La tensión, lejos de decrecer, aumenta. Es posible que a última hora del miércoles, día en que terminarán las maniobras navales de Estados Unidos y Corea del Sur, deje de hacerlo. Lo lógico es que la mar gruesa pase a ser marejada a medida que la popa del portaaviones nuclear americano se pierda en el horizonte.
El fiel de la balanza bélica sigue en la islita de Yeonpyeong, que se ha quedado prácticamente desierta tras la evacuación forzosa, y no siempre agradecida, de sus habitantes, y en el litoral de Corea del Norte, cercanísimo a ella, donde los cañones de las baterías parecen lanzas de guerreros a punto de entrar en combate.
Encuestas de última hora, que acaban de hacerse públicas, dan cuenta de lo que dice y siente el pueblo surcoreano. Su paciencia ha sido colmada por 57 años de continuas agresiones y humillaciones. Cada vez son más los ciudadanos que exigen a su gobierno una respuesta contundente, incluso a riesgo de que la contraofensiva conduzca a una guerra. Ésta, según los analistas militares, dejaría tras de sí una península devastada y un millón de muertos. El 80% de las personas consultadas, pese a tales previsiones, cree que el pasado martes, día del bombardeo de la isla, no se respondió al inicuo ataque con la firmeza que éste requería.
El ejército surcoreano reaccionó a la agresión con fuego de artillería, pero sus aviones no despegaron para castigar al enemigo. Sobre la diminuta isla, en la que viven (o vivían) mil quinientos vecinos, cayó ese día una lluvia de ochenta obuses y cohetes. La embestida fue alevosa y por sorpresa. Nunca, hasta entonces, había bombardeado Corea del Norte objetivos civiles. Cosa bien distinta sucedía con los militares.
Lee Myung Bank, primer ministro surcoreano, compareció el lunes en la televisión de su país, declaró, con el rostro demudado, que el episodio de Yeonpyeong era un crimen de lesa humanidad y anunció que los del Norte pagarían un alto precio si se producía otra agresión. Sus palabras, más tibias de lo que la ocasión requería, no han contentado a casi nadie. El gobierno que preside se tambalea y sale seriamente tocado de este lance de consecuencias hoy por hoy imprevisibles. Dos surcoreanos de cada tres tienen una opinión negativa acerca de la gestión gubernamental de la crisis y cuatro de cada cinco piden mano más dura. La que nunca han tenido sus líderes.
Eran, sobre todo, los jóvenes quienes hasta ahora se encogían de hombros frente a la belicosidad e incontinencia verbal de quienes, desde el Norte, una y otra vez, los insultan, tildándolos de marionetas al servicio del imperialismo de Washington. Pero también esa actitud, según las encuestas mencionadas más arriba, está cambiando.
La cólera de la población crece. El 40'6% de los surcoreanos aún opta por la prudencia, pero el 33% se declara dispuesto a pechar con las consecuencias de renunciar a la misma infligiendo a los vecinos del Norte la lección que, a su juicio, merecen.
Yoo Nak Joon, general en jefe de la Armada, declaró el sábado, en los solemnes funerales celebrados en memoria de los dos infantes de marina fallecidos, que por cada una de esas muertes caerían cien o, incluso, mil soldados enemigos.
China ha pedido que se convoque una reunión urgente de las seis potencias implicadas en el proyecto de desnuclearización de la zona. A los gobiernos de Seúl, Tokio y Washington no les entusiasma la idea, que podría interpretarse como un síntoma de debilidad. Su reacción, hasta ahora, ha sido escéptica y cautelosa.
Manila ha sondeado a los japoneses acerca de la posibilidad de que su país acoja, aunque sea provisionalmente, a los cincuenta mil trabajadores filipinos que serían evacuados de Corea del Sur si estalla la guerra. Es difícil que Japón, reacio siempre a admitir inmigrantes, acceda a ello.
Entre doscientos y trescientas mascotas, por lo general caninas, han sido abandonadas a su suerte en la isla de Yeonpyeong. Carecen de alimento y algunas de ellas están encadenadas o enjauladas. Las restantes vagan como almas en pena por una ciudad fantasmal. Los grupos de activistas defensores de los derechos de los animales exigen su rescate. Doce mil internautas han firmado una petición en tal sentido. Este cronista se une a ellas.
Diario "EL MUNDO"
Tras tres jornadas de acciones militares conjuntas, Estados Unidos y Corea del Sur finalizan hoy los ejercicios realizados desde el pasado domingo, unas acciones que iban destinadas a disuadir a Pyongyang de nuevas provocaciones tras su ataque a una isla surcoreana en el que fallecieron cuatro personas. Pero la tensión en la zona está lejos de desaparecer. Esta noche Corea del Sur ha anunciado que realizará maniobras navales adicionales entre el 6 y 12 de diciembre en el mar Amarillo, que se disputan los dos países. El plan es "aumentar la preparación en materia de defensa ante cualquier posible provocación de Corea del Norte", ha recogido citando fuentes oficiales la agencia Yonhap.
Al igual que durante las cuatro jornadas de esta semana, estos nuevos ejercicios militares implicarán el uso de fuego real en varias zonas de las aguas surcoreanas, incluidas las próximas a la frontera con Corea del Norte en el mar Amarillo, como una forma de reforzar la defensa ante futuras provocaciones norcoreanas, informaron fuentes militares surcoreanas. Un anuncio que se produce después de que el lunes el régimen comunista de Kim Jong-il confirmara que tiene en operación una moderna planta de enriquecimiento de uranio con varios miles de centrifugadoras, que aunque ha asegurado que es de uso civil podría proporcionar al régimen de Pyongyang una vía para fabricar más bombas atómicas.
Las nuevas maniobras en solitario de Corea del Sur se acercarán mucho más a la tensa frontera marítima con Corea del Norte, al estar previsto que se desarrollen en varias zonas como la isla de Daechong, otro de los territorios surcoreanos frente a la costa norcoreana. Las operaciones no se van a efectuar cerca de la isla de Yeonpyeong, la isla atacada por obuses norcoreanos, según afirma la agencia Yonhap.
Hoy, los Ejércitos de Estados Unidos y Corea del Sur ponen fin a cuatro días de maniobras navales conjuntas en el mar Amarillo en las que han participado el portaaviones nuclear estadounidense George Washington, una decena de navíos de guerra, además de 7.300 militares.
Según dijeron portavoces de EE UU, estos ejercicios conjuntos estaban previstos con anterioridad, aunque fueron anunciados al día siguiente del ataque norcoreano con obuses a la isla surcoreana fronteriza de Yeonpyong, en la que murieron dos soldados y dos civiles surcoreanos.
Diario "EL PAIS"
ACTUALIZADO 19:00
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