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martes, 7 de mayo de 2013

ERASE UNA VEZ UN PROYECTO, LLAMADO MANHATTAN

El fracaso del proyecto Manhattan




—¿Y a su regreso a Berlín visitaron a Goebbels? —preguntó Williams.

—La visita estaba programada para Luigi Romersa ya que había un fuerte componente propagandístico y se desarrolló sin problemas. La visita del periodista provocó que el 16 de diciembre, un entusiasta Mussolini pronunciase su último discurso público ante miles de fascistas en el Teatro Lírico de Milán. Se denominó el «Discorso della Riscossa» en donde habló del inminente ataque alemán contra las principales ciudades aliadas. Un ataque definitivo con bombas capaces de destruir ciudades enteras en un instante. Un ataque sin defensa posible.
Stefan se sirvió café.

—Les he puesto unas tazas señores, ¿les apetece?

—Gracias Generalmajor. La verdad es que llevamos ya varias horas y nos apetece.

Williams se mostraba amable. El sargento Hanks, algo más distante, también aceptó el café. Parecía más preocupado por sus cámaras y cintas de grabación.

—Mussolini volvió a hablar de las bombas atómicas alemanas el 20 de abril de 1945, fecha del cumpleaños de Hitler, con su amigo y también periodista G.G Cabella, director del periódico «II Popólo d"Alessandria», dictándole lo que se consideraría el testamento político del Duce. Mussolini afirmó con rotundidad que los alemanes tenían ya tres bombas atómicas terminadas y que su uso podía suponer un cambio inmediato en el frente de batalla. Stefan se levantó y dirigiéndose a una habitación contigua, trajo una fotocopia a color de un número extra de la revista «SIGNAL» correspondiente a 1945, titulado «Signal Extra-Beilage 1945». Aparecía en sus páginas interiores un dibujo realista hecho por los conocidos dibujantes de la época Hans Liska y Richard Hennis, del impacto de una bomba sobre una gran ciudad. Este dibujo que mostraba claramente los círculos concéntricos de la explosión nuclear, encabezaba un artículo titulado Una escena como una pesadilla... No mentaba ningún comentario, se explicaba por sí mismo. Los dos oficiales americanos lo miraron con interés

—¿Por qué SIGNAL expuso un artículo tan realista como éste si no disponíamos de la bomba? —Stefan dejó caer la pregunta, aunque no esperaba ninguna respuesta.

—Increíble. Este dibujo y el artículo son sensacionales —Williams se quedó unos segundos absorto en la contemplación de la revista. Hanks lo filmó en detalle. Pronto recobró el hilo de lo que comentaban anteriormente—. Y mientras tanto, ¿qué hicieron ustedes al regresar a Berlín?

De nuevo el ligero sonido de las máquinas que registraban la entrevista volvió a sonar, mientras Stefan contestaba a las preguntas de sus huéspedes.

—A nuestro regreso debíamos presentar el informe de la prueba atómica a Galland y éste al Führer. También sabíamos que a esas alturas del proyecto, Góring ya estaba al corriente y molestó mucho a Galland para saber detalles.

—Hemos de reconocer Generalmajor que la prueba atómica en la isla de Rugen que nos ha explicado fue extraordinaria y sobre todo teniendo en cuenta la época. No me extraña que Góring mostrase interés por una misión que podía cambiar la historia y que a él se le escapaba de su control. Supongo que necesitaba mejorar su imagen frente a Hitler.

—Es cierto —contestó Stefan— pero a esas alturas ya estaba muy desprestigiado. Hitler no contó con él para nada. Confiaba en Galland casi ciegamente y con buen criterio. No era tonto.

—Parece mentira lo adelantada que estaba la tecnología alemana —dijo incrédulo Williams—. Me imagino que la distancia con nuestros compatriotas, los estadounidenses debía ser elevada.

—No sólo eso teniente —sonrió Stefan— puedo garantizarle que en mayo de 1945 el Proyecto Manhattan no había desarrollado la bomba...

—¡Eso no puede ser Generalmajor Dórner! —se sorprendió Williams—. Todos conocemos la historia del Proyecto Manhattan y sus resultados. Las bombas fueron probadas en Alamogordo con éxito, antes de su lanzamiento sobre Japón.

—Mire teniente —comenzó Stefan—, comprenderá que ese es un asunto que me ha interesado mucho y por lo tanto lo he seguido no desde la historia oficial, sino desde la óptica realista. No olviden ustedes que yo pertenezco a la historia no oficial. Yo no existo en la historia oficial. Nunca sucedió lo que mi equipo y yo hicimos.

—Técnicamente, así es —confirmó el teniente Williams—. Pero explíquenos que supo usted sobre el Proyecto Manhattan que no se ajusta a la historia oficial.

—El 3 de marzo de 1945, el senador James F. Byrnes por el estado de Carolina del Sur de 1939 a 1945 y Director de la Oficina de Movilización y Reconversión de 1944 a 1945, redactó una memoria al presidente de los Estados Unidos en la que detallaba los resultados hasta ese momento del Proyecto Manhattan. Lo que quedaba muy claro en la memoria presentada por James F. Byrnes era el desmesurado coste de más de dos billones de dólares hasta ese momento invertidos en el proyecto y más de 150.000 personas involucradas directa e indirectamente en él. También recomendaba exhaustivamente la paralización de la investigación atómica con fines militares, ya que el rumbo de la guerra y el éxito de los bombardeos convencionales estaban decantando la balanza de la guerra a favor de los aliados. Japón estaba al borde del colapso y Alemania también.

»En mayo de 1945, no cuesta trabajo imaginarse la total desesperanza en los equipos de trabajo del Proyecto Manhattan. La razón era muy simple: hacía ya meses que habían renunciado a la construcción de una bomba operativa de uranio 235. Por otro lado, y aunque habían fabricado unos 15 kilos de plutonio 239 que era una cantidad suficiente para la bomba de ese material, no habían encontrado la forma de hacer detonar la bomba de plutonio. El resultado de esa situación también es fácil de imaginar. En junio de 1945, tras la rendición de Alemania en mayo, muchos políticos americanos, que conocen la memoria de James F. Byrnes, exigían la finalización inmediata de los enormes gastos de la investigación nuclear. La razón era que la guerra estaba prácticamente ganada y que la presión de los bombardeos sobre Japón eran presión suficiente para acabar la guerra en muy poco tiempo. A pesar de estas quejas, el problema o la prioridad para el presidente Truman era otro: la bomba atómica también era un arma diplomática para dicho presidente. Su uso impune forzaría a una rendición instantánea del Japón y serviría de aviso al creciente peligro soviético y su terrible expansionismo. Era una forma de marcar distancias con el futuro enemigo.

—¿Cómo sus compatriotas lograron solucionar el problema en Alamogordo? —Stefan sonreía—. Alemania y su ciencia también tuvieron un lugar destacado en ello. Y buena parte fue fruto de la casualidad. Les explico: un inmenso submarino nodriza alemán, el U-234, fue capturado cerca de las costas americanas en su viaje a Japón al terminar la guerra el 14 de mayo de 1945. En su interior llevaba una carga de más de 240 toneladas de lo más variado y misterioso: un avión completo y desmontado Messerschmitt 262, 560 kilos de óxido de uranio enriquecido U-235, 1.200 fusibles infrarrojos inventados por Von Ardenne, oficiales alemanes de alta graduación y dos militares japoneses, el coronel e ingeniero aeronáutico Genzo Shosi y el capitán de marina Hideo Tamoaga, que se suicidaron al ser capturados.

»En el submarino U-234 viajaba un experto alemán en sistemas de detonación por infrarrojos, el Dr. Heinz Schlike, que era uno de los científicos punteros que trabajó en el equipo del barón Von Ardenne. Un militar americano, un tal comandante Álvarez, ordenó que los fusibles infrarrojos y Schlike fuesen trasladados rápidamente al laboratorio de Alamogordo, en Nuevo México, donde los científicos americanos seguían con el problema de la detonación de la bomba de plutonio. Los americanos necesitaban que una pequeña esfera formada por 32 porciones de explosivos unidas de forma similar a una pelota, explotasen simultáneamente en una fracción de segundo. Esa era la manera de provocar la llamada implosión de una bola de plutonio, forzándola a alcanzar la densidad y masa crítica necesarias para provocar la explosión atómica. Pueden imaginarse que durante mucho tiempo sus científicos estuvieron ensayando métodos mecánicos y electrónicos de detonación, pero leves diferencias de velocidad en la activación de los fusibles detonantes hacían que los explosivos no explotasen simultáneamente y por ello la implosión del plutonio no sucedía. El Dr. Schlike les dio la solución. Usando los fusibles infrarrojos inventados por Von Ardenne, se conseguía que los 64 fusibles que envolvían a los 32 segmentos de explosivo convencional detonasen a la velocidad de la luz, provocando la implosión necesaria del plutonio. ¡Y lo que es la historia! Fue el propio Dr. Schlike quien instaló los fusibles de la bomba que se probó en Trinity, Nuevo México el 16 de julio de 1945.-Según la versión oficial de los vencedores, fue la primera explosión nuclear de la historia.

»Cuando la bomba estalló sin problemas, todos los observadores y científicos se sorprendieron de la potencia de la explosión. Todos menos el Dr. Heinz Schlike, para el cual no era ninguna sorpresa la prueba atómica. Ya las había presenciado en Rugen. Tras la guerra, el Dr. Schlike siguió trabajando en el proyecto nuclear americano y se benefició del programa Paperclip de reclutamiento masivo de científicos e ingenieros alemanes capturados.




La bomba Little Boy lanzada sobre Hiroshima pesaba 4.500 Kgs y medía 71 cm de diámetro por 3 mts de largo. Era del tipo «cañón» en la cual una pieza de uranio-235 era disparada contra otra pieza en forma de taza produciendo la reacción en cadena. Esta bomba jamás fue probada previamente por los americanos, que simplemente la lanzaron sobre Hiroshima. No es la forma de actuar de un equipo científico serio o quizás ¿ya la habían probado los alemanes?




Fat Man, la bomba lanzada sobre Nagasald pesaba 5 toneladas, medía 3,2 metros de largo por 1,5 metros de diámetro. Utilizaba el método de implosión producida por la reacción en cadena generada por el bombardeo de 64 detonadores que disparaban simultáneamente plutonio hacia un punto central dentro de la estructura de la bomba. Los detonadores de infrarrojos de Von Ardenne capturados en el submarino U-234, fueron cruciales para hacer estallar la bomba »E1 misterio, queridos amigos —Stefan sonrió ante la cara de incredulidad de sus huéspedes— era saber quién era el tal comandante Alvarez. La verdad es que no existió nunca un comandante Alvarez en la marina de los Estados Unidos. El responsable del sistema de detonación del plutonio del Proyecto Manhattan era el Dr. Luis Walter Alvarez. Se disfrazó de militar naval americano para no despertar sospechas entre los marineros alemanes y en particular del Dr. Schlike.


»No debe sorprenderles que un científico se disfrazase para pasar desapercibido entre tropas enemigas capturadas. También se disfrazaron en aquella ocasión los científicos americanos Robert Furman y James Nolan para escoltar sin sospechas el uranio enriquecido capturado en el submarino alemán, a bordo del USS Indianápolis y con destino a Tinian, la inmensa base en el Pacífico Croquis del sistema interno de funcionamiento de las dos bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Como información adicional, falta añadir una tercera bomba atómica como la de Hiroshima lanzada sobre la refinería de petróleo japonesa de Tsuchizaki, cerca de Akita el 14/8/45. Fue una misión de bombardeo realizada por 134 aviones B-29 del ala de bombardeo 315, estacionados en la isla de Guam. La bomba fue llevada por el B-29 «For the Luwa Mike» desde donde salieron las bombas que se lanzaron sobre Japón y desde donde se controlaron muchas de las pruebas nucleares posteriores a la guerra.





»De todas formas, el caso del Dr. Luis W. Alvarez es muy curioso ya que pasó a la historia como el científico que desarrolló los detonadores que se fijaron en la bomba de plutonio, voló como observador científico en la explosión de Hiroshima y obtuvo el Premio Nobel de Física en 1968, por sus descubrimientos en el campo de la tecnología de infrarojos. También se hizo famoso por su teoría de la desaparición de los dinosaurios a consecuencia del impacto de un meteorito. Para Von Ardenne, el Dr. Heinz Schlike y muchos otros técnicos alemanes el olvido absoluto.

»De todas maneras la historia tampoco acabó ahí. Los misterios del desarrollo americano no están resueltos, aunque yo tengo mis propias ideas...

—Qué quiere decir con eso Generalmajor? —indicó Williams—. ¿Qué más cree saber usted de todo este asunto? Me parece que ya hemos oído cosas increíbles hasta ahora.

—Les daré una fecha, 16 de julio de 1945 —Stefan se quedó mirando a sus interlocutores.

—Es la fecha de la prueba de la bomba de plutonio en Alamogordo — contestó el sargento Hanks sin dudarlo.

—Así es sargento Hanks, y ya no hubo más pruebas ya que la bomba funcionaba. Sin embargo, estarán ustedes de acuerdo conmigo en que la bomba que explotó en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, no fue una segunda bomba de plutonio. Era una bomba de uranio y eso hace una gran diferencia. Portaba 60 kilos de uranio enriquecido 235. ¿No ven algo curioso en esta bomba? No solamente es el mismo tipo de uranio que portaba el submarino U-234, sino que la primera bomba atómica de la historia fue lanzada sin una prueba previa. ¿No era un riesgo muy elevado para su país? ¿Cómo pudo suceder?

Hanks y Williams se miraron y no pudieron menos que estar de acuerdo con lo que decia Stefan. Era de una lógica aplastante.

—Jamás había sido probada y se desconocían oficialmente sus efectos. Más tarde, ante las sospechas en la opinión pública que provocó la falta de pruebas previas realizadas con la bomba de uranio, los científicos y técnicos del Proyecto Manhattan alegaron que se trataba de una bomba estructuralmente mucho más simple que la de plutonio y que su detonación no representaba ningún problema. Estaban tan seguros de lo que decían que consideraron innecesaria prueba previa alguna. La verdad es que se desconocía si la bomba de 60 kilos de uranio era más potente que la de 15 kilos de plutonio probada el 16 de julio anterior. Tampoco se sabía si podría producir la temida reacción en cadena atmosférica, con posibles consecuencias en todo el planeta. Las dudas eran enormes y las respuestas fuera de toda lógica científica ¿no lo creen así ustedes? —los dos interlocutores afirmaron con la cabeza la pregunta de Stefan.

»Pues a pesar de estas tremendas preguntas sin respuesta, la bomba de uranio fue la primera bomba atómica en ser usada en guerra. Y se sumaba otro riesgo muy importante: para provocar la máxima destrucción, el sistema de detonación debía activarse a unos 600 metros del suelo, provocando el «efecto paraguas» en la zona de impacto. Por esa razón, la bomba llevaba un sistema muy delicado y que funcionaba según la presión atmosférica durante la caída y controlado por un circuito electrónico muy sensible.

»Imagínense, la bomba debía ser montada en vuelo al aproximarse al objetivo, para que la radiación emitida por el ultra-activo uranio 235, no dañara los circuitos de detonación y provocara que la bomba no estallase en el momento adecuado, o lo que es peor que pudiera explotar en pleno vuelo. También existía el riesgo estadístico ya que un 10% de las bombas aliadas convencionales lanzadas sobre el enemigo en la Segunda Guerra Mundial no estallaron. Si caía intacta podía ser capturada por los japoneses y quizás reutilizada contra Estados Unidos. La bomba de Hiroshima también portaba un pequeño paracaídas, que frenaba su descenso para evitar una variación muy rápida de presión y que pudiera explotar a una altura errónea. Y por último, todas las fotos de la bomba de Hiroshima, llamada por su ejército «Little Boy», pertenecen a maquetas hechas después de la guerra. No hay fotos de la bomba auténtica lanzada ese 6 de agosto, o quizás han sido debidamente ocultadas al público y a los medios de comunicación. De la segunda, la de plutonio que se lanzó sobre Nagasaki tres días después, es decir el 9 de agosto, sí que hay fotos. Incluso se puede apreciar cerca de la cola de la bomba una «G» que viene del alemán Gefahr o Peligro y una flecha por debajo de la letra. La bomba se pintó posteriormente sobre el color verde oscuro original alemán. Recuerden que ambas bombas tenían unos colores muy curiosos que enmascaraban su color de fondo original alemán. La de Hiroshima se pintó en un color azul eléctrico brillante y la de Nagasaki amarilla con bandas marrones.

»La bomba de uranio «Little Boy» que cayó sobre Hiroshima había sido fabricada en Ohrduf por el Dr. Seuffert y su equipo, y la de plutonio «Fat Man» que cayó sobre Nagasaki, había sido fabricada en Innsbruck por el Dr. Stetter y su equipo. Ambas bombas fueron capturadas por sus tropas en su desesperado y rápido avance sobre Alemania, antes de que los soviéticos las pudiesen capturar y conocer sus secretos. Nosotros habíamos bautizado a «Little Boy» como «Wotan» y a «Fat Man» como «Sigfrido». También fueron capturadas como botín de guerra, varias bombas nucleares «pequeñas» de 250 kilos y transportables por un caza, como la que se utilizó el 14/8/1945 sobre la refinería japonesa de Tsuchizaki, cerca de Akita.

—¿Pero qué está diciendo Generalmajor Dórner? El proyecto Manhattan y los científicos que allí trabajaron están fuera de toda duda —Williams parecía molesto—. Sus trabajos fueron perfectamente conocidos en la época y posteriormente. No puedo entender sus palabras.

—Puedo comprender su enojo e incluso su sorpresa, pero le estoy explicando la verdad —Stefan se mostraba tranquilo—. Incluso Churchill y el teniente general Donald Leander Putt, jefe de las USAF en Europa desde octubre de 1944 a agosto de 1945 declararon públicamente sin ambigüedades tras la rendición de Japón, que Alemania disponía de dos bombas atómicas totalmente operativas al acabar la guerra en Europa y gran cantidad de armas nuevas a punto de ser utilizadas en combate. La verdad no siempre gusta señores, pero es la verdad y les puedo añadir que la bomba de uranio no hizo falta que sus científicos la probasen en Alamogordo, ya que conocían perfectamente su uso y sus efectos. Nosotros ya la habíamos probado en la Operación Hagen el 23 de febrero de 1945, sobre la región siberiana de Tunguska.

—Suena increíble, pero ¿qué me dice del uranio enriquecido 235 del submarino alemán? —añadió con satisfacción Williams—. ¿Si no se utilizó entonces en «Little Boy», que se hizo con ese material?

—No es increíble. Incluso Julius Robert Oppenheimer, oficialmente el padre de la bomba y responsable del proyecto Manhattan, afirmó inocentemente en una entrevista televisada sobre la bomba de Hiroshima que «era una bomba que los alemanes ya habían probado, no había nada que investigar, sólo usarla» así de claro. Y con referencia al uranio del submarino, la respuesta es muy sencilla teniente —sonrió Stefan—. El uranio enriquecido se utilizó en las dos bombas que fueron lanzadas en el Atolón de Bikini en julio de 1946, en la llamada Operación Crossroads, sobre 77 barcos de guerra capturados a japoneses y alemanes. Los casi 600 kilos de uranio permitían construir unas 7 u 8 bombas. Recordarán que esa operación pretendía medir los efectos de la explosión atómica sobre una flota enemiga. Una se lanzó desde un B-29 y la segunda, 15 días más tarde, y desde el fondo del mar. La prueba fue satisfactoria, pero el grado de contaminación radioactiva que sufrieron los marineros americanos participantes, fue horroroso.

—Si lo que usted dice es verdad Generalmajor, ¿por qué no se ha dicho públicamente, por qué no se ha explicado la historia como fue? —Williams no salía de su asombro—. Qué puede perder Estados Unidos por revelar esa historia, si resulta cierta...

—Bueno, vuelve a ser muy sencillo, teniente. Partiendo de la exigencia aliada de la rendición incondicional de Alemania sin ningún tipo de negociación, millones de documentos oficiales y civiles sobre la Alemania de Hitler permanecen aún hoy retenidos y sin desclasificar al público, en los archivos secretos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia. También hay varios millones de patentes industriales, médicas y tecnológicas que fueron incautadas o robadas como botín de guerra por los vencedores, sin posibilidad de reclamación. Más de medio siglo de desarrollo humano se ha construido sobre esos desarrollos alemanes —Stefan seguía muy tranquilo su demoledora exposición—. ¿Cuánto dinero vale todo eso y cuánto dinero ha generado ese expolio para las arcas de los vencedores? ¿Cuántos premios Nobel lo han sido por desarrollos que ellos no crearon? La lista de preguntas sin respuesta se hace interminable, teniente. Esa es la historia que nos han hurtado a todos. Según la historia oficial, el régimen de Hitler no pudo crear nada de valor y eso es imposible. Se ha demonizado hasta la exasperación y el ridículo.

—¡Pero no puede usted estar de acuerdo con lo que fue el régimen de Hitler, Generalmajor! La historia nos ha demostrado quién fue el Führer —Williams estaba irritado.

—No he dicho que lo esté, teniente Williams, aunque puedo reconocer las cosas buenas y malas que tuvo —respondió con energía Stefan—. No me parece lógico que los gobiernos de la autoproclamada libertad, con Estados Unidos e Inglaterra a la cabeza, escondan datos históricos a sus electores. ¿Sería posible entonces que el pueblo viese la historia bajo otra perspectiva y reclamasen la realidad de lo que pasó? ¿Pedirían cuentas a los que provocaron la mentira? y ¿quiénes fueron en realidad y por qué?

—Como americanos, esto lo saben ustedes muy bien: según el Acta Americana de Ubertad de Información, cualquier documento secreto debe ser hecho público al transcurrir treinta años desde su clasificación como tal. No sé si lo saben, pero el 16 de febrero de 1999, el departamento de Defensa americano declaró en carta pública, en su sección 13-A2, que la desclasificación de todos los documentos alemanes todavía en poder del gobierno americano y considerados altamente confidenciales, causarían un grave daño a la seguridad y prestigio nacional.

Stefan se quedó mirando a sus interlocutores, como esperando su respuesta. A los pocos segundos y sin obtener respuesta de los mismos, continuó:

—Con casi 60 años desde el final de la guerra mundial, me pregunto ¿cuál es el contenido tan secreto, peligroso o dañino que los documentos relativos a la Alemania de Hitler pueden tener en la actualidad? ¿Por qué siguen clasificados y negados a la opinión pública, a los medios de comunicación y sobre todo a la historia de la humanidad? Su gobierno ha dicho que deberán pasar 100 años, es decir en el año 2039 para desclasificarlos totalmente. Ya no viviremos para verlo...

 


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