George Patton, el almirante Nelson… son muchos los héroes y personajes ilustres que alberga la historia. Sin embargo, probablemente habría que pensar un poco más para poder enumerar alguno español, y es que, aunque los hay a cientos, parece más sencillo fijarse en los extranjeros. Pero, aún con todo, existen, y un ejemplo de ello es el Regimiento Alcántara 14 de caballería, una unidad española que, durante la gran matanza de Annual, cubrió la retirada de sus compañeros a costa de la muerte de casi todos sus integrantes.
Para hallar la heroica actuación del Alcántara es necesario retroceder en la historia hasta uno de los episodios más trágicos para nuestro país: la Guerra del Rif. Esta se inició aproximadamente en 1912 cuando se cedieron oficialmente a España unos 20 000 km cuadrados de territorio Marroquí cerca de Melilla. En ese momento comenzó la discordia, pues las tribus rifeñas se levantaron contra los españoles en una guerra que vería su final muchos años después.
El levantamiento rifeño
El episodio que llevó a los jinetes del Alcántara a morir se desarrolló a partir de 1920. Ese año, el comandante general de Melilla, Manuel Fernández Silvestre, avanzó por el territorio rifeño con la intención de llegar a la ciudad de Alhucemas. En el trayecto, pretendía someter a los rebeldes haciendo uso de la política de mano dura. Pero el plan no salió como se esperaba y comenzaron las dificultades, favorecidas entre otras cosas por el precario equipamiento de los soldados españoles y una mala política de blocaos (pequeñas fortificaciones a las que era muy dificultoso suministrar agua).
El calvario había comenzado, los rifeños, liderados por
Abd el-Krim, tomaron las posiciones españolas de Abarrán (donde pasaron a todos los españoles por la espada) como preludio a la masacre que se avecinaba. Por otro lado, el comandante
Julio Benítez tomó el territorio de Igueriben en un intento de
seguir avanzando sobre el Rif, pero ya era tarde, sus tropas quedaron cercadas. Ante el asedio, Silvestre salió de Melilla con todos los efectivos posibles en su ayuda. Sin embargo, Benítez no logró resistir y su posición cayó. La suerte estaba echada.
Las noticias no eran halagüeñas, tras el desmoronamiento de Benítez 18.000 rifeños cercaron el campamento de Silvestre en el territorio marroquí de Annual. Además, la moral de los 5.000 españoles atrincherados en el lugar no podía ser más baja y los soldados se dejaron llevar por el pánico. Esto obligó al oficial a tomar la decisión de que sus hombres abandonasen el campamento y huyeran hasta Melilla. Entre gritos de pánico y miedo, los soldados españoles iniciaron una retirada caótica el 22 de julio de 1921 que sin duda habría costado la vida a muchos militares de no ser por la ayuda de los héroes del Alcántara.
Primeras cargas del Alcántara
El Regimiento Alcántara entró entonces en escena cuando se le ordenó cubrir la retirada del ejército español. Así, los casi
700 jinetes tomaron parte en la contienda realizando múltiples cargas para proteger a sus compañeros.
Juan Luis Sanz y Calabria, coronel jefe del
Regimiento de Caballería Acorazada «Alcántara» nº 10 (la misma unidad que protagonizó los heroicos hechos hace casi 100 años), explica que, para los jinetes, todo comenzó «un caluroso julio de 1921». Según el coronel, el día 22 la unidad «salió muy de mañana a acompañar y proteger un destacamento que iba a ocupar una posición que impedía que se cortara el paso de Izumar», un desfiladero en territorio del Rif.
«Mientras se ejecutaba la protección, se ordenó la evacuación de la posición de Annual con más de 5000 hombres y el General 2º Jefe mandó que el Regimiento cubriera la retirada» explica Sanz y Calabria. «Antes de que diera tiempo a llegar a Izumar, se encontraron con una avalancha que huía en tropel y completo desorden y que eran tiroteados desde las alturas».
Según el coronel, en ese momento los jinetes tomaron la decisión de proteger a sus compañeros a toda costa. «El Teniente Coronel Primo de Rivera, jefe accidental del ‘Alcántara’, vio como el enemigo trataba de cortar el paso a los que huían, por lo que reunió a sus Oficiales y les dijo que era el momento de sacrificarse por la Patria. A partir de ese momento comenzó la actuación heroica del Regimiento» determina Sanz y Calabria.
«Primero se calmó a los que huían y se puso algo de orden obligándoles a marchar entre la formación del Regimiento, sin rebasarla, para protegerles del fuego que recibían desde las cotas inmediatas. El ‘Alcántara’ comenzó a enviar pequeñas partidas a ocupar las alturas y desalojar al enemigo, que evitaba la confrontación directa. Una vez pasó la columna de Annual, se continuó haciendo fuego sobre el enemigo y acabando con él en su totalidad hasta la llegada a Ben Tieb, donde dejaron a los soldados heridos de la columna de Annual que habían transportado en la grupa de los caballos», afirma el coronel.
23 de julio, el día interminable
Según Sanz y Calabria, el 23 fue el día más duro para la unidad. «Se ordenó al Regimiento que se dirigiera a cubrir a las tropas de Ababda, Ain Kert, Azib de Midar, Cheif, Karra Midar y Tafersit» afirma el coronel. En ese momento, los jinetes se dividieron en secciones para poder cubrir un mayor terreno y participar en todas las retiradas posibles de las diferentes «columnas» de soldados españoles que huían. 700 caballeros tuvieron así que dar protección a más de 5.000 de sus compañeros hasta llegar a la ciudad segura de Drius.
Una de las primeras de estas columnas que entró en combate fue la de
Cheif, la cual fue duramente atacada. Los jinetes del Alcántara encargados de su protección no lo dudaron y cabalgaron en su ayuda. «El Teniente Coronel Primo de Rivera
salió con los Escuadrones al galope haciendo varias cargas, llegando al cuerpo a cuerpo y persiguiendo con fuego al enemigo para aniquilarlo o dispersarlo» explica el coronel. Sin embargo, aunque los soldados que huían se consiguieron salvar,
la unidad sufrió muchas pérdidas. «La columna de Cheif llego a Drius y los escuadrones del ‘Alcántara’ también, pero con más de 70 heridos y muertos. Eran las 11 de la mañana» explica Sanz y Calabria.
«Media hora después salió una Sección a proteger el repliegue de la posición de Karra Midar, y después de comer, ya sobre las doce del mediodía salieron todos los escuadrones para cubrir la retirada de Tafersit y Azib de Midar, que eran hostigadas con abundante fuego de fusilería. El Regimiento cargó contra ellos dispersándo y matando a algunos de ellos» sentencia el coronel.
La defensa del convoy
Sin embargo, los problemas se empezaron a amontonar, ya que algunas columnas de soldados y vehículos tuvieron que enfrentarse al duro terreno rifeño en su huída, lo que provocó que el Alcántara tuviera que acudir en su ayuda. « En el rio Igan se quedaron atascados algunos vehículos que fueron tiroteados por los rebeldes» explica el coronel. Por ello, se ordenó a los jinetes proteger el camino de este convoy tras todas las cargas que ya habían realizado. «Era la una y media cuando el Alcántara montó de nuevo y partió» explica Sanz y Calabria.
Tras férreos combates, los jinetes llegaron con dificultades hasta el río, donde los vehículos (la mayoría ambulancias) habían sido destrozados y sus conductores asesinados. Tras conocer el destino de sus compañeros, los jinetes del Alcántara volvieron a protagonizar una nueva carga como venganza. Cada vez aumentaba más el número de bajas.
Sin embargo, tras esta victoria, la desesperación volvería a sacudir a los jinetes pues, mientras regresaban a Drius, vieron desde la lejanía como la ciudad estaba en llamas: los rifeños habían atacado y destruido aquello por lo que llevaban dos días luchando, la seguridad de los soldados españoles que se retiraban. Pero, a pesar de todo, su cometido aún no había tocado a su fin, pues una última columna de supervivientes de la ciudad asediada requería su protección hasta llegar a la zona de Monte Arruit.
La última carga del Alcántara
Nuevamente el objetivo estaba claro, el problema surgió cuando los rifeños tomaron posiciones al otro lado del río Igan, lugar desde el cual atacaron la columna de soldados españoles. Finalmente, el regimiento de caballeros recibió la que sería la última orden de carga de ese día: era necesario cruzar el cauce y acabar con los rebeldes para salvar la vida de los que se retiraban.
«El Teniente Coronel Primo de Rivera sabía que esos puntos serían imposibles de franquear por la columna en el estado en el que estaba, y, ya bajo intenso fuego, ordenó el ataque a los rebeldes» explica el coronel. Así, y con una fuerza muy inferior en número a los marroquíes, los jinetes del Alcántara se lanzaron contra sus líneas. Sabían que probablemente morirían, pero eso no les detuvo.
Al llegar al cuerpo a cuerpo, y ante la imposibilidad de usar sus Carabinas Mauser por falta de espacio, los jinetes se decidieron a combatir con su espada-sable «Puerto Seguro». La lucha fue sangrienta e, incluso, los miembros del Alcántara se vieron obligados en alguna ocasión a retirarse y reagruparse, pero sólo fue para cargar nuevamente contra el enemigo con mucho más ímpetu. Finalmente, no sólo lograron entretener a los rifeños, sino que les vencieron y les obligaron a huir.
Eso sí, al final el combate la imagen era dantesca, de los casi 700 integrantes del Alcántara, el 80% habían caído y otro 12% más había sido capturado. Pero, no hay que olvidar que menos de mil jinetes consiguieron poner en jaque a todo un ejército enemigo.
Una condecoración «debida»
Este innombrable acto de heroicidad provocó que la unidad fuera propuesta para la
«Cruz Laureada de San Fernando» (en su categoría colectiva), la más preciada condecoración militar española. Pero, aunque esta petición se realizó en 1929, el proceso se detuvo por razones desconocidas hasta hace pocos años. Al final, después de 91 años, la unidad recibirá este reconocimiento de manos de Su Majestad el Rey el próximo 1 de octubre. De esta forma, la bandera del Regimiento de Caballería Acorazado «Alcántara« nº 10 lucirá para siempre una corbata roja indicando que sus integrantes
se sacrificaron en su día no sólo por España, sino por sus amigos y compañeros.
4 preguntas Juan Luis Sanz y Calabria
¿Cuántos soldados del «Alcántara» fallecieron en Annual ?
El 22 de Julio de 1921, el Regimiento tenía personal en distintos puestos. Unos estaban agregados a distintos cuerpos, otros en Melilla en destinos varios, otros en los fuertes de Cabrerizas y Rostrogordo (Melilla) y algunos más en hospitales o con licencia por enfermedad. Los que quedaban eran los que estaban ‘en el campo’, que era el grueso del Regimiento y que en la fecha dada eran 691, desde el Coronel al último soldado. Al acabar la retirada de Annual, incluyendo los sucesos de Zeluán, Zoco el Telatza y Monte Arruit, faltaron, entre muertos, heridos y prisioneros los siguientes: De 4 Jefes, 3 muertos y 1 herido. De 30 Oficiales, 21 muertos, 4 heridos y 4 prisioneros De 6 Suboficiales, 5 muertos, y 1 prisionero De 20 Sargentos, 18 heridos y 1 prisionero. De 14 herradores, 11 muertos y 2 prisioneros De 63 Cabos, 53 muertos y 6 prisioneros De 13 Trompetas, 13 muertos De 17 Soldados de 1ª, 14 muertos y 2 heridos De 524 Soldados de 2ª, 403 muertos y 53 prisioneros. En definitiva, de 691 efectivos del Regimiento, 541 muertos, 7 heridos y 67 prisioneros.
¿Por qué cargaron aún sabiendo que morirían?
Se consiguió que mandos y tropas formaran una entidad única, lo que debe ser una Unidad. Esa entidad estaba animada por unos valores e ideales que se vivían. Los escuadrones estaban permanentemente destacados, con sus mandos, en los que tenían confianza ciega, y sus Oficiales y Suboficiales querían y respetaban a su tropa. Su instrucción era excelente y su moral altísima. Así, con esos parámetros, es fácil entender que asuman que la vida militar puede llevar a la muerte, y que si viene no se le puede dar la espalda.
¿Por qué no se entregó antes la condecoración al «Alcántara»?
La Cruz Laureada de San Fernando exige un trámite arduo y difícil. Hay que realizar un juicio contradictorio en el que es necesario oír a todas las partes y testimonios. Además, las circunstancias finales del Regimiento y de la Comandancia General de Melilla al acabar la campaña del Desastre de Annual eran terribles, y la situación política de España también. Del Regimiento pocos había a quien interrogar después de la caída de Monte Arruit, pues muchos de los supervivientes eran prisioneros en Axdir, y el resto estaban muertos o heridos. Luego vino la disolución de la unidad y la guerra civil. A partir de 1944 se refundó con muchos traslados, reorganizaciones, cambios de material y otras situaciones que no permitieron retomar el expediente. Así ha sido hasta 2005, cuando se inició este nuevo proceso que ha culminado el 1 de Junio con la concesión.
¿Qué fue del «Alcántara» tras la batalla?
Los supervivientes de las cargas del río Igán fueron los responsables de la defensa de la puerta principal de la posición de Monte Arruit, donde corrieron la misma suerte que el resto de los componentes de la guarnición, asesinados en su mayor parte, el 9 de agosto.
Por otro lado, ocho oficiales y 125 soldados de tropa participaron en la defensa de la Alcazaba de Zeluán, los cuales también murieron. Un oficial y 30 soldados de tropa se sumaron a los defensores del Aeródromo de Zeluán, que sucumbió a la vez que la Alcazaba. Los ocho soldados que había en Isafhén muriendo en su defensa. Y de la sección de Zoco El Telatza, tras realizar la protección de la fuerza que se encontraba en esta posición a zona francesa, tan solo sobrevivieron 9.
El personal del Regimiento que se encontraba en la plaza de Melilla, participó en la defensa de ésta, y junto con los miembros de los escuadrones que se iban incorporando, organizaron dos escuadrones de sables que tomaron parte en las primeras acciones de reconquista en el mes de septiembre de ese mismo año.Finalmente, con el paso de los meses el Regimiento se volvió a completar con todos sus efectivos, participando en la reconquista de territorio, y posteriormente en su pacificación hasta el fin de la campaña en 1926, permaneciendo en la zona del protectorado hasta 1930, año en que se trasladó a Badajoz. Al año siguiente fue disuelto para recrearse otra vez en 1944.
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«Héroes de Igueriben, resistid unas horas más. Lo exige el buen nombre de España»
El Gobierno condecora al Regimiento de Caballería de Alcántara. ABC recupera la historia de otros héroes de la Guerra del Rif
Igueriben es la punta de lanza del temerario plan del general Manuel Fernández Silvestre para asegurar el control del protectorado español en Marruecos. Decidido a avanzar hasta Alhucemas, Silvestre no ha considerado que las cabilas rifeñas, bajo el mando de Abd el-Krim, preparan la guerra contra los españoles, un ejército de trabajadores y labriegos, mal equipados y protagonistas a la fuerza de una aventura colonial cuyos objetivos la mayoría no comprenden.
Allí, en Igueriben, están el abnegado Benítez y sus 350 hombres.. El 14 de julio
Abd el-Krim inicia el hostigamiento a la posición. El 17 de julio, las cosas empeoran porque los improvisados artilleros rifeños van afinando y los obuses comienzan a caer dentro de la posición. La guarnición se defiende sin descanso. Junto al parapeto, disparan todo el día bajo el implacable sol del Rif. Los heridos, sin atender porque no hay médico ni medicinas, también. Pero lo peor es la sed. El pozo más cercano queda a varios kilómetros y solo asomar el cogote ya supone jugárselo. La única esperanza es que desde Annual el general Silvestre logre romper el cerco y auxilie la posición. Benítez confía en su general y contagia su entusiasmo a la tropa. El
teniente Casado Escudero, uno de los pocos supervivientes, refirió que «el comandante dirigió sin descanso la defensa (…), elevando la moral y su figura era admirada por todos los defensores, que desde el primer momento depositaron en él fe ciega por su bizarría».
«Los de Igueriben no se rinden»
La noche del 18, los moros se acercan tanto que pueden escucharse sus insultos a los oficiales y su oferta a los soldados: si se rinden, podrán volver ilesos a Annual. Los españoles responden gritando vivas a España y disparando. Benítez escribirá: «Los defensores de Igueriben mueren pero no se rinden».
El comandante Benítez
Al día siguiente, Silvestre, que no está de brazos cruzados, comunica por heliógrafo que «se hallan concentradas en Annual numerosas fuerzas que han de convoyar los socorros de que tan necesitada está la posición. La Patria atenta a vuestro gallardo esfuerzo sabrá pronto recompensar vuestros sacrificios». Benítez sigue creyendo, pero las condiciones son cada vez más insoportables. Las ametralladoras comienzan a quedar inutilizadas por el constante uso y el calor. Hombres y armas se derriten.
El día 20, Benítez escribe angustiado a su general: «Tenemos muertos y heridos, carecemos de agua y de víveres y la gente se ve precisada a permanecer día y noche en el parapeto para tener a raya al adversario». Silvestre contesta: «Héroes de Igueriben, resistid unas horas más. Lo exige el buen nombre de España». Benítez responde embravecido: «Esta guarnición jura a su general que no se rendirá más que a la muerte».
Pero la ayuda sigue sin llegar y Benítez vuelve a comunicar con Annual: «Es horrenda la sed; se han bebido la tinta, la colonia, los orines mezclados con azúcar. Se echan arenilla en la boca para provocar en vano la salivación. Los hombres se meten desnudos en los hoyos que se hacen para gustar el consuelo de la humedad. Se ahogan con el hedor de los cadáveres». Al otro lado, Silvestre, que ha errado en la estrategia pero sufre por sus soldados, lo intenta. Pero no puede. Una tras otra, las expediciones de aprovisionamiento son masacradas por el enemigo. Los españoles recorren penosamente angostos desfiladeros y escarpados riscos en los que son el blanco perfecto para los tiradores moros, que disparan a placer protegidos por la orografía de su tierra. El terreno que Silvestre creía expedito se revela una trampa mortal.
Mientras, a Igueriben llega una nueva oferta de rendición. Pese a su agónica situación, los defensores reiteran su negativa disparando exhaustos a las sombras. El 20 de julio, Silvestre ha decidido jugarse el todo por el todo: «Resistid esta noche y mañana os juramos que seréis salvados o quedaremos todos en el campo del honor». Tan audaz como insensato, el veterano general de caballería organiza unos escuadrones a cuyo frente él personalmente se propone atravesar las líneas enemigas. Solo los ruegos de sus oficiales lo disuaden. Finalmente ordena el despliegue de todas las fuerzas disponibles en Melilla, que queda así desprotegida. Todo será inútil. Cada intento es una sangría y es ya el mismo campamento de Annual el que está rodeado de rifeños. Silvestre, desquiciado, autoriza por fin la evacuación de Igueriben.
Arenga entre tiros y bombazos
Solo entonces, abandonado, se permite Benítez palabras agrias. Irritado, escribe: «Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros». A eso de las dos de la tarde ha digerido la decepción y, consciente ya de su sino, escribe a Silvestre: «Nunca esperé de V. E. recibir orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el mando, dispongo que empiece la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente pues la oficialidad que integra esta posición conscientes de su deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles».
No contempla la rendición que podría ser su salvación. Los rifeños solían dejar vivir a los oficiales para exigir un rescate por su liberación pero liquidaban sin piedad a la tropa. No. Benítez luchará con ellos hasta el final. Citado ya con la historia, dirige la última arenga a sus muchachos bajo una lluvia de proyectiles: «Hijos míos, vamos a abandonar este corralito que hemos defendido como héroes por la falta de víveres y municiones; llorad por vuestros hermanos que dejáis sin sepultura, ahora vamos a seguir defendiéndonos con las pocas municiones que nos quedan y terminadas estas emplead la bayoneta; yo, hijos míos, os seguiré mandando como hasta aquí he hecho».
Son las palabras postreras de un militar que se sabe llamado a un sacrificio ejemplar. Tras ellas, el comandante empuña su pistola y emerge del parapeto atrayendo la atención de los moros para facilitar la huida de la columna principal, la que carga con los heridos. Los rifeños acribillan al diezmado contingente. Los españoles gritan, corren, disparan y, en último trance, acuchillan. Mueren matando. Benítez también. Recibe un primer impacto en la cabeza y cae a tierra. Polvoriento y ensangrentado, se rehace y continúa al frente de sus hombres, hasta que un balazo en el corazón lo deja definitivamente seco.
De los resistentes de Igueriben se salvó menos de una decena. En Burgos, los restos del Cid llegaban a la Catedral entre aplausos. En el Rif, Benítez, campeador honesto de otra época, quedaba a merced de los carroñeros. En 1925, el Gobierno reconocería a título póstumo su valor y diligencia con la Cruz Laureada de San Fernando, la más prestigiosa condecoración militar española.
De héroe de guerra a «antipatriota»:
g. d. o
La fuente principal para la reconstrucción de lo ocurrido en Igueriben fue el informe elaborado año y medio después por el teniente
Luis Casado Escudero. Este joven oficial cayó herido en la evacuación de la posición y fue capturado por los rifeños. Se pasó año y medio en la cárcel que Abd El-Krim improvisó en
Axdir hasta que fue liberado. Casado fue uno de la media docena de españoles que sobrevivió a la tragedia. Sin embargo, años más tarde, menos de una semana después de comenzar la
Guerra Civil, los sublevados lo ejecutaron tras un juicio sumarísimo que lo condenó por «actividades antipatrióticas y antimilitares». Paradójicamente, fueron sus compañeros del Ejército cuyo prestigio contribuyó a defender con su sangre en África, los que lograron lo que no pudo el enemigo en combate, acabar con su vida. La noche antes de su ejecución escirbió una carta a sus familiares: «Nunca se avergüenzen de mí», les pedía.
"La Última Carga del Regimiento Alcantara" cuadro del pintor FERRER DALMAU
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