La II Guerra Mundial ha comenzado
POLONIA, 1 DE SEPTIEMBRE DE 1939 • Se inicia la mayor tragedia de la Humanidad. Alemania invade Polonia, Francia e Inglaterra intervendrán en su defensa.
El primer cañonazo de la guerra resonó a las 4:45 de la madrugada del 1 de septiembre. Lo disparó contra la fortaleza polaca de la Westerplatte el Schleswig- Holstein, un falso buque escuela alemán -en realidad un acorazado-, que se encontraba en “visita de buena voluntad” en el puerto de Danzig, después de que su capitán recibiese la orden en clave Y=1.9.0445. Esa Y, seguida de la fecha y la hora, significaba nada menos que el principio de la Segunda Guerra Mundial, la peor tragedia que ha sufrido la humanidad.
Previamente los nazis habían montado una farsa, un ataque polaco contra un puesto fronterizo alemán, la provocación de la artera Polonia que justificaba la respuesta militar germana. Era para consumo interno de las masas alemanas, ninguna cancillería del mundo se creía el ataque polaco, y tampoco las altas esferas de la Wermacht, muy preocupadas porque intuían que provocar una guerra contra Inglaterra y Francia sería fatal para Alemania. Luego, cuando las operaciones militares empezaron a dar los éxitos más fulgurantes de la historia, los mariscales se subirían encantados al carro del triunfo, pero al principio estaban muy reticentes. “Avanzo por el camino que me ha marcado la Providencia con la seguridad de un sonámbulo”, había dicho Hitler en 1936, una frase célebre que tenía su contrapunto en la no escuchada advertencia de Churchill: “Europa se halla ante un programa de agresión cuidadosamente preparado y calculado al minuto, que se ejecuta etapa tras etapa”. Ambas frases eran veraces en su totalidad, incluida esa contradicción “la seguridad de un sonámbulo”.
Un sonámbulo puede avanzar decidida y rápidamente, pero nunca con seguridad, lo lógico es que si lo hace se dé un trastazo. Hitler, y con él toda Alemania, terminaría despeñándose por un precipicio, como corresponde cuando un sonámbulo, una persona que no está en uso de razón, toma la dirección. Pero eso es otra historia, para la que en 1939 faltan seis años de increíbles sufrimientos para el mundo.
Pacto germano soviético
Una semana antes del cañonazo del Schleswig-Holstein, Europa se había conmovido por otro bombazo, el Pacto germano-soviético. El 21 de agosto Hitler había recibido en su refugio veraniego del Nido del Águila un telegrama de Stalin dando el sí a la alianza. Esa noche, como si se tratara de una escenografía wagneriana, el führer sacó a sus invitados al mirador sobre los Alpes Bávaros para contemplar una aurora boreal que teñía el cielo de rojo. “Esto parece predecir mucha sangre”, dijo arrobado Hitler. El 24 de agosto se hizo público el pacto y Europa tembló.
Francia e Inglaterra firmaron al día siguiente una alianza formal con Polonia, garantizándole la intervención militar si se producía una agresión nazi, que ya se sabía segura. Por fin, las democracias habían dicho basta. Era ya demasiado tarde para evitar el Armagedón, la lucha definitiva entre el Bien y el Mal era inevitable. Si en los años 30 los gobiernos democráticos no hubieran estado presos de la doctrina del apaciguamiento, si hubieran hecho caso de la voz que clamaba en el desierto –la de Winston Churchill-, habrían frenado desde el principio a aquel loco a quien los alemanes, frustrados por la derrota en la anterior contienda, le habían entregado el poder absoluto. Hitler no engañaba a nadie salvo a las avestruces. Ya en Mein Kampf estaba su programa de expansión por Europa.
Primero, la incorporación al Reich de los “territorios históricos alemanes”: Austria, los Sudetes, los Países Bálticos, Alsacia y Lorena. Luego la Lebensraum, la extensión territorial hacia al este a costa de los pueblos eslavos, es decir: Checoslovaquia, Polonia, Rusia... El 5 de noviembre de 1937 lo que se podía tomar por las ideas extremistas que se escriben en un panfleto se convierten en programa de Gobierno. Hitler convoca en la Cancillería al alto mando militar y a la cúpula de Asuntos Exteriores y les comunica ese “programa de agresión calculado al minuto” que denunciaba Churchill, fijando la primera fase, la anexión de Austria y los Sudetes, para 1938, que en efecto se llevará a cabo (véase Tiempo número 1.421). La segunda fase, la ocupación del resto de Checoslovaquia, tiene lugar en la primavera de 1939 con coste cero. Los primeros ministros francés y británico, Daladier y Chamberlain, se han bajado previamente los pantalones en la Conferencia de Munich, abandonando un país que habían creado 20 años antes en Versalles, de cuya existencia eran garantes. Ahora, a finales del verano, llega la tercera fase: Polonia. La excusa, el Pasillo de Dantzig, una salida al mar que el Tratado de Versalles ha otorgado a Polonia como territorio histórico alemán, que parte de hecho en dos a Alemania, dejando aislada a Prusia Oriental.
Polonia luchará
Las cosas van a ser diferentes que en Checoslovaquia, los polacos lucharán, y Francia e Inglaterra intervendrán. Polonia cuenta con un ejército numeroso y aguerrido, pero que está en la Primera Guerra Mundial –como el francés y el británico-, mientras que la Wermacht está ya en la Segunda.
Ha inventado una nueva forma de luchar, experimentada en la guerra de España, con ataques de tanques apoyados por aviación, con bombardeos masivos... Además, la estrategia polaca es suicida, en contra del consejo aliado de retirar sus fuerzas hacia el interior de su extenso país y formar una línea defensiva más corta pero mejor guarnecida, que defienda Varsovia y el este de Polonia, el ejército polaco pretende defender todo su territorio en la misma frontera, incluido el Pasillo de Dantzig, lo que permite a la Wermacht atacarle por la retaguardia desde Prusia Oriental. El 3 de septiembre, tras un ultimátum de pura fórmula, Francia e Inglaterra le declaran la guerra a Alemania, pero la gallardía de ese gesto de involucrarse en una guerra para proteger al débil no va acompañada de acción.
Ni París ni Londres emprenden ninguna operación parecida a una ayuda militar para Polonia, simplemente despliegan sus ejércitos tras la Línea Maginot y allí se quedarán durante más de ocho meses, hasta que sean los alemanes quienes vayan a buscarles a Francia. El 27 de septiembre, Polonia está ocupada por completo, Varsovia se rinde y el Gobierno polaco escapa camino del exilio en Londres. Por si la superioridad militar alemana no fuera suficiente, el 17 de septiembre, de acuerdo con lo pactado por Hitler y Stalin, los rusos invaden también Polonia desde el este para comerse su pedazo de tarta. Por lo que se ve, esta va a ser una Guerra Mundial.
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