Y a esto lo llaman paz...
Fotos: C.F.
Los llaman "muros de la paz", por no llamarlos "muros de la vergüenza"... Los levantaron en 1969, para "segregar" a protestantes y católicos. Se construyeron con hierro, ladrillo y hormigón, por encima de los siete metros de altura. Y en vez de desmontarlos, han seguido creciendo con sus alambres de espinos desde el proceso de paz, con la excusa de que unos y otros se sienten "más protegidos".
Hoy por hoy, existen ochenta "muros de la paz" en Belfast, en una especie de muro discontinuo de Berlín de más de treinta kilómetros, que recuerda también de cerca a las barreras construidas en Gaza o Cisjordania.
Lejos de ocultarlos a los ojos de los visitantes, los habitantes de Belfast exhiben con más resignación que orgullo sus "muros de la paz", bombardeados con grafiti o con mensajes que hablan de una reconciliación imposible. Los taxistas nos invitan a acompañarles sin remedio por el "tour del terror", que pasa necesariamente por el "Guernika" de Shankill Road, la ubicua "Mano Roja del Ulster" y la "Mona Lisa" de Sandy Row...
Lo llaman la "Mona Lisa" por no llamarlo el "Asesino Implacable". La comparación con la obra de Leonardo viene por su capacidad para seguirnos de izquierda a derecha, y vicesersa. Sólo que en vez en dedicarnos una sonrisa y mirarnos con los ojos, nos apunta con un fusil semiautomático y se oculta tras un verdugo paramilitar.
Nuestro perseguidor belicoso pertenece a los Ulster Freedom Fighters, algo así como el GAL local, equiparado en tiempos por el Reino Unido con el IRA en la lista de grupos terroristas. Durante años, sin embargo, el verdugo del UFF ha "protegido" a los vecinos protestantes y de clase baja de Sandy Row ante potenciales incursiones de los católicos.
Esta semana, como gesto "conciliador" con motivo de la visita de Isabel II, un grupo de artistas locales ha decidido cubrir la agresiva imagen con un dibujo alegórico de la batalla de Boyne y junto a las palabras inspiradoras del rey Guillermo III: "Dejad que la ambición incendie vuestras mentes"...
Si las piedras hablaran en Belfast, nos contarían sobre todo historias de odios enconados y rencores sangrantes, apenas disimulados bajo las rabiosas expresiones de arte. Se supone que llevamos casi dos décadas en "proceso de paz", pero las bombas han dejado paso sin remedio a las barreras. Irlanda del Norte es la historia de dos pueblos segregados hasta la muerte, por mucho que venga la Reina a tenderle la mano al ex militante del IRA.
"Los muros se levantaron porque la gente no se sentía segura, y la tragedia es que una vez erigidos es difícil que la gente se sienta segura sin ellos", advierte Duncan Morrow, director ejecutivo del Centro para las Relaciones entre Comunidades. "El dilema existe por igual en las dos comunidades: cómo derribar los muros y sentirse al mismo tiempo seguros después de todo lo que hemos pasado".
Un reciente sondeo, auspiciado por la Royal Geographical Society, acaba de demostrar que la reconciliación está aún muy lejos y que la segregación es el lacerante día a día en la vida de los norirlandeses, en una anacrónica e insólita versión europea del "appartheid".
El 68% de los menores de 25 años reconoce que no tienen ninguna interacción con "gente de la otra religión". Tan sólo el 22% se atreve a comprar en tiendas "dominadas por el otro bando". El 62% de los norirlandeses admite haber sido víctima de "violencia verbal o física" por razones religiosas o políticas. Seis de cada diez aseguran que las relaciones entre católicos y protestantes han ido a peor desde 1994...
"Todo el mundo se ve a sí mismo como víctima en Irlanda del Norte", asegura el autor del estudio, Peter Sirlow. "La sociedad norirlandesa vive en un estado de negación, y las dos comunidades se sienten intimidadas por la violencia... Lo que hemos averiguado contradice todo lo que los políticos has esperado que ocurriera tras el inicio del proceso de paz".
Los llaman "muros de la paz", por no llamarlos "muros de la vergüenza"... Los levantaron en 1969, para "segregar" a protestantes y católicos. Se construyeron con hierro, ladrillo y hormigón, por encima de los siete metros de altura. Y en vez de desmontarlos, han seguido creciendo con sus alambres de espinos desde el proceso de paz, con la excusa de que unos y otros se sienten "más protegidos".
Hoy por hoy, existen ochenta "muros de la paz" en Belfast, en una especie de muro discontinuo de Berlín de más de treinta kilómetros, que recuerda también de cerca a las barreras construidas en Gaza o Cisjordania.
Lejos de ocultarlos a los ojos de los visitantes, los habitantes de Belfast exhiben con más resignación que orgullo sus "muros de la paz", bombardeados con grafiti o con mensajes que hablan de una reconciliación imposible. Los taxistas nos invitan a acompañarles sin remedio por el "tour del terror", que pasa necesariamente por el "Guernika" de Shankill Road, la ubicua "Mano Roja del Ulster" y la "Mona Lisa" de Sandy Row...
Lo llaman la "Mona Lisa" por no llamarlo el "Asesino Implacable". La comparación con la obra de Leonardo viene por su capacidad para seguirnos de izquierda a derecha, y vicesersa. Sólo que en vez en dedicarnos una sonrisa y mirarnos con los ojos, nos apunta con un fusil semiautomático y se oculta tras un verdugo paramilitar.
Nuestro perseguidor belicoso pertenece a los Ulster Freedom Fighters, algo así como el GAL local, equiparado en tiempos por el Reino Unido con el IRA en la lista de grupos terroristas. Durante años, sin embargo, el verdugo del UFF ha "protegido" a los vecinos protestantes y de clase baja de Sandy Row ante potenciales incursiones de los católicos.
Esta semana, como gesto "conciliador" con motivo de la visita de Isabel II, un grupo de artistas locales ha decidido cubrir la agresiva imagen con un dibujo alegórico de la batalla de Boyne y junto a las palabras inspiradoras del rey Guillermo III: "Dejad que la ambición incendie vuestras mentes"...
Si las piedras hablaran en Belfast, nos contarían sobre todo historias de odios enconados y rencores sangrantes, apenas disimulados bajo las rabiosas expresiones de arte. Se supone que llevamos casi dos décadas en "proceso de paz", pero las bombas han dejado paso sin remedio a las barreras. Irlanda del Norte es la historia de dos pueblos segregados hasta la muerte, por mucho que venga la Reina a tenderle la mano al ex militante del IRA.
"Los muros se levantaron porque la gente no se sentía segura, y la tragedia es que una vez erigidos es difícil que la gente se sienta segura sin ellos", advierte Duncan Morrow, director ejecutivo del Centro para las Relaciones entre Comunidades. "El dilema existe por igual en las dos comunidades: cómo derribar los muros y sentirse al mismo tiempo seguros después de todo lo que hemos pasado".
Un reciente sondeo, auspiciado por la Royal Geographical Society, acaba de demostrar que la reconciliación está aún muy lejos y que la segregación es el lacerante día a día en la vida de los norirlandeses, en una anacrónica e insólita versión europea del "appartheid".
El 68% de los menores de 25 años reconoce que no tienen ninguna interacción con "gente de la otra religión". Tan sólo el 22% se atreve a comprar en tiendas "dominadas por el otro bando". El 62% de los norirlandeses admite haber sido víctima de "violencia verbal o física" por razones religiosas o políticas. Seis de cada diez aseguran que las relaciones entre católicos y protestantes han ido a peor desde 1994...
"Todo el mundo se ve a sí mismo como víctima en Irlanda del Norte", asegura el autor del estudio, Peter Sirlow. "La sociedad norirlandesa vive en un estado de negación, y las dos comunidades se sienten intimidadas por la violencia... Lo que hemos averiguado contradice todo lo que los políticos has esperado que ocurriera tras el inicio del proceso de paz".
REINO UNIDO | Historia del IRA
El atentado que cambió para siempre la historia de la familia real británica
Mountbatten (izqda.) en La India, en una imagen de 1948. | EL MUNDO
- El asesinato de Mountbatten arruinó el plan matrimonial del príncipe Carlos
- Isabel II nunca ha olvidado el magnicidio de su primo, último virrey de la India
Ha regalado a las cámaras una sonrisa enorme mientras sellaba un apretón de manos histórico. Y extendió la mano con la convicción de que estaba haciendo lo que las generaciones futuras, incluso más que las actuales, le demandarían.
Pero no cabe duda de que la reina Isabel II tuvo que tragar saliva amarga al estrechar su impoluto guante blanco con la mano del ex dirigente del IRA Martin McGuinness.
Y no sólo por las miles de víctimas y el dolor causados durante décadas por la organización terrorista irlandesa. Sino también porque la soberana británica nunca podrá olvidar que uno de los atentados de la organización probablemente cambió radicalmente la historia de los Windsor.
El 27 de agosto de 1979 Lord Mountbatten –nacido como Su Alteza Serenísima el príncipe Louis de Battenberg–, primo segundo de Isabel II, y su nieto Nicholas Knatchbull –de 14 años– murieron por la explosión de una bomba del IRA.
Pero no cabe duda de que la reina Isabel II tuvo que tragar saliva amarga al estrechar su impoluto guante blanco con la mano del ex dirigente del IRA Martin McGuinness.
Y no sólo por las miles de víctimas y el dolor causados durante décadas por la organización terrorista irlandesa. Sino también porque la soberana británica nunca podrá olvidar que uno de los atentados de la organización probablemente cambió radicalmente la historia de los Windsor.
El 27 de agosto de 1979 Lord Mountbatten –nacido como Su Alteza Serenísima el príncipe Louis de Battenberg–, primo segundo de Isabel II, y su nieto Nicholas Knatchbull –de 14 años– murieron por la explosión de una bomba del IRA.
Mountbatten con Isabel II, su marido, el duque de Edimburgo, y sus hijos era estrechísima. De hecho, para el príncipe de Gales se trataba de su tío favorito.
Este atentado es de sobra conocido. Sin embargo, siempre se ha pasado muy por encima cómo probablemente cambió para siempre la historia de los Windsor. Porque hoy pocos recuerdan que una nieta de Lord Mountbatten, Amanda Knatchbull, estuvo a punto de casarse con Carlos de Inglaterra.
Aunque en las familias reales no se confirman más noviazgos que los oficiales que acaban en boda, es sabido que el príncipe de Gales pidió a su prima segunda que se casara con él.
Y, al parecer, la joven le rechazó –a su pesar– por el auténtico estado de pánico que le produjo el atentado contra su abuelo. Amanda Knatchbull vivió durante muchos años obsesionada por saberse un posible objetivo del IRA. Y la idea de convertirse en princesa de Gales le aterraba, consciente de que de esa manera se colocaba ella solita en el centro de la diana.
Así las cosas, Carlos de Inglaterra perdió a su tío favorito y recibió las calabazas de su prima. Dos años después, el 24 de febrero de 1981, se hizo público su compromiso con la aún corderita Diana Spencer. Lo que siguió a aquel día lo conoce bien cualquier habitante de este planeta.
Quién sabe... Pero bien pudiera ser que sin aquel cruel zarpazo del IRA la futura reina de los británicos se llamara Amanda Knatchbull. Claro, que entonces nos hubiéramos quedado sin conocer a William y Kate Middleton. Hoy se antoja difícil imaginar cómo hubiera sido la historia que no fue...
Este atentado es de sobra conocido. Sin embargo, siempre se ha pasado muy por encima cómo probablemente cambió para siempre la historia de los Windsor. Porque hoy pocos recuerdan que una nieta de Lord Mountbatten, Amanda Knatchbull, estuvo a punto de casarse con Carlos de Inglaterra.
Aunque en las familias reales no se confirman más noviazgos que los oficiales que acaban en boda, es sabido que el príncipe de Gales pidió a su prima segunda que se casara con él.
Y, al parecer, la joven le rechazó –a su pesar– por el auténtico estado de pánico que le produjo el atentado contra su abuelo. Amanda Knatchbull vivió durante muchos años obsesionada por saberse un posible objetivo del IRA. Y la idea de convertirse en princesa de Gales le aterraba, consciente de que de esa manera se colocaba ella solita en el centro de la diana.
Así las cosas, Carlos de Inglaterra perdió a su tío favorito y recibió las calabazas de su prima. Dos años después, el 24 de febrero de 1981, se hizo público su compromiso con la aún corderita Diana Spencer. Lo que siguió a aquel día lo conoce bien cualquier habitante de este planeta.
Quién sabe... Pero bien pudiera ser que sin aquel cruel zarpazo del IRA la futura reina de los británicos se llamara Amanda Knatchbull. Claro, que entonces nos hubiéramos quedado sin conocer a William y Kate Middleton. Hoy se antoja difícil imaginar cómo hubiera sido la historia que no fue...
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