viernes, 3 de junio de 2011

LA BATALLA DE GUADALAJARA




















Los intentos por tomar Madrid por parte de los nacionales habían fracasado en la Batalla del Jarama (febrero de 1937) pero la intención continuaba, y decidieron hacerlo por el noreste, a través de la ciudad de Guadalajara, en un ataque rápido y
sorpresivo, partiendo desde Sigüenza y Alcolea del Pinar. El siguiente objetivo, una vez tomada Guadalajara, situada a 56 kms. De Madrid, era Alcalá de Henares, a 30 kms. al noreste de Madrid.
Benito Mussolini, responsable del régimen fascista italiano, envió fuerzas de apoyo (aproximadamente 40.000 hombres) a los nacionales sublevados contra la Segunda República, de ideología de izquierda, y fue este cuerpo de tropas voluntarias, mal organizadas, y peor preparadas y coordinadas, las que iniciaron el ataque el día 8 de marzo, cuyo jefe era el general Mario Roatta Mancini, prolongándose por tres días su avance victorioso. El día 12 el ejército franquista se unió a la ofensiva, con la División Soria, del general Moscardó (alrededor de 20.000 efectivos) entre los que se contaban soldados marroquíes, que atacó por el flanco derecho, logrando apoderarse de Mirabueno y Castejón. También aportó sus fuerzas el General de Brigada Guido Amerigo Coppi., a cargo de la Segunda División motorizada “Fiamme Nere”, que llegó hasta Almagrones donde fueron detenidos por los republicanos.
Sin embargo el tiempo ya se mostraba amenazante. Aún así, el día 9, los hombres de Coppi, se apoderaron de Almadrones, y luego Masegoso. Al centro de las fuerzas nacionales avanzaba la división Tercera “Penne Nere” bajo la dirección del general Nuvolari.
La carretera radial que conectaba Madrid con otros sitios, entre ellos Guadalajara, resultó anegada, el día 11, en Brihuega, pueblo de Guadalajara, sobre el río Tajuña, por una intenso temporal de lluvia y nieve que no le permitió al ejército nacional circular fuera de la ruta pavimentada e inutilizó los aeródromos de campaña, con pistas de tierra, ubicados en Soria, lo que les imposibilitó contar con refuerzo aéreo. El frío era insoportable, y no tenían un rancho donde guarecerse ni ropas adecuadas.
Esta alianza de la naturaleza con los republicanos, organizados por el general Miaja en el Ejército del Centro, el día 9, se reorganizó formando el IV cuerpo, que fue puesto a las órdenes del Teniente Coronel Jurado, contando con las Divisiones XI, al mando de Lister, la XII, dirigida por el coronel Lacalle, la XIV, integrada por fuerzas anarquistas a cargo de Cipriano Mera, las Brigadas Internacionales, y carros soviéticos, a cargo de Pavlov, les permitió contraatacar, a partir del día 15 de marzo, cuando toda esperanza de salvar Madrid, parecía haberse extinguido.
Los bombardeos contra las fuerzas enemigas, y la destrucción de un puente que les impidió autoabastecerse, más el apoyo aéreo republicano, que contaba con modernos aviones soviéticos, y pistas de hormigón, ubicado en lugares protegidos y cercanos (Guadalajara, Barajas y Cuatro Vientos) les permitió contrarrestar la ofensiva, cuyo éxito fue notorio a partir del día 18, cuando Brihuega resultó bombardeada inicialmente por 56 piezas de artillería y 80 aviones, apoyados por Líster desde el este y Mera desde el oeste. El final victorioso pudo lograrse el día 23, cuando luego de retomar Brihuega, hicieron lo propio con Masegoso, Gajanejos y Villaviciosa . Los franquistas perdieron 2.000 hombres, mientras que el doble, resultaron heridos. Las bajas republicanas fueron también muy grandes y similares en número a pesar del triunfo. Pero lo importante era que Madrid seguía en manos republicanas y los nacionales no volverían a realizar el intento hasta el fin de la guerra.
La lucha en torno a Madrid fue el nudo central de la Guerra Civil, hasta la campaña del Norte. La defensa de la capital se convirtió, para los republicanos, en una necesidad estratégica y una obligación moral. La batalla de Guadalajara fue, en el fondo, un episodio más de la lucha por Madrid, pero, además, fue “el último”, ya que convenció a Franco de la imposibilidad de conquistar la capital y la necesidad de buscar otros escenarios de combate.
Buena parte del protagonismo de la batalla de Guadalajara recayó sobre los italianos. Convencidos de que su participación iba a ser decisiva para la suerte de la guerra, su derrota los llevó a la fosa de un ridículo que ellos mismos cavaron. Sin embargo, la victoria antifascista no fue si no una victoria “defensiva”, se pretendía que Madrid no fuese cercado y salvar sus comunicaciones con el resto de la España republicana. Se consiguió, aplicando un severo correctivo a los italianos. No pasó de ahí, lo demás fueron, casi siempre, magnificaciones de la propaganda antifascista.
Los aliados italianos de Franco, tal como estaba previsto, se preparaban para atacar Madrid desde el nordeste. Su objetivo era Guadalajara, la capital de la provincia.
El día 8 de marzo de 1937, alrededor de las siete de la mañana, entre la niebla y la llovizna, comenzó el avance de los italianos. Partieron de las cercanías de Sigüenza y Algora y llegaron hasta la carretera de Zaragoza donde irrumpieron unos treinta carros de combate que lograron abrir brecha, obligando a replegarse a los batallones republicanos que a duras penas contuvieron al enemigo en el Km. 103.
El día 9 los republicanos intentaron estabilizar el frente, ayudados por la XI Brigada Internacional, que se situó a la altura de Torija, en cuyas cuestas el general Miaja había situado una unidad de tanques rusos el día anterior.
La situación atmosférica era cada vez peor, lo que impidió a la aviación “nacional”, que se encontraba en sus aeródromos de Soria y Salamanca, actuar sobre la zona. Sin embargo, la fuerza aérea republicana, con bases en Alcalá, Albacete y Barajas, fustigó con éxito a los italianos.
El día 10, en torno a las cuatro de la madrugada, soportando frío y ventisca, llegó a Brihuega, en medio de desbordado optimismo, la vanguardia italiana, pero su avance hacia Torija quedó detenido por la resistencia de los internacionales de la XI Brigada, que les ocasionaron importantes bajas. Al terminar la jornada, dos divisiones italianas se encontraban detenidas en Trijueque y el palacio de Ibarra. Por su parte, la división Soria, al mando de Moscardó, había ocupado Miralrío, Jadraque, Bujalaro, Valfermosa y Ledanca.
Bajo un diluvio de agua y nieve, el día 11 las tropas italianas entran en Trijueque, defendido por el batallón Comuna de París de la XI Brigada Internacional, que se defienden con heroísmo, ante un enemigo diez veces superior en número, pero que se ven obligados a replegarse ante la aparición de tanques lanzallamas. Esa noche del día once, Miaja concentraba un elevado número de efectivos en la zona, formando el IV cuerpo de ejército, al mando del tffeniente coronel Jurado, con tres divisiones mandadas por Líster, la 11 (que contaba con la XI Brigada Internacional y la Brigada del Campesino, y que se estableció entre Trijueque y Torija), la 12 por el coronel Lacalle y la 14 por Cipriano Mera (con la XII Brigada Internacional del General Lukacs, y situada entre Brihuega y Torija). El alto mando republicano decidió, reunido en Torija, pasar al ataque y así, el día 12, los italianos contuvieron la primera contraofensiva de la división de Líster hacia Trijueque, que fue tomado al día siguiente.
Entre los días 14 y 17 hubo una relativa calma, rota solo por los internacionales del batallón Garibaldi, de la XII Brigada Internacional, que tomaron el palacio de Ibarra, en las alturas de Brihuega, en poder de sus compatriotas fascistas, que habían quedado copados durante el día trece y que resistieron heroicamente. El día 18 las tropas republicanas contraatacan con todas sus fuerzas. La acción de la artillería y de la aviación republicana, dirigida por Hidalgo de Cisneros, resulta demoledora y los italianos huyen de Brihuega sin orden ni concierto. Durante el día 19 crearán una zona de defensa fortificando a la altura del kilómetro 97. Allí seguiría el frente hasta el final de la guerra.
El día 20 el albañil anarquista Cipriano Mera obligaba a los italianos a evacuar Masegoso, mientras un duro ataque de la 12 División republicana sobre las posiciones de los nacionales fracasaba. La ofensiva de la 12, comandada por Nanetti es el último gran combate en la zona. A partir de entonces los movimientos de tropas solo se realizan para mejorar, consolidar o abandonar posiciones.
El día 22 el mando republicano dio por terminada la batalla, mientras que los nacionales procedían a relevar a las tropas italianas, de las que el General Mola, al conocer su debacle en Brihuega, había comentado: “No me equivoqué cuando, después de verlos, le dije al Generalísimo: estos tipos corren. Miren ustedes si yo tenía vista”.
El resultado de la batalla no fue, en lo estrictamente militar, un claro triunfo para los republicanos ni una derrota para los nacionalistas, pero obligó a Franco a llevar la guerra a otros escenarios más propicios para el avance de sus tropas.
Sin embargo, para la República, Guadalajara significó mucho más que una victoria militar. Por primera vez, las unidades republicanas mostraron que eran capaces de frenar a los nacionales en una operación a campo abierto e, incluso, pasar a la ofensiva.
Los páramos alcarreños fueron, junto a las trincheras y barricadas de la Ciudad Universitaria y las orillas del río Jarama, los escenarios donde empezó a fraguarse el Ejército Popular, que fue sustituyendo a las milicias que hasta entonces habían llevado el peso de la guerra. Comunistas e internacionales salieron enormemente reforzados de las tierras de la Alcarria. Líster, Valentín González “el Campesino”, el general Douglas, el general Pavlov, el coronel Hans Kahle, jefe de la XI Brigada Internacional, Nanetti, que asumió el mando de la XII división y que moriría en Bilbao y el general Lukacs, que murió meses después, en Huesca, fueron considerados héroes de la República.

1 comentario:

  1. References to the CTV in the map of the battle are incorrect. Flechas Azules and Flechas negras did not participate to the battle.

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