoria decisiva sobre el otro, pero algunos barcos de guerra lucharon en el Índico y en el Pacífico, participando en misiones de corsario, como es el caso del crucero «SMS Emden».
Las posteriores y rápidas mejoras en el blindaje, artillería y propulsión instauraron el concepto de «súper-dreadnought», que incluso llevó a algunas de estas naves a combatir en la Segunda Guerra Mundial. Los años posteriores convirtieron a estos barcos en acorazados, cuyos máximos exponentes eran capaces de disparar un proyectil de una tonelada a distancias de hasta 40 kilómetros. Estas fortalezas flotantes reinaron en los mares hasta que los portaaviones acabaron con su supremacía en los años cuarenta.

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