¿Un búnker infranqueable?
- Aunque los cardenales jurarán no revelar lo que se hable en la Capilla, Lombardi asegura que «se hará un barrido electrónico»
Los más de 100 miembros de la Guardia Suiza que custodiarán la muralla vaticana, la Capilla Sixtina y la residencia de Santa Marta podrían no ser suficientes a la hora de preservar el secreto de todo aquello que rodea a la elección del Sumo Pontífice. Como ocurrió en el cónclave de 2005, el portavoz del Vaticano, el cardenal Federico Lombardi, anunció que se dispondrán de los dispositivos necesarios para el «barrido electrónico» de la Sixtina. Ahora bien, ¿es posible burlar el «blindaje» del Vaticano? ¿Prohibir los móviles a los cardenales y utilizar inhibidores de frecuencia serán medidas suficientes? Casos como el del reciente «hacker» que se «coló» entre los purpurados denota que hasta la seguridad más rigurosa puede ser eludida con un poco de ingenio.
Así, si la Santa Sede hace bien los «deberes», contará durante estos días con la acción de al menos tres tipos de inhibidores de frecuencia. Unos aparatos que, según dictan las leyes europeas, sólo pueden ser adquiridos por organismos oficiales. Así, Itziar Martínez, responsable de La Tienda del Espía, explica que se necesitaría uno para inhibir específicamente señales wifi y teléfonos, que trabajan en frecuencias de entre 900 y 1.800 MHz, otro para cámaras, que van de 1,2 y 4 GHz; y, además, un tercero para los siempre indiscretos micrófonos que transmiten en una frecuencia de 400 y 800 MHz. «El inhibidor corta toda aquella frecuencia que implique transmitir por radio. Es imposible, por ejemplo, que un móvil tenga señal», afirma Martínez. Y tampoco hay que olvidar que las murallas vaticanas dificultarían la acción de supuestos «espías» que estén esperando al otro lado. «Los obstáculos apantallan todo lo que sea transmisión por vía radio. Y dificultan la acción, aunque algo se podría escuchar», añade.
«Lo que deben hacer previamente es utilizar medidores de espectro», afirma a este diario un distribuidor on-line de inhibidores. Y es que los medidores se utilizan para saber que algo fuera de lo normal está funcionando y que «está transmitiendo un espectro». Entonces, ¿es imposible? Habría excepciones. Martínez explica que «los inhibidores para micrófonos no son muy corrientes; prácticamente, hay que pedir que te los fabriquen». Estos micrófonos funcionan vía GSM. Los más pequeños apenas superan el tamaño de una moneda de un euro, mientras que otros se «camuflan» en «pen-drives». Los aparatos llevan incorporadas tarjetas de móvil; así, sólo hace falta, por ejemplo, dejarlo oculto en un despacho, llamar desde otro teléfono para activarlo y escuchar las conversaciones. Eso sí: en estos tamaños tan pequeños, la distancia no puede ser superior a los 100 metros.
«A todo en este mundo se le puede engañar. Y a los inhibidores también. Además, se puede hacer de forma barata y con cosas que pueden encontrarse fácilmente en el mercado. Pero no las puedo decir», afirma el distribuidor de inhibidores.
Mientras, las grabadoras supondrían un método más «artesanal». Ante la imposibilidad de que puedan transmitir por radio, bastaría con que un visitante la hubiera dejado oculta durante uno de los días previos al cierre de la Capilla Sixtina. Las hay del tamaño de la hebilla de un cinturón. Sin embargo, en este caso no habría transmisión alguna: alguien debería recoger la grabadora y, posteriormente, descargarse la información en un ordenador.
«Durante los cónclaves se confía en la lealtad de las personas que intervienen», afirma Josep Ignasi Saranyana, miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y profesor ordinario emérito de Historia de la Teología en la Universidad de Navarra (UNAV), que recuerda que los cardenales no pueden tener ninguna comunicación con el exterior: «Ni prensa, ni televisión, ni llamadas telefónicas».
Esa política de confianza no se aplica sólo a los cardenales, sino también al personal que asistirá a los purpurados en la residencia de Santa Marta. Un servicio «mínimo» que incluye a los que asisten en las mesas, a las religiosas que preparen a diario la capilla... «Todos ellos estarán bajo el sigilio y se confía en ellos», asegura Saranyana. El profesor de la UNAV confía en que no se produzcan registros a los cardenales. Y es que «sólo pueden ir de la Sixtina a Santa Marta, pasando por los jardines de San Pedro». De hecho, dice, los cardenales son «visibles» en este recorrido desde algún acceso, como el pasillo que conduce desde la basílica hasta la Sacristía Mayor. Y ya de por sí, para acceder a Santa Marta, las medidas de seguridad son infranqueables. «Hay que pasar dos barreras: primero, la de la Guardia Suiza; y después, otra más estricta de la Gendarmería italiana», explica.
Y, por supuesto, parece quedar descartado que se produzca ninguna revelación por parte de los implicados. «Aquellos que hablen de forma expresa o directa serán castigados automáticamente con la pena de excomunión por la revelación directa del sigilo», dice Saranyana. Otro caso diferente, indica, sería una revelación indirecta debida, por ejemplo, a un exceso de «locuacidad».
Monseñor Leskovar, el agente 007 del vaticano
Así, si la Santa Sede hace bien los «deberes», contará durante estos días con la acción de al menos tres tipos de inhibidores de frecuencia. Unos aparatos que, según dictan las leyes europeas, sólo pueden ser adquiridos por organismos oficiales. Así, Itziar Martínez, responsable de La Tienda del Espía, explica que se necesitaría uno para inhibir específicamente señales wifi y teléfonos, que trabajan en frecuencias de entre 900 y 1.800 MHz, otro para cámaras, que van de 1,2 y 4 GHz; y, además, un tercero para los siempre indiscretos micrófonos que transmiten en una frecuencia de 400 y 800 MHz. «El inhibidor corta toda aquella frecuencia que implique transmitir por radio. Es imposible, por ejemplo, que un móvil tenga señal», afirma Martínez. Y tampoco hay que olvidar que las murallas vaticanas dificultarían la acción de supuestos «espías» que estén esperando al otro lado. «Los obstáculos apantallan todo lo que sea transmisión por vía radio. Y dificultan la acción, aunque algo se podría escuchar», añade.
«Lo que deben hacer previamente es utilizar medidores de espectro», afirma a este diario un distribuidor on-line de inhibidores. Y es que los medidores se utilizan para saber que algo fuera de lo normal está funcionando y que «está transmitiendo un espectro». Entonces, ¿es imposible? Habría excepciones. Martínez explica que «los inhibidores para micrófonos no son muy corrientes; prácticamente, hay que pedir que te los fabriquen». Estos micrófonos funcionan vía GSM. Los más pequeños apenas superan el tamaño de una moneda de un euro, mientras que otros se «camuflan» en «pen-drives». Los aparatos llevan incorporadas tarjetas de móvil; así, sólo hace falta, por ejemplo, dejarlo oculto en un despacho, llamar desde otro teléfono para activarlo y escuchar las conversaciones. Eso sí: en estos tamaños tan pequeños, la distancia no puede ser superior a los 100 metros.
«A todo en este mundo se le puede engañar. Y a los inhibidores también. Además, se puede hacer de forma barata y con cosas que pueden encontrarse fácilmente en el mercado. Pero no las puedo decir», afirma el distribuidor de inhibidores.
Mientras, las grabadoras supondrían un método más «artesanal». Ante la imposibilidad de que puedan transmitir por radio, bastaría con que un visitante la hubiera dejado oculta durante uno de los días previos al cierre de la Capilla Sixtina. Las hay del tamaño de la hebilla de un cinturón. Sin embargo, en este caso no habría transmisión alguna: alguien debería recoger la grabadora y, posteriormente, descargarse la información en un ordenador.
«Durante los cónclaves se confía en la lealtad de las personas que intervienen», afirma Josep Ignasi Saranyana, miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas y profesor ordinario emérito de Historia de la Teología en la Universidad de Navarra (UNAV), que recuerda que los cardenales no pueden tener ninguna comunicación con el exterior: «Ni prensa, ni televisión, ni llamadas telefónicas».
Esa política de confianza no se aplica sólo a los cardenales, sino también al personal que asistirá a los purpurados en la residencia de Santa Marta. Un servicio «mínimo» que incluye a los que asisten en las mesas, a las religiosas que preparen a diario la capilla... «Todos ellos estarán bajo el sigilio y se confía en ellos», asegura Saranyana. El profesor de la UNAV confía en que no se produzcan registros a los cardenales. Y es que «sólo pueden ir de la Sixtina a Santa Marta, pasando por los jardines de San Pedro». De hecho, dice, los cardenales son «visibles» en este recorrido desde algún acceso, como el pasillo que conduce desde la basílica hasta la Sacristía Mayor. Y ya de por sí, para acceder a Santa Marta, las medidas de seguridad son infranqueables. «Hay que pasar dos barreras: primero, la de la Guardia Suiza; y después, otra más estricta de la Gendarmería italiana», explica.
Y, por supuesto, parece quedar descartado que se produzca ninguna revelación por parte de los implicados. «Aquellos que hablen de forma expresa o directa serán castigados automáticamente con la pena de excomunión por la revelación directa del sigilo», dice Saranyana. Otro caso diferente, indica, sería una revelación indirecta debida, por ejemplo, a un exceso de «locuacidad».
Monseñor Leskovar, el agente 007 del vaticano
Para luchar contra el espionaje, nada mejor que el contraespionaje. A raíz del «caso Vatileaks» –la revelación de documentos del Vaticano por parte del ex mayordormo del Papa, Paolo Gabriele– Benedicto XVI optó por contar con los servicios de Mitja Leskovar, un sacerdote esloveno conocido popularmente como «Monseñor 007». ¿Su misión? Implementar los nuevos procedimientos de seguridad en la transmisión de informes confidenciales entre el Vaticano y sus nuncios papales dentro de la Secretaría de Estado. Como buen experto en espionaje, Leskovar no quiere hacer declaraciones. «No estoy autorizado para responder preguntas», afirma.
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