EL ÚLTIMO DE LA CLASE
A mediados de septiembre de 1942 el 7º
Regimiento de Marines embarcó en la isla de Espíritu Santo con destino a Guadalcanal. El convoy de
seis barcos de transporte iba acompañado de una escolta compuesta por los
portaaviones Wasp y Hornet y sus respectivos grupos de combate.
Al mediodía del 15 de septiembre los buques se
encontraban unas 250 millas al sureste de Guadalcanal. Los portaaviones
permanecían a la vista uno del otro, aunque navegando con una separación de unos
nueve kilómetros. En ese momento el capitán de corbeta Takakazu Kinashi,
comandante del submarino japonés I-19, descubrió a través del periscopio de su
nave una formación compuesta por un portaaviones, un crucero y varios
destructores. Se trataba del grupo de combate del Wasp. Tras estimar el curso de
los buques enemigos, el capitán Kinashi ordenó una aproximación lenta al
portaaviones, penetrando a través de la pantalla de destructores de
escolta.
Kinashi, de treinta años, era un experimentado
comandante de submarinos, aunque el inicio de su carrera militar no había sido
muy prometedor. Se había graduado en la Escuela Naval Imperial en el último
lugar de su promoción (en el puesto 255 de un total de 255 cadetes). Después de
pasar por la Escuela de Guerra Submarina, sirvió en media docena de sumergibles
antes de obtener el mando del I-19, un submarino oceánico de la clase B-1,
rápido, de gran autonomía, equipado con un hidroavión de reconocimiento y armado
con seis tubos lanzatorpedos. Los torpedos de los submarinos japoneses,
conocidos como Tipo 95, eran considerados de los mejores de su época. Eran muy
veloces, y su alcance casi triplicaba el de sus equivalentes estadounidenses.
El submarino japonés I-19:
A las 14:20 el portaaviones abandonó su rumbo
en zigzag para encarar el viento e iniciar operaciones aéreas. Ocho cazas
Wildcat y dieciocho bombarderos en picado Dauntless despegaron en misión de
patrulla. A continuación el buque recuperó ocho Wildcats y tres Dauntless que
permanecían en el aire desde antes del mediodía. Tras completar las operaciones
sin contratiempos, el Wasp viró a estribor, convirtiéndose en un blanco perfecto
para el I-19, que había logrado aproximarse hasta una distancia de 900 metros.
Para asegurarse de no fallar, Kinashi ordenó lanzar una salva completa de seis
torpedos contra el portaaviones.
En el último momento el Wasp trató de evitar la
salva poniendo el timón todo a estribor, pero ya era demasiado tarde. A las
14:45 tres torpedos impactaron en rápida sucesión en la parte delantera del
portaaviones. Varios incendios estallaron simultáneamente en el hangar y la
cubierta inferior. Las explosiones se sucedían cada vez que el fuego alcanzaba
un avión, un depósito de municiones o un tanque de combustible. Los sistemas
contraincendio quedaron inutilizados por las explosiones, y el fuego se propagó
por toda la parte delantera de la nave. Al ver que sus hombres eran incapaces de
contener los incendios, a las 15:20 el capitán del Wasp ordenó abandonar el
barco. 1.946 hombres, 367 de ellos heridos, evacuaron el portaaviones y fueron
rescatados por los buques de su escolta. Hubo 193 muertos. De los veintiséis
aviones que se encontraban en el aire en el momento del ataque, veinticinco
fueron recuperados por el Hornet. El Wasp siguió ardiendo hasta la noche. A las
21:00 el destructor Lansdowne recibió la orden de torpedearlo para hundirlo
definitivamente.
El Wasp envuelto en llamas:
Solo la mitad de los torpedos lanzados por el
I-19 habían alcanzado al Wasp. Otros tres torpedos fallaron el blanco y pasaron
de largo. Detrás del Wasp, a varias millas de distancia, navegaba el grupo de
combate del Hornet.
A las 14:51, con el Wasp ardiendo a lo lejos,
los vigías del O'Brien, uno de los destructores de la escolta antisubmarina del
Hornet, dieron la alarma al divisar la estela de un torpedo dirigiéndose
directamente contra el buque. El O'Brien hizo un brusco viraje a babor para
evitarlo. El torpedo pasó rozando la popa, pero, con toda la tripulación
pendiente de él, nadie se había percatado de que con su maniobra el destructor
se había situado en la trayectoria de un segundo torpedo. Este golpeó la amura
de babor, causando pocos daños visibles, pero creando graves tensiones
estructurales en el casco. El O'Brien pudo continuar navegando por sus propios
medios.
El O'Brien en el momento en el que es alcanzado
por un torpedo; al fondo se ve el Wasp ardiendo:
A las 14:52 el acorazado North Carolina, el
mayor buque del grupo de combate del Hornet (de hecho mayor que el propio
Hornet) sufrió un impacto de torpedo en su lado de babor, justo delante de su
torreta número 1, seis metros por debajo de la línea de flotación. Cinco hombres
murieron en la explosión, que abrió un gran boquete de más de cinco metros de
diámetro por el que entraron cientos de toneladas de agua. El buque se escoró
unos cinco grados a babor, pero se salvó gracias al buen trabajo de los equipos
de control de daños, que lograron contener la inundación.
Al día siguiente el O'Brien y el North Carolina
estaban de regreso en Espíritu Santo. Tras unas reparaciones de emergencia,
continuaron con destino a Nouméa, en Nueva Caledonia. Veinte días más tarde, el
10 de octubre, el O'Brien zarpó con rumbo a San Francisco. Durante la travesía
su brecha en el casco fue aumentando de tamaño hasta que se hizo imposible de
contener. El 19 de octubre el buque fue abandonado por su tripulación y se
hundió cerca de Samoa. El O'Brien había recorrido casi 3.000 millas náuticas
desde que había sido alcanzado por el torpedo un mes antes, pero al final no se
había podido salvar. Por su parte, después de realizar las reparaciones
provisionales en Nueva Caledonia, el North Carolina se dirigió a Pearl Harbor.
Allí permaneció en dique seco durante más de un mes. Las reparaciones se
completaron el 16 de noviembre, dos meses después de haber sido alcanzado por el
torpedo del I-19.
Con una única andanada, el I-19 había logrado
hundir un portaaviones de escuadra y un destructor, y además había dañado
gravemente un acorazado. Aquella fue sin duda la salva de torpedos más efectiva
de toda la guerra.
Dos meses más tarde, el 25 de noviembre, el
I-19 fue hundido con toda su tripulación por el destructor estadounidense
Radford en las proximidades de la isla Makin. Pero Kinashi ya no era su capitán.
El hundimiento del Wasp le había convertido en el más insigne de los comandantes
de submarino de la Marina Imperial y le había hecho merecedor de misiones más
prestigiosas. En octubre de 1943 tuvo el honor de ser recibido por el Emperador
Hirohito. Fue ascendido a capitán de fragata y recibió el mando del I-29, otro
submarino de la clase B1. A finales de ese año zarpó al mando de su nuevo
sumergible en una misión Yanagi (las
misiones de intercambio de materiales estratégicos entre Alemania y Japón).
Llegó al puerto francés de Lorient en marzo de 1944. Mientras su tripulación
descansaba en Francia, el capìtán Kinashi viajó a Berlín, donde recibió
personalmente de Adolf Hitler la Cruz de Hierro de segunda clase. En abril de
1944 inició el regreso a Japón, arribando a Singapur el 14 de julio. Pero los
aliados, que descifraban las comunicaciones navales del Eje, situaron varios
submarinos en el estrecho de Luzón para evitar su llegada a Kobe. El I-29 no
pudo eludir la emboscada, y la noche del 26 de julio de 1944 fue alcanzado por
tres torpedos lanzados por el submarino estadounidense Sawfish. No hubo
supervivientes. Takakazu Kinashi recibió un doble ascenso póstumo, alcanzando el
rango de contralmirante.
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