EE UU culmina la primera parte de su retirada de Afganistán
En total, 30.000 soldados se repliegan esta semana, mientras su comandante ordena la suspensión de las operaciones conjuntas con los afganos
David Alandete Washington19 SEP 2012 - 07:45 CET
En esta semana están abandonando Afganistán los 30.000 soldados que en 2009 conformaron el refuerzo ordenado por el presidente Barack Obama para ayudar a la OTAN a retomar el control de los bastiones talibanes de Helmand y Kandahar. Se repliegan cuando en ambas provincias ha descendido el número de ataques, pero en el contexto de un notable incremento de las infiltraciones de insurgentes entre los rangos de las fuerzas armadas afganas, que precisamente ahora asumen, gradualmente, la labor de proteger al Gobierno de Kabul y a la población civil.
Más de 50 soldados extranjeros han fallecido en lo que va de año en los llamados ataques fratricidas. El domingo, en la provincia de Zabul, miembros del cuerpo de policía de Afganistán aniquilaron a cuatro uniformados aliados, en el ataque fratricida número 59 registrado este año. Tal ha sido la tensión, y tan grandes los recelos entre los soldados afganos y los de la OTAN, que el lunes el comandante al mando de las tropas extranjeras, general del Marine Corps John Allen ordenó la suspensión de todas las operaciones conjuntas.
Una de las intenciones de Barack Obama era que a lo largo de este mes, tras la retirada de 30.000 soldados que acaba esta semana, las tropas afganas asumieran más responsabilidades, y que se incrementaran las operaciones conjuntas. Ese objetivo ha quedado ahora en suspenso. Aun así, ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que “la transición ideada por el presidente seguirá adelante”. "Los comandantes están centrados en la seguridad de nuestras tropas y toman las medidas que consideran adecuadas”, añadió.
Quedan ahora en Afganistán 68.000 soldados norteamericanos. Los últimos del primer gran contingente en abandonar Afganistán habrán abandonado el país antes del fin de semana. Dejan la misión bélica con el mismo nivel de tropas que había en los últimos años de la administración de George W. Bush, cuando los talibanes se hicieron fuertes en Helmand y Kandahar. Obama ha ordenado la retirada total para antes de 2015. Desde que comenzara la guerra, en 2001, han muerto en Afganistán 3.187 soldados extranjeros, según el recuento que realiza la organización independiente icasualties.org.
El refuerzo en Helmand y Kandahar, en el sur del país, ha obligado a los insurgentes a recurrir a nuevos medios para atacar no sólo a las tropas extranjeras, sino también a los civiles. Junto a las infiltraciones en las fuerzas armadas afganas, los insurgentes han recurrido a los ataques suicidas, muchos de ellos en las inmediaciones de la capital del país. El último ocurrió el lunes, cuando una mujer detonó un artefacto explosivo contra un autobús que transportaba a contratistas afganos y extranjeros -en su mayoría rusos y sudafricanos- al aeropuerto de Kabul. Murieron, en total, 12 personas.
Tampoco puede decirse que Helmand y Kandahar hayan quedado libres de amenazas. El ejército afgano tiene poco alcance allí. El viernes, en un ataque muy sofisticado, la insurgencia logró penetrar la base de Camp Bastion, en Helmand, donde dañó seis aviones de combate, y aniquiló a dos marines. Ambas provincias siguen siendo el escenario de constantes ataques, convencionales, contra las tropas, y de atentados suicidas dirigidos contra los civiles. En agosto, los insurgentes decapitaron a 17 personas por participar en una fiesta mixta, con hombres y mujeres, en la que hubo música y baile.
En noviembre, después de las elecciones presidenciales, el general Allen le notificará al presidente Obama cuáles considera que son los plazos de retirada más realistas, dado el progreso en el conjunto del país. El presidente decidirá entonces cómo organiza la retirada para la fecha límite de finales de 2014. La cúpula del Pentágono considera que el refuerzo ordenado por Obama en 2009 ha sido un “gran éxito”. Este rearme fue diseñado a imitación del que Bush ordenó en Irak, que permitió debilitar a la insurgencia en aquel país, un requisito indispensable para la retirada del año pasado.
Más de 50 soldados extranjeros han fallecido en lo que va de año en los llamados ataques fratricidas. El domingo, en la provincia de Zabul, miembros del cuerpo de policía de Afganistán aniquilaron a cuatro uniformados aliados, en el ataque fratricida número 59 registrado este año. Tal ha sido la tensión, y tan grandes los recelos entre los soldados afganos y los de la OTAN, que el lunes el comandante al mando de las tropas extranjeras, general del Marine Corps John Allen ordenó la suspensión de todas las operaciones conjuntas.
Una de las intenciones de Barack Obama era que a lo largo de este mes, tras la retirada de 30.000 soldados que acaba esta semana, las tropas afganas asumieran más responsabilidades, y que se incrementaran las operaciones conjuntas. Ese objetivo ha quedado ahora en suspenso. Aun así, ayer el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que “la transición ideada por el presidente seguirá adelante”. "Los comandantes están centrados en la seguridad de nuestras tropas y toman las medidas que consideran adecuadas”, añadió.
Quedan ahora en Afganistán 68.000 soldados norteamericanos. Los últimos del primer gran contingente en abandonar Afganistán habrán abandonado el país antes del fin de semana. Dejan la misión bélica con el mismo nivel de tropas que había en los últimos años de la administración de George W. Bush, cuando los talibanes se hicieron fuertes en Helmand y Kandahar. Obama ha ordenado la retirada total para antes de 2015. Desde que comenzara la guerra, en 2001, han muerto en Afganistán 3.187 soldados extranjeros, según el recuento que realiza la organización independiente icasualties.org.
El refuerzo en Helmand y Kandahar, en el sur del país, ha obligado a los insurgentes a recurrir a nuevos medios para atacar no sólo a las tropas extranjeras, sino también a los civiles. Junto a las infiltraciones en las fuerzas armadas afganas, los insurgentes han recurrido a los ataques suicidas, muchos de ellos en las inmediaciones de la capital del país. El último ocurrió el lunes, cuando una mujer detonó un artefacto explosivo contra un autobús que transportaba a contratistas afganos y extranjeros -en su mayoría rusos y sudafricanos- al aeropuerto de Kabul. Murieron, en total, 12 personas.
Tampoco puede decirse que Helmand y Kandahar hayan quedado libres de amenazas. El ejército afgano tiene poco alcance allí. El viernes, en un ataque muy sofisticado, la insurgencia logró penetrar la base de Camp Bastion, en Helmand, donde dañó seis aviones de combate, y aniquiló a dos marines. Ambas provincias siguen siendo el escenario de constantes ataques, convencionales, contra las tropas, y de atentados suicidas dirigidos contra los civiles. En agosto, los insurgentes decapitaron a 17 personas por participar en una fiesta mixta, con hombres y mujeres, en la que hubo música y baile.
En noviembre, después de las elecciones presidenciales, el general Allen le notificará al presidente Obama cuáles considera que son los plazos de retirada más realistas, dado el progreso en el conjunto del país. El presidente decidirá entonces cómo organiza la retirada para la fecha límite de finales de 2014. La cúpula del Pentágono considera que el refuerzo ordenado por Obama en 2009 ha sido un “gran éxito”. Este rearme fue diseñado a imitación del que Bush ordenó en Irak, que permitió debilitar a la insurgencia en aquel país, un requisito indispensable para la retirada del año pasado.
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