miércoles, 29 de junio de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.-PERÚ, GUERRA CONTRA EL NARCOTRÁFICO EN EL INTERIOR DE LA SELVA
La guerra contra el narcotráfico desde las entrañas de la selva peruana
Había pasado un buen rato desde que el teniente L. y sus hombres se internaron en la quebrada de Chuimacota, para destruir un laboratorio de producción de cocaína. Había parado de llover pero entre las nubes resonaban, destemplados, los truenos. ¿O los disparos, más bien?
Unas horas antes, el helicóptero militar en que veníamos descendió en el claro de bosque donde se hallaba el campamento provisional del Batallón B de Infantería, una de las fuerzas de élite que participan en la lucha contra el narcotráfico.
El oficial en cuestión nos preguntó qué tal había sido el vuelo y si habíamos disfrutado del paisaje. Era evidente por el verdor de las caras, que la mayoría de los pasajeros nos habíamos mareado con el fuerte vaivén del aparato y el olor a combustible de la cabina.
Una vez en tierra, los periodistas quedamos bajo el cuidado de otro oficial, que también resultó ser una persona agradable, pero de pocas palabras. La bruma que cubría el valle se disipó y una nube de mosquitos tomó el relevo sin que supiéramos nada de la patrulla. "No se preocupen. Ya vendrán", decía el lacónico militar a cargo de la retaguardia.
Cada tanto, el ejército peruano invita a la prensa al Valle del río Apurímac-Ene (VRAE), una de las regiones donde se concentran las plantaciones de coca y se produce cerca de la mitad de la cocaína peruana que sale a Estados Unidos y Europa. Son visitas seguras pues los organizadores se cercioran de que no merodeen por la zona los remanentes de Sendero Luminoso, el grupo terrorista que en los años 80 quiso tomar el poder y que ahora se dedica al negocio de los estupefacientes.
De la maraña del bosque surgió una humareda espesa y el aire se llenó de un olor a goma quemada. Acto seguido apareció el oficial que nos llevaría hasta el laboratorio que no era la construcción sólida que imaginábamos sino una barraca de tablas y un galpón que ardía en llamas. Los soldados arrojaban a la fogata sacos de urea y de cal, junto con envases de amoníaco u otros insumos que se utilizan para producir la cocaína.
Luego taparon con tierra la poza de maceración donde las hojas de coca son puestas en barbecho y mezcladas con gasolina. Se incautaron algunas armas, prueba de que los cocaleros habían huido precipitadamente al escuchar el ruido del helicóptero. Una sección de la patrulla fue a rastrillar el contorno pensando que los fugitivos no podían estar lejos.
El teniente contemplaba la quemazón con un gesto neutro. Desde que en el 2008 se formó el Comando Especial del VRAE, L. había participado en incontables operativos como este y en no pocos enfrentamientos armados. La guerra que se libra en el VRAE, el Alto Huallaga y en resto de las zonas cocaleras es una guerra de desgaste.
La idea es cortar las vías de aprovisionamiento de los narcotraficantes, eliminar los insumos y erradicar los cocales, hasta que las pérdidas de los narcos superen las ganancias. De forma simultánea se intenta acrecentar la presencia del estado, llevando ayuda financiera a los pobladores, prestándoles asistencia médica y construyendo escuelas para sus hijos.
La tarea no es fácil, pues en el 2010, Perú llegó a tener 61.200 hectáreas de coca y a producir 300 toneladas de cocaína. Colombia logró reducir el área de cultivos a 57.000 hectáreas –un 8% menos que en el 2009- y la producción del estupefaciente a 350 toneladas. Las estadísticas indican que el 60% de la cocaína que se consume en el mundo proviene de ambos países.
Con 10 años de servicio a cuestas, el teniente ha aprendido que la batalla no se gana por 'Knockout'. El 5 de junio, otra patrulla del Comando Especial perdió a cinco efectivos en una emboscada de Sendero Luminoso.
"Fue un golpe doloroso, pero ya tomamos nuevamente la iniciativa. En líneas generales, la estrategia consiste en ponerlos a la defensiva y lo estamos logrando. Hace un par de años los laboratorios contaban hasta con un espacio para ver la tele. Ahora no alcanzan a poner cuatro tablas cuando les caímos encima", afirma L.
Mientras que la tropa se apronta para dirigirse a un nuevo objetivo. El mismo oficial que nos fue a buscar nos llevaría de regreso al helicóptero no sin que antes el teniente garabateara una receta para el mareo. Una pastilla de dramamine poco antes de abordar y resuelto el problema.
Fuente Diario "EL MUNDO"
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