Intensos combates en Tikrit tras la entrada en la ciudad de los yihadistas
El objetivo del Estado Islámico de Irak y el Levante es proclamar un califato regido por la «Sharía», entre Irak y el norte de Siria. El líder de la organización terrorista, Abu Bakr Al Baghadi, ha logrado numerosos éxitos militares en Siria, donde combate de forma independiente a la dirección de Al Qaeda, liderada por Al Zahawiri. Un impulso que le ha permitido ganar fuerza en Irak desde el pasado mes de enero. Expertos antiterroristas consideran a Baghadi como el símbolo de la tercera generación de yihadistas, los que ya no combaten contra blancos occidentales –una vez que se han retirado del país árabe y esperan hacer lo propio en Afganistán– sino que aspiran a arrebatar el poder a los gobiernos y regímenes locales. Las mismas fuentes calculan que aproximadamente 3.000 yihadistas del ISIL continúan avanzando hacia el sur. De acuerdo con su plan, los islamistas ya han tomado el control de las principales refinerías del país en Baiji, y anoche se hallaban en las inmediaciones de Samara (declarada años atrás Patrimonio de la Humanidad por la Unesco). De allí hasta la capital, Bagdad, la distancia es de tan sólo algo más de 100 kilómetros.
El ISIL advierte de que no abandonará la ofensiva, seguro de que sus victorias se logran «por la ayuda de Alá». «Con el permiso de Alá, no cesaremos esta serie de benditas conquistas hasta que Dios cumpla sus promesas o nosotros muramos», rezaba ayer un comunicado del ISIL publicado en distintos foros de internet a los que suele acudir la organización extremista para difundir sus ideas.
El desafío al que se enfrentan las autoridades es múltiple. Por una parte, se encuentran que numerosos soldados del Ejército huyen sin presentar combate a los yihadistas y, por otra, la demostrada fortaleza del ISIL alienta a miles de miembros de otras organizaciones suníes que tienen sus propias cuentas pendientes con el Gobierno del primer ministro, Nuri Al Maliki, a sumarse a sus filas aunque, en realidad, no son miembros de Al Qaeda.
«La toma de control de una gran ciudad como Mosul y la huida de las Fuerzas Armadas son acontecimientos realmente dramáticos», resumió ayer el ministro de Asuntos Exteriores, Hochiar Zebari. El reelegido primer ministro iraquí calificó de «conspiración» la desidia de las Fuerzas Armadas. Al Maliki intenta lograr un equilibrio entre dar un mensaje de seguridad sobre el freno al avance islamista y la urgencia con que ve la situación. En su discurso semanal, difundido por televisión, el primer ministro aseguró que el Ejército iraquí será «reconstruido» con voluntarios y aclaró que «los altos mandos militares y policiales que abandonaron sus puestos y la lucha deberán ser castigados de forma severa».
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, también expresó su preocupación por el «deterioro» de la situación en Irak. La inestabilidad por la que atraviesa el país árabe permitió a su vecino Bachar al Asad declarar «enemigo común» al Estado Islámico de Irak, cuyas milicias también combaten contra su Ejército. En un comunicado del Ministerio de Exteriores sirio, se aseguraba que «en Irak está pasando lo mismo que en Siria hace años». Cabe recordar que yihadistas suníes pro Al Qaeda y de otros matices del Islam radical combaten contra el régimen de Asad por el control de Siria –que es pro iraní y, por ende, forma parte en la práctica del eje internacional chií–. Los yihadistas en Siria han tomado poco a poco el control de la batalla gracias a la financiación de Arabia Saudí –archienemigo del régimen iraní– y después de que el Ejército Libre de Siria, dirigido por ex miembros de las Fuerzas Armadas, fueran perdiendo apoyos internacionales. La gran preocupación internacional es, precisamente, el efecto dominó de la guerra siria que parece que está arrastrando a Irak. El rápido avance de los yihadistas amenaza con una próxima batalla a las puertas de Bagdad, lo que supondría un duro golpe para Al Maliki.
Mientras se suceden los combates, la situación humanitaria empeora sobre el terreno. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) alertó ayer de que aproximadamente medio millón de iraquíes se han visto obligados a huir de sus hogares tras el asalto de los yihadistas a Mosul. La OIM recordó que desde hace una semana las autoridades han impuesto un toque de queda en la ciudad y «los bombardeos indiscriminados continúan». La organización también advirtió de que los barrios de la zona occidental de Mosul están padeciendo la escasez de agua porque la principal estación de bombeo ha quedado destrozada por los bombardeos. «Las familias también sufren la escasez de comida, particularmente las que tienen a desplazados alojados en sus casas», explicó. «La mayoría de los generadores eléctricos no funciona porque no hay combustible», concluyó. Los iraquíes se dirigien principalmente a la región autónoma del Kurdistán, donde las autoridades han pedido ayuda internacional.
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