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miércoles, 24 de octubre de 2012

GAGOMILITARIA NOTICIAS.-AFGANISTÁN, LAS TROPAS ESPAÑOLAS PREPARANDO EL REPLIEGUE


Un pozo protege más que un cañón

La ayuda de los militares españoles al pueblo afgano revierte en su seguridad

Alguna gente tiene miedo y no acepta la colaboración”, explica un coronel



Militares españoles realizan prácticas de tiro de artillería junto a efectivos del nuevo Ejército afgano en las proximidades de Moqur. / CLAUDIO ÁLVAREZ

El acto se repite en Moqur y Ludina, las dos bases españolas de combate en Afganistán. El coronel Luis Cebrián, jefe del contingente en la provincia de Badghis, impone la medalla de la OTAN a los militares que han cumplido tres meses en Afganistán. “Algunos dicen que es una medalla conmemorativa, que se entrega por el simple hecho de venir; no es verdad”, les dice. “Es la más importante, porque reconoce que somos un equipo, iguala a quienes han estado en puestos de combate con los que han hecho un trabajo discreto y anónimo, en la cocina o la lavandería, sin el que la misión no hubiera sido posible. Si hemos alcanzado nuestra meta ha sido gracias al esfuerzo de todos”, sentencia.

El acto de Ludina se inicia con un homenaje al sargento Joaquín Moya Espejo, última baja mortal del contingente español, que murió de un disparo el 6 de noviembre de 2011 a menos de dos kilómetros de la base. Ludina es la posición de mayor riesgo del Ejército español en Afganistán. Está al pie de la ruta Lithium, que une el sur con el norte de la provincia, en el límite entre la zona de mayoría tayika y la pastún, feudo de los talibanes. Los atentados con IED (artefacto explosivo improvisado) son el pan de cada día y los ataques con armas ligeras el de cada semana. El último, sin consecuencias, el pasado jueves.

Para el coronel Cebrián es un éxito reunir en un colegio de Sang Atesh a los notables de la zona con el gobernador del distrito. La sura, como es tradicional, se inicia con una oración. Luego, el coronel invita a los líderes tribales a exponer sus quejas. “En algunos de sus pueblos nos está costando entrar, parece que la gente tiene miedo y no quiere aceptar nuestra ayuda”. El más anciano anuncia que trasladarán sus demandas por escrito al gobernador para que las haga llegar al mando español. El coronel no se da por vencido. Se dirige a los representantes de los clanes de Mamazai y Ludina Paint, de etnia pastún, y les insta a hablar. Pero ambos rehúsan. No van a debatir con un militar español.
El gobernador de Moqur se muestra satisfecho. “Esos son nuestros procedimientos”, alega. Reconoce que su mayor problema es la inseguridad, pero confía en que el Ejército afgano sabrá valerse por sí solo cuando se vayan los españoles. Quizá no confiara tanto si hubiera asistido al ejercicio de tiro que, con dos cañones soviéticos de calibre 130, realizaron el lunes los militares afganos. Aunque se quería impresionar a los talibanes con una exhibición de fuerza, la mitad de los proyectiles que debían iluminar la noche cerrada fallaron. “El problema es que no mantienen en buenas condiciones la munición”, explica un artillero. Un ejército profesional no se improvisa.

Según el gobernador, la insurgencia es un fenómeno foráneo importado de Pakistán. Pero no parece así al escuchar al jefe accidental del batallón del Ejército afgano, quien se dirige a los notables casi suplicando: “Les pido que digan a sus hijos y hermanos que no empuñen las armas contra nosotros. Estamos aquí para darles seguridad. Tienen ustedes que ayudarnos”.

El coronel juega la baza de la zanahoria. Recuerda que los pueblos que han aceptado la ayuda española tendrán agua potable el próximo verano. El Ejército ha reparado ya 153 pozos. Algunos consideran que esta tarea es más propia de una ONG, pero no se trata solo de altruismo: un pozo puede ser más eficaz que un cañón para garantizar su seguridad. Sin respaldo de la población afgana, hace tiempo que las tropas españolas habrían tenido que volver a casa.

Acompañado por el gobernador, el coronel inaugura una pasarela colgante y la iluminación del bazar de Sang Atesh con farolas dotadas de placas solares. Las autoridades se marchan antes de que las farolas se enciendan. Se aduce que aún falta casi una hora para la caída del sol. Pero los militares han detectado una presencia hostil en una colina. “Los talibanes nos están observando”, reconoce el coronel.

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-“¿Tu padre no es el jefe de policía?”-“Y mi tío, el jefe talibán”


EL PAÍS acompaña a una patrulla española en la Ruta Sulphure (Afganistán)



Militares españoles procedentes de Qala-i-Naw recorren a pie ante un grupo de afganos la localidad de Moqur, anclada en la Edad Media. / CLAUDIO ÁLVAREZ


“El valle de Darreh-ye Bum es como Afganistán en miniatura. Todos están con el Gobierno y todos simpatizan con los talibanes”, afirma el capitán Pablo Torres. ¿Y eso qué significa? “Que la gente tiene que sobrevivir y cada mañana da gracias a Dios por ver de nuevo el sol”, explica el subteniente Ángel Ortega. Varios niños tiran piedras contra un vehículo del Ejército español y, cuando el soldado les recrimina su conducta, le piden galletas. “¿Tu padre no es el jefe de policía?”, le pregunta el militar. “Mi tío es el jefe talibán”, contesta. Ambas cosas son ciertas.

En noviembre pasado, se inauguró una nueva escuela en Darreh-ye Bum, con fondos donados por Caja Extremadura. A principios de año cerró sus puertas y así siguen hasta hoy. Los talibanes secuestraron una noche a los maestros y, aunque al poco tiempo los dejaron en libertad, no se les ha vuelto a ver por el pueblo. En febrero, los militares españoles cedieron la base de Darreh-ye Bum a un kandak \[batallón\] del Ejército afgano, pero la reapertura de la escuela no figura entre sus prioridades.

Una patrulla de la Brigada Paracaidista recorre a pie las calles polvorientas de Komuri, una aldea anclada en la Edad Media a mitad de camino entre la capital provincial, Qala-i-Naw, y la base Ricketts, en Moqur. Los militares españoles charlan con un notable local, que desgrana su lista de peticiones. Se queja de que algunos pozos no funcionan. El subteniente Ortega le interrumpe: todos los pozos comunales han sido reparados con fondos de la cooperación española. Pero eso no incluye los pozos de propiedad privada y el que no funciona es del notable.

El capitán Torres se interesa por los problemas de seguridad en la zona. Los aldeanos no quieren hablar del tema. “Todo va bien por aquí, de nosotros no se acuerda nadie”, responde el notable. Finalmente, reconoce que hace un mes los talibanes robaron un vehículo cargado con arena. Solo al cabo de un rato añade que, además de su carga, los talibanes se llevaron también al conductor. ¿Lo han denunciado a la Policía?, interroga el capitán. La respuesta afirmativa no le deja muy convencido.
Durante el trayecto por la ruta Sulphure, 35 kilómetros entre Qala-i-Naw y Moqur que se tarda cuatro horas en recorrer, los soldados españoles permanecen alerta. Una motocicleta cargada con un fardo representa una amenaza y el terreno removido junto a la pista de grava puede esconder una trampa. El pasado día 4, un artefacto improvisado (IED) con unos 15 kilos de explosivo destrozó el motor de un blindado RG-31 a solo dos kilómetros de la base Ricketts. “Fue mala suerte, deberíamos haberlo visto”, se lamenta un conductor. Fue buena suerte, los siete ocupantes salieron ilesos. Peor les fue a los cinco militares afganos que esta misma semana perdieron la vida en las proximidades de Moqur por la explosión de dos minas.

Los talibanes emplean tablas de madera en vez de platos metálicos para que los IED se activen al pisarlas, lo que dificulta su detección, y los últimos artefactos estaban cargados con explosivo militar, y no casero como hasta ahora. ¿De dónde lo sacan? El subteniente Ortega se encoge de hombros. Esta es tierra de contrabandistas y su negocio incluye tanto opio como armas. El comandante Alberto Fajardo reconoce que los ataques con IED se han incrementado, pero asegura que se trata de un fenómeno “cíclico”: se acerca el invierno y los insurgentes echan el resto antes de que la nieve limite su movilidad.

El COP (Puesto de Combate Operativo) Ricketts ha sido construido por el Ejército norteamericano sobre un fortín inglés que data de las guerras anglo-afganas del siglo XIX, cuando los imperios ruso y británico chocaron en este país frontera entre Asia Central y el subcontinente indio. La Legión española, que tomó el relevo a los militares norteamericanos, lo ha reforzado con grandes bloques de hormigón armado y junto a las tiendas de campaña donde duermen los soldados hay refugios. Hasta ahora, no han tenido que utilizarlos. En agosto, un cohete de fabricación china cayó a unos 250 metros del cuartel. Los puestos de observación que el Ejército afgano ha situado en las lomas que lo rodean parecen haber alejado el peligro.

Los dos heridos que la Brigada Paracaidista ha sufrido desde que llegó a Afganistán, en junio pasado, lo fueron por disparos de armas ligeras. Un militar resultó alcanzado en julio en una pierna y otro, en agosto, en un costado. Afortunadamente, ninguno de gravedad. El último incidente, sin bajas, se produjo el pasado día 10, cuando fueron tiroteados mientras intentaban desactivar un IED.

La suerte es el mejor aliado en una guerra, una vez que se han aplicado a rajatabla los preceptos de la instrucción rigurosa y la preparación concienzuda. El otro aliado indispensable es la complicidad de la población. “El pueblo afgano es el factor más importante de este conflicto, ganárselos es la clave del éxito”, asegura el comandante Torres. Pero ¿quién puede estar seguro de qué lado está?

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España dejará antes de mayo sus dos bases de combate en suelo afgano










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El repliegue de Afganistán: «Será un gran embotellamiento con todo tipo de riesgos»

Defensa ultima ya el plan del grueso de la retirada del país asiático el próximo año; en 2012 se replegará el 10% de las tropas

Día 24/10/2012 - 04.17h
«Será el gran embotellamiento de Asia Central; dará lugar a todo tipo de riesgos». Con estos términos se refirió el secretario general de Política de Defensa (Segenpol), Alejandro Alvargonzález, al desafío que tendrán que hacer frente los militares españoles desplegados en Afganistán (y los del resto de países aliados) cuando el próximo año se inicie el grueso del repliegue de una misión en la que España cumplirá once años el próximo enero.

En un debate organizado por el Grupo Atenea y en presencia del presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, Agustín Conde (PP), del portavoz socialista de Defensa, Diego López Garrido, y del director de informativos de ABC Punto Radio, Ángel Expósito, el representante del Ministerio de Defensa aclaró que el Gobierno español antepondrá «el cumplimiento de la misión, la lealtad a nuestros aliados y la seguridad de nuestras tropas» a cualquier tipo de premura en el repliegue de los aproximados 1.500 militares españoles presentes en la provincia de Badghis y en Herat.

El Ministerio de Defensa prevé la retirada en los próximos dos meses del 10 por ciento del contingente, un 50 por ciento en 2013 (aumentándose así la cifra inicial prevista en la Cumbre de Lisboa de la OTAN en un 40 por ciento) y el resto a lo largo de 2014. No obstante, el Segenpol aseguró que las decisiones del repliegue en los próximos dos años se tomarán en función de la propia evolución de la misión.

Actualmente la OTAN mantiene en la guerra de Afganistán 105.000 soldados. La organización de la retirada progresiva de las tropas y todo el material logístico será uno de una de las mayores operaciones logísticas en la reciente historia militar.

Posible ruta: vía Karachi

Ahora el Ministerio de Defensa ultima el plan de repliegue que podría incluir un tránsito terrestre hasta el sur del país, para pasar la frontera paquistaní para alcanzar el puerto de Karachi (Pakistán) para luego trasladar a las tropas y el material en barco hacia España. También se barajan otras rutas a través de vuelos a Emiratos Árabes Unidos o Turquía, y desde allí en barco.
«Está también por determinar qué contingente permanecerá en el escenario post-2014, si la ONU aprueba una resolución y se aprueba la nueva misión en el Congreso de los Diputados», aclaró Alvargonzález. Los aliados podrían permanecer en Afganistán con una misión de entrenamiento de las fuerzas afganas con el objetivo de que Afganistán vuelva a convertirse en un paraíso terrorista.
Sobre el repliegue en Afganistán, el portavoz socialista de Defensa se mostró favorable a acelerar el repliegue de las tropas españolas de Afganistán: «Algo que ya han anunciado otras potencias aliadas como Francia o Italia». Por su parte, el representante del PP animó a la oposición a no convertir el calendario de repliegue en motivo de disputa política.




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