Fortines para evocar la historia
Culmina la documentación y señalización de la senda del Frente del Agua, la red mejor conservada de bastiones de la Guerra Civil
Rafael Fraguas Buitrago del Lozoya 7 ABR 2014 - 21:40 CET
“No se trata de arrancar páginas de la historia, se trata de escribir otras nuevas, en las que no se repitan las que fueron adversas para todos”. Con este razonamiento Carmen González, viceconsejera de Cultura del Gobierno regional, acompañada por Gabriel Ramírez, alcalde Puentes Viejas, inauguró ayer en esta mancomunidad municipal madrileña la primera fase de la restauración, documentación y señalización de un recorrido circular de 9 kilómetros de longitud, transitable a pie y en bicicleta, que recorre 25 fortificaciones del llamado Frente del Agua.
Esta red de hitos, fortificados para alojar fusilería y ametralladoras, es hoy, según los expertos, el principal conjunto de bastiones republicanos y franquistas de la última Guerra Civil (1936-1939) que alberga el territorio regional de Madrid. “Se trata de ofrecer a los visitantes este importante vestigio de nuestro patrimonio histórico”, explicó Carmen González. La visita a pie puede abarcar una duración de hasta 5 horas. Discurre, con un grado medio de dificultad, por sendas forestales y, en pequeños tramos, por monte no acondicionado todavía, en medio de un paisaje pinariego de excepción. La mancomunidad de municipios de Puentes Viejas, donde se inserta el circuito, asegura que no hay agua disponible en la ruta. El acceso y tránsito de vehículos a motor está prohibido.
Los visitantes pueden adentrarse en diferentes tipos de construcciones militares: desde nidos de ametralladora de alargadas troneras, hasta anchos refugios de tropas y puestos de mando, conectados por líneas de trincheras visibles sobre el suelo. Los fortines republicanos, generalmente de ladrillo revocado y techado con hormigón, poseen mirillas de mayor angulación que las de los bastiones del bando nacional, hormigonados al completo. “Los tiradores disponían de más espacio interior en los primeros”, asegura Jacinto Arévalo, experto en fortificaciones militares.
El ámbito que acoge las líneas de bastiones recobradas se sitúa en un espacio forestal de 446 hectáreas, repoblado de pino laricio. “Aquí hemos encontrado bombas de granada y hasta un proyectil de aviación de un metro de altura hallaron en el embalse”, cuenta Juan García, agente forestal.
El área comparte lindes con los términos de Paredes de Buitrago y Prádena del Rincón y se halla situada a unos 80 kilómetros al Norte de Madrid, en la margen derecha de la carretera Madrid-Burgos. Regada por el río Lozoya con aguas de excelente calidad, la zona acoge dos de los embalses históricos que apagaron la sed de Madrid durante casi dos siglos: El Villar y Puentes Viejas. Su preciado tesoro líquido y su proximidad al militarmente crucial Puerto de Somosierra, conferían en 1936 al escenario donde remansaban las aguas del Lozoya una importancia estratégica codiciada por los alzados y defendida a ultranza por milicias del Gobierno de la República. Por ello, el área sería disputada a sangre y fuego por unos y otras en los albores de la Guerra Civil.
Apenas cuatro días después de aquel 17 de julio, el comandante Galán, hermano del capitán republicano fusilado en Jaca, Fermín Galán, al mando de una tropa miliciana, desalojó a Miralles y retuvo el puerto en manos republicanas. Tropas del general franquista García Escámez, sin embargo, asediaron el puerto y, tras duros y sangrientos combates, lo controlaron desde entonces. Ello proyectó sobre la zona de Paredes de Buitrago un encarnizamiento bélico de extraordinaria intensidad: si caían los pantanos, Madrid sucumbiría. Por tal motivo, la artillería y la aviación de uno y otro contendientes desencadenaron una de las ofensivas de mayor envergadura de cuantas registró la guerra.
“La población completa de Paredes, unas 160 personas, huyó hacia Serrada, Mangirón y Cervera”, explica el vecino Ángel Sanz, de 65 años. “Corrales, ganado y cultivos quedaron devastados”, añade. Pero el fragor de los combates no consiguió alterar las posiciones: los frentes se estabilizaron en 1937 y el terreno en disputa se pobló de fortificaciones que han sobrevivido al paso del tiempo y ahora se ofrecen a la visita del público, accesibles, documentadas y señalizadas. Ambas tareas han sido ideadas y desplegadas a partir de 2007 por el arqueólogo Juan José Cano, con el arquitecto Jokin Asiaín y un equipo de cuatro personas que ha desbrozado la maleza que cubría los fortines, los ha rehabilitado y ubicado en un trazado transitable, con cartelas ignífugas en acero cortén, bien documentadas y signadas por un logo que representa uno de los bastiones.
El Gobierno regional ha invertido 62.000 euros en esta actuación. Una futura segunda fase completará la ruta. Además, se instalará un centro de interpretación en Paredes de Buitrago, que impulsará el potencial turístico de la mancomunidad.
Esta red de hitos, fortificados para alojar fusilería y ametralladoras, es hoy, según los expertos, el principal conjunto de bastiones republicanos y franquistas de la última Guerra Civil (1936-1939) que alberga el territorio regional de Madrid. “Se trata de ofrecer a los visitantes este importante vestigio de nuestro patrimonio histórico”, explicó Carmen González. La visita a pie puede abarcar una duración de hasta 5 horas. Discurre, con un grado medio de dificultad, por sendas forestales y, en pequeños tramos, por monte no acondicionado todavía, en medio de un paisaje pinariego de excepción. La mancomunidad de municipios de Puentes Viejas, donde se inserta el circuito, asegura que no hay agua disponible en la ruta. El acceso y tránsito de vehículos a motor está prohibido.
Los visitantes pueden adentrarse en diferentes tipos de construcciones militares: desde nidos de ametralladora de alargadas troneras, hasta anchos refugios de tropas y puestos de mando, conectados por líneas de trincheras visibles sobre el suelo. Los fortines republicanos, generalmente de ladrillo revocado y techado con hormigón, poseen mirillas de mayor angulación que las de los bastiones del bando nacional, hormigonados al completo. “Los tiradores disponían de más espacio interior en los primeros”, asegura Jacinto Arévalo, experto en fortificaciones militares.
El ámbito que acoge las líneas de bastiones recobradas se sitúa en un espacio forestal de 446 hectáreas, repoblado de pino laricio. “Aquí hemos encontrado bombas de granada y hasta un proyectil de aviación de un metro de altura hallaron en el embalse”, cuenta Juan García, agente forestal.
El área comparte lindes con los términos de Paredes de Buitrago y Prádena del Rincón y se halla situada a unos 80 kilómetros al Norte de Madrid, en la margen derecha de la carretera Madrid-Burgos. Regada por el río Lozoya con aguas de excelente calidad, la zona acoge dos de los embalses históricos que apagaron la sed de Madrid durante casi dos siglos: El Villar y Puentes Viejas. Su preciado tesoro líquido y su proximidad al militarmente crucial Puerto de Somosierra, conferían en 1936 al escenario donde remansaban las aguas del Lozoya una importancia estratégica codiciada por los alzados y defendida a ultranza por milicias del Gobierno de la República. Por ello, el área sería disputada a sangre y fuego por unos y otras en los albores de la Guerra Civil.
Somosierra, un puerto crucial
El paso de Somosierra, que comunica las dos Castillas, domina el norte de Madrid, ciudad que solo resulta militarmente conquistable si se controla el puerto, como demostró Napoleón en su ofensiva de noviembre de 1808, previa a su ocupación de la ciudad. Quizá por ello, ya el 17 de julio de 1936, en la víspera del alzamiento liderado por los generales Emilio Mola, en Pamplona y Francisco Franco, en Marruecos, un grupo de 40 voluntarios armados del partido monárquico Renovación Española, al mando de Carlos, uno de los llamados hermanos Miralles, tomó posiciones para adueñarse del puerto de Somosierra, no lejos de los pantanos.Apenas cuatro días después de aquel 17 de julio, el comandante Galán, hermano del capitán republicano fusilado en Jaca, Fermín Galán, al mando de una tropa miliciana, desalojó a Miralles y retuvo el puerto en manos republicanas. Tropas del general franquista García Escámez, sin embargo, asediaron el puerto y, tras duros y sangrientos combates, lo controlaron desde entonces. Ello proyectó sobre la zona de Paredes de Buitrago un encarnizamiento bélico de extraordinaria intensidad: si caían los pantanos, Madrid sucumbiría. Por tal motivo, la artillería y la aviación de uno y otro contendientes desencadenaron una de las ofensivas de mayor envergadura de cuantas registró la guerra.
“La población completa de Paredes, unas 160 personas, huyó hacia Serrada, Mangirón y Cervera”, explica el vecino Ángel Sanz, de 65 años. “Corrales, ganado y cultivos quedaron devastados”, añade. Pero el fragor de los combates no consiguió alterar las posiciones: los frentes se estabilizaron en 1937 y el terreno en disputa se pobló de fortificaciones que han sobrevivido al paso del tiempo y ahora se ofrecen a la visita del público, accesibles, documentadas y señalizadas. Ambas tareas han sido ideadas y desplegadas a partir de 2007 por el arqueólogo Juan José Cano, con el arquitecto Jokin Asiaín y un equipo de cuatro personas que ha desbrozado la maleza que cubría los fortines, los ha rehabilitado y ubicado en un trazado transitable, con cartelas ignífugas en acero cortén, bien documentadas y signadas por un logo que representa uno de los bastiones.
El Gobierno regional ha invertido 62.000 euros en esta actuación. Una futura segunda fase completará la ruta. Además, se instalará un centro de interpretación en Paredes de Buitrago, que impulsará el potencial turístico de la mancomunidad.
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