Una explosión cerca del hotel de la ONU en Damasco causa cinco heridos
Una bomba estalla detrás del edificio en el que se hospedan los observadores de la ONU
Los rebeldes del Ejército Libre de Siria se han adjudicado la autoría del atentado
Un artefacto explosivo ha estallado este miércoles cerca del hotel en el que se hospedan los observadores de la ONU en Damasco, la capital de Sira, bajo el control de el régimen de Bachar el Asad desde que las fuerzas leales al presidente aplastaron los principales focos rebeldes. La explosión ha causado heridas a cinco personas, ninguna de ellas miembro de la misión internacional, ya que los observadores están "en buen estado", según fuentes gubernamentales.
El Ejército Libre de Siria (ELS), la fuerza que agrupa a buena parte de los rebeldes, se ha adjudicado la autoría del atentado. Según informó un comandante rebelde a France Press, la explosión tenía como objetivo una sede militar donde tendría lugar una reunión de oficiales del ejército sirio y las milicias progubernamentales Shabiba.
La bomba había sido colocada en un camión cisterna detrás del hotel Dama Rose, que a su vez se encuentra cerca de la sede del jefe del Estado Mayor en la capital, han agregado las fuentes gubernamentales. Según la cadena Al Jazeera, tres personas resultaron heridas fuera del céntrico hotel de Damasco.
Un activista de la oposición en la capital siria ha informado a la agencia Reuters de que vio ambulancias que llegaron a tratar a los heridos al lugar de la explosión, en la exclusiva calle Abu Rumaneh, donde se ubican numerosas embajadas de países árabes y occidentales. La zona ha vuelto a la normalidad después de que los bomberos extinguieran el fuego, que dañó algunos vehículos, según la agencia Efe.
El viceministro sirio de Asuntos Exteriores, Faisal Maqdad, calificó la explosión como un "acto terrorista" que buscaba "desestabilizar" el país, en declaraciones a la prensa mientras visitaba el lugar de los hechos y se ponía en contacto con miembros de la misión de observadores de la ONU para interesarse por su estado de salud. Maqdad destacó que todos los observadores alojados en el hotel están en buen estado, según informó la televisión estatal siria.
En los últimos meses, la capital siria ha sido escenario de explosiones de las que el régimen responsabiliza a grupos terroristas, como denomina a los rebeldes del ELS, con los que también se ha enfrentado en algunos barrios.
El pasado 18 de julio, los rebeldes sirios asestaron el mayor golpe desde marzo de 2011 contra el régimen sirio con el atentado contra la sede de la Seguridad Nacional en Damasco, que costó la vida al ministro y viceministro de Defensa, los generales Daud Rajha y Asef Shawkat, además de a un asistente presidencial.
El Ejército Libre de Siria (ELS), la fuerza que agrupa a buena parte de los rebeldes, se ha adjudicado la autoría del atentado. Según informó un comandante rebelde a France Press, la explosión tenía como objetivo una sede militar donde tendría lugar una reunión de oficiales del ejército sirio y las milicias progubernamentales Shabiba.
La bomba había sido colocada en un camión cisterna detrás del hotel Dama Rose, que a su vez se encuentra cerca de la sede del jefe del Estado Mayor en la capital, han agregado las fuentes gubernamentales. Según la cadena Al Jazeera, tres personas resultaron heridas fuera del céntrico hotel de Damasco.
Un activista de la oposición en la capital siria ha informado a la agencia Reuters de que vio ambulancias que llegaron a tratar a los heridos al lugar de la explosión, en la exclusiva calle Abu Rumaneh, donde se ubican numerosas embajadas de países árabes y occidentales. La zona ha vuelto a la normalidad después de que los bomberos extinguieran el fuego, que dañó algunos vehículos, según la agencia Efe.
El viceministro sirio de Asuntos Exteriores, Faisal Maqdad, calificó la explosión como un "acto terrorista" que buscaba "desestabilizar" el país, en declaraciones a la prensa mientras visitaba el lugar de los hechos y se ponía en contacto con miembros de la misión de observadores de la ONU para interesarse por su estado de salud. Maqdad destacó que todos los observadores alojados en el hotel están en buen estado, según informó la televisión estatal siria.
En los últimos meses, la capital siria ha sido escenario de explosiones de las que el régimen responsabiliza a grupos terroristas, como denomina a los rebeldes del ELS, con los que también se ha enfrentado en algunos barrios.
El pasado 18 de julio, los rebeldes sirios asestaron el mayor golpe desde marzo de 2011 contra el régimen sirio con el atentado contra la sede de la Seguridad Nacional en Damasco, que costó la vida al ministro y viceministro de Defensa, los generales Daud Rajha y Asef Shawkat, además de a un asistente presidencial.
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El Asad sólo controla el 30% del territorio sirio, según el primer ministro desertor
Riyad Hijab declara que el régimen sirio se encuentra al "borde del colapso"
El diplomático argelino Lajdar Brahimi, será el próximo enviado de la ONU y de la Liga Árabe según fuentes diplomáticas citadas por EFE
Ana Carbajosa Jerusalén14 AGO 2012 - 11:02 CET
Riyad Hijab, el ex primer ministro sirio que desertó el pasado miércoles, ha hablado por primera vez desde su huida. Sus palabras pintan un panorama muy sombrío para el régimen de Bashar el Asad, empeñado en sofocar por la fuerza una revuelta popular que dura ya 17 meses y que ha causado más de 21.000 muertos, según el recuento de los grupos opositores.
Hijab asegura que El Asad sólo controla el 30% del territorio sirio, quedando el resto a merced del rebelde Ejército libre. En opinión de Hijab, el régimen se encuentra “al borde del colapso”, según indicó en una conferencia de prensa esta mañana en Ammán. “Les puedo decir por mi experiencia y la posición que ocupaba que el régimen está al borde del colapso desde un punto de vista moral, material y económico. En cuanto a lo militar, el régimen se desmorona y no abarca más del 30% del territorio”, dijo Hijab a la prensa en Ammán, sin dar muchas más explicaciones.
Sí pidió sin embargo al Ejército que deje de disparar contra los civiles y que rompa su lealtad con el régimen de Damasco. “Le pido al Ejército que siga el ejemplo de los militares en Egipto y en Túnez, que se pongan del lado del pueblo”, dijo Hijab en alusión a los dos levantamientos populares más celebrados de la llamada primavera árabe, que logaron destronar a sus respectivos dictadores. Los observadores destacan la evidente superioridad militar de las tropas de El Asad frente a los combatientes rebeldes a los que les faltan entre muchos otros medios, armas. Aún así, los opositores han conseguido poner en jaque al Ejército en más de una ocasión.
Mientras Hijab hablaba fuerzas opositoras, tropas del Ejército y milicianos progubernamentales se enfrentaban como cada día en barrios y ciudades repartidos por toda Siria. Alepo, Damasco y Deraa volvieron a ser los núcleos urbanos más castigados.
El ex primer ministro cruzó como miles de refugiados la frontera que divide Siria con Jordania de la mano de los contrabandistas rebeldes y ahora planea trasladarse a Catar con su familia. Nada más desertar, su portavoz anunció que Hijab se pasaba a las filas de la oposición, mientras que según la versión del Gobierno sirio, el primer ministro había sido despedido. El portavoz explicó entonces que El Asad había amenazado a Hijab con matarle si no comulgaba con las políticas que dictaba el régimen y que el primer ministro decidió finalmente desertar. En Ammán, el ex primer ministro detalló que decidió abandonar su puesto y huir, cuando se convenció de que el régimen no iba a cambiar.
La del ex primer ministro no es una deserción aislada. Ha habido muchas otras, pero la de este mandatario ha sido hasta ahora la de mayor simbolismo por el puesto que ocupaba en el Ejecutivo sirio. Hijab es musulmán suní y originario de la provincia de Deir al Zor, una de las zonas fuertemente castigadas por el Ejército. El núcleo duro del régimen de Damasco y de las fuerzas progubernamentales pertenece sin embargo a la minoría alauí. Algunos observadores extranjeros destacan el riego de que el conflicto sirio se convierta en una guerra entre los distintos grupos religiosos que han convivido hasta ahora en el país en armonía. Las fuentes opositoras insisten en resaltar que el miedo a la división sectaria es simplemente una estrategia del régimen para justificar la necesidad de su existencia.
“Revolucionarios devotos, vuestra revolución se ha convertido en un modelo de esfuerzo y sacrificio en la lucha por la libertad y la dignidad”, ha dicho Hijab esta mañana en Ammán, en una intervención después de la cual no permitió preguntar a los reporteros. Llamó por último a la unidad de las fuerzas opositoras. “La oposición fuera de Siria debe unificar sus esfuerzos y poner fin a las acusaciones de división. El hecho de que haya opiniones diferentes, no quiere decir que el objetivo no sea el mismo”.
Habrá que esperar para conocer el nombramiento oficial del mediador hasta después de la festividad musulmana del Aid el Fitr, prevista para la semana que viene, han señalado las fuentes diplomáticas.
Hijab asegura que El Asad sólo controla el 30% del territorio sirio, quedando el resto a merced del rebelde Ejército libre. En opinión de Hijab, el régimen se encuentra “al borde del colapso”, según indicó en una conferencia de prensa esta mañana en Ammán. “Les puedo decir por mi experiencia y la posición que ocupaba que el régimen está al borde del colapso desde un punto de vista moral, material y económico. En cuanto a lo militar, el régimen se desmorona y no abarca más del 30% del territorio”, dijo Hijab a la prensa en Ammán, sin dar muchas más explicaciones.
Sí pidió sin embargo al Ejército que deje de disparar contra los civiles y que rompa su lealtad con el régimen de Damasco. “Le pido al Ejército que siga el ejemplo de los militares en Egipto y en Túnez, que se pongan del lado del pueblo”, dijo Hijab en alusión a los dos levantamientos populares más celebrados de la llamada primavera árabe, que logaron destronar a sus respectivos dictadores. Los observadores destacan la evidente superioridad militar de las tropas de El Asad frente a los combatientes rebeldes a los que les faltan entre muchos otros medios, armas. Aún así, los opositores han conseguido poner en jaque al Ejército en más de una ocasión.
Mientras Hijab hablaba fuerzas opositoras, tropas del Ejército y milicianos progubernamentales se enfrentaban como cada día en barrios y ciudades repartidos por toda Siria. Alepo, Damasco y Deraa volvieron a ser los núcleos urbanos más castigados.
El ex primer ministro cruzó como miles de refugiados la frontera que divide Siria con Jordania de la mano de los contrabandistas rebeldes y ahora planea trasladarse a Catar con su familia. Nada más desertar, su portavoz anunció que Hijab se pasaba a las filas de la oposición, mientras que según la versión del Gobierno sirio, el primer ministro había sido despedido. El portavoz explicó entonces que El Asad había amenazado a Hijab con matarle si no comulgaba con las políticas que dictaba el régimen y que el primer ministro decidió finalmente desertar. En Ammán, el ex primer ministro detalló que decidió abandonar su puesto y huir, cuando se convenció de que el régimen no iba a cambiar.
La del ex primer ministro no es una deserción aislada. Ha habido muchas otras, pero la de este mandatario ha sido hasta ahora la de mayor simbolismo por el puesto que ocupaba en el Ejecutivo sirio. Hijab es musulmán suní y originario de la provincia de Deir al Zor, una de las zonas fuertemente castigadas por el Ejército. El núcleo duro del régimen de Damasco y de las fuerzas progubernamentales pertenece sin embargo a la minoría alauí. Algunos observadores extranjeros destacan el riego de que el conflicto sirio se convierta en una guerra entre los distintos grupos religiosos que han convivido hasta ahora en el país en armonía. Las fuentes opositoras insisten en resaltar que el miedo a la división sectaria es simplemente una estrategia del régimen para justificar la necesidad de su existencia.
“Revolucionarios devotos, vuestra revolución se ha convertido en un modelo de esfuerzo y sacrificio en la lucha por la libertad y la dignidad”, ha dicho Hijab esta mañana en Ammán, en una intervención después de la cual no permitió preguntar a los reporteros. Llamó por último a la unidad de las fuerzas opositoras. “La oposición fuera de Siria debe unificar sus esfuerzos y poner fin a las acusaciones de división. El hecho de que haya opiniones diferentes, no quiere decir que el objetivo no sea el mismo”.
Lajdar Brahimi, nuevo enviado de la ONU y de la Liga Árabe en Siria
El diplomático argelino Lajdar Brahimi, será el próximo enviado de la ONU y de la Liga Árabe según fuentes de la organización panárabe citadas por la agencia EFE. Los secretarios generales de la ONU, Ban Ki-moon, y de la Liga Árabe, Nabil el Arabi, se han puesto de acuerdo en elegir a Brahimi, en sustitución de Kofi Annan que anunció el pasado 3 de agosto que dejará su puesto a finales de este mes. Annan lamentó entonces que el incremento de la violencia en Siria y los vetos ruso y chino en el Consejo de Seguridad le impidieran hacer su trabajo.Habrá que esperar para conocer el nombramiento oficial del mediador hasta después de la festividad musulmana del Aid el Fitr, prevista para la semana que viene, han señalado las fuentes diplomáticas.
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El Ejército Libre de Siria quiere cortar las alas a El Asad
Un grupo rebelde rodea un aeropuerto militar clave al norte de Alepo
Antes de la revolución siria, Abu Dujana, nombre de guerra de Ali Hamidan, era cerrajero. Si bien por su gesto, mirada, piel tostada, barba cerrada, gafas de sol, vestimenta y envergadura, nadie diría que no nació para ser rebelde. A sus 36 años, Abu Dujana lidera a 35 de los 60 hombres apostados en los alrededores del aeropuerto militar de Menagh, unos 45 kilómetros de la ciudad de Alepo, en el norte de Siria. El bando rebelde no es de tener secretos, pero sí prefiere en esta ocasión preservar el punto exacto (están ahí desde hace tres semanas) en el que aguardan a que caiga la noche para atacar el aeródromo, controlado en su interior por el régimen. Eso sí, permiten que todo el mundo sepa que lo hacen cada 24 horas, aunque hasta la fecha con poca puntería. ¿Por qué quieren tomar el aeropuerto? “Está situado en medio [de la franja norte de la provincia de Alepo] y desde ahí el Ejército puede atacar hacia los cuatro flancos”, explica Abu Dujana. El de Menagh es el segundo enclave militar aéreo más importante tras el aeródromo del sureste de Alepo.
Una torre de control de color arcilla y aupada junto a una arboleda saltan a la vista a poco más de un kilómetro del aeropuerto. A las faldas de la torre, una ciudad fantasma: Menagh. Nadie ha esperado a ver si los rebeldes logran acertar contra alguno de los aparatos que entran y salen del aeródromo. Han huido todos. Según los cálculos del Ejército Libre de Siria (ELS) —o al menos de esta agrupación, porque las cifras bailan ligeramente de un miliciano a otro—, el régimen mantiene allí a unos 270 soldados, 15 tanques, 30 helicópteros, una docena de morteros y dos lanzacohetes. ¿Por qué no los usan? “Porque tienen suficiente armamento en el otro aeropuerto”, zanja Abu Dujana. Sentado sobre una alfombra con las llaves del coche en la mano y rodeado de una decena de rebeldes, tan fuera de servicio que hasta juegan con las esposas, Abu Dujana no deja de hacer gestos con los que enfatiza que el de Menagh es un punto clave para cortar el paso al Ejército de Bachar el Asad: “Cuando las armas salen de Damasco”, explica, “llegan hasta ahí para ser repartidas hacia otros lados”.
Un helicóptero sobrevuela la zona. Ni caso, es de día. La hoja que Abu Dujana saca del bolsillo tiene escrito a bolígrafo los nombres y apellidos de los pilotos que están en el interior de la base. “Nos los entregó un desertor”, explica el responsable de los milicianos. “Y así podemos saber quiénes son y dónde viven”. Más bien sus familias, aunque niegan la mayor a preguntas sobre posibles represalias. Según el relato de esta agrupación de rebeldes, cuatro capitanes y cuatro soldados desertaron del interior del aeropuerto recientemente. Los mandos huyeron. El resto pasó a formar parte de las filas del ELS con destino Alepo.
Una torre de control de color arcilla y aupada junto a una arboleda saltan a la vista a poco más de un kilómetro del aeropuerto. A las faldas de la torre, una ciudad fantasma: Menagh. Nadie ha esperado a ver si los rebeldes logran acertar contra alguno de los aparatos que entran y salen del aeródromo. Han huido todos. Según los cálculos del Ejército Libre de Siria (ELS) —o al menos de esta agrupación, porque las cifras bailan ligeramente de un miliciano a otro—, el régimen mantiene allí a unos 270 soldados, 15 tanques, 30 helicópteros, una docena de morteros y dos lanzacohetes. ¿Por qué no los usan? “Porque tienen suficiente armamento en el otro aeropuerto”, zanja Abu Dujana. Sentado sobre una alfombra con las llaves del coche en la mano y rodeado de una decena de rebeldes, tan fuera de servicio que hasta juegan con las esposas, Abu Dujana no deja de hacer gestos con los que enfatiza que el de Menagh es un punto clave para cortar el paso al Ejército de Bachar el Asad: “Cuando las armas salen de Damasco”, explica, “llegan hasta ahí para ser repartidas hacia otros lados”.
Cada cuatro o cinco días
El ELS rodea cada día el aeródromo y cada día espera a que algún helicóptero despegue para abrir fuego con sus ametralladoras douchka. La misión no es fácil porque, a la llegada o salida de los aparatos —cada cuatro o cinco días y cargados, sobre todo, de alimentos— las baterías del interior disparan para cubrir la maniobra. Eso si no aparecen aviones de combate. Pruebas no faltan de los impactos de artillería y metralla junto al mirador improvisado desde el que se atisba Menagh. Ni la cúpula verdosa de la mezquita se ha salvado de respirar ahora por un nuevo orificio. Y como por pedir que no quede, Abu Dujana lo hace: “Necesitaríamos lanzacohetes Katiusha, misiles tierra-aire y rifles Cobra para acabar con ellos en una semana”.Un helicóptero sobrevuela la zona. Ni caso, es de día. La hoja que Abu Dujana saca del bolsillo tiene escrito a bolígrafo los nombres y apellidos de los pilotos que están en el interior de la base. “Nos los entregó un desertor”, explica el responsable de los milicianos. “Y así podemos saber quiénes son y dónde viven”. Más bien sus familias, aunque niegan la mayor a preguntas sobre posibles represalias. Según el relato de esta agrupación de rebeldes, cuatro capitanes y cuatro soldados desertaron del interior del aeropuerto recientemente. Los mandos huyeron. El resto pasó a formar parte de las filas del ELS con destino Alepo.
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Los fugitivos del imperio ruso en Siria vuelven a su tierra del Cáucaso
Decenas de descendientes de los huidos por las guerras del siglo XIX regresan a Abjazia
Cargada con una bolsa de juguetes y ropa, la activista cívica Tsiza Gumba es recibida como una madre por los repatriados de Siria, niños y adultos que de forma provisional se alojan en la residencia Aitar de Sujum, la capital de Abjazia. Aquí, a las orillas del mar Negro, en la sede de una clausurada misión de la ONU, aguardan su futuro varias decenas de ciudadanos sirios descendientes de los majadzhiri, como se llama a los habitantes locales huidos de la expansión imperial rusa en el Cáucaso en la segunda mitad del siglo XIX.
Aquellos abjazos decimonónicos compartieron su destino con otros pueblos divididos por la conquista rusa, como los ubijos, adigos o shapsugs. En conjunto, estas comunidades exiliadas al Imperio Otomano recibieron el nombre genérico de cherquesos. En el mundo se calcula que hay varios millones de cherquesos, la mayoría de los cuales —cerca de seis millones— residen en Turquía. Otros contingentes menores viven en Siria y Jordania. El ministro de Exteriores de Abjazia, Viacheslav Chírikba, estima que entre 300.000 y 500.000 abjazos de origen viven en Turquía y menos de 10.000, en Siria.
Desgajada de Georgia en una cruel guerra civil (1992-1993), Abjazia solo ha sido reconocida como Estado por Rusia (2008) y por unos pocos países más, entre ellos Venezuela y Nicaragua. Pese a sus limitaciones internacionales y económicas, Abjazia ha lanzado un plan de repatriación sin precedentes en nombre de unas leyes, según las cuales la nacionalidad abjaza se trasmite por vía paterna. Ni siquiera Moscú, inquieta por el “factor islámico”, atiende de forma tan sistemática a sus propios cherquesos, que piden ayuda desde el comienzo de la guerra en Siria y que, en parte por su cuenta y riesgo, se trasladan al norte del Cáucaso.
Por el viaje, alojamiento, manutención y formación lingüística cada abjazo-sirio repatriado cuesta 300.000 rublos (unos 7.600 euros) al presupuesto de Abjazia, según el jefe del Comité de Repatriación, Zurab Adleyba. Además, la sociedad local se ha volcado, afirma Gumba, que compra neveras, aparatos de aire acondicionado, sofás y muebles para los recién llegados gracias en parte a donaciones particulares.
Todo comenzó en una reunión de activistas cívicos que en enero se dirigieron al presidente de Abjazia, Alexandr Ankvab, explica Gunda. “El empeoramiento de la situación sociopolítica en Siria despierta preocupación entre los ciudadanos de Abjazia debido a la amenaza a las vidas de nuestros compatriotas, abjazos étnicos […] descendientes directos de los refugiados que abandonaron el territorio de residencia histórica de los abjazos […] como resultado de las guerras ruso-caucásicas y ruso-turcas, y otros eventos del siglo XIX”, afirmaban en su llamamiento.
Las autoridades se pusieron en marcha y enviaron una misión de reconocimiento a Siria, con ayuda rusa. Siguió una primera oleada de inmigrantes, unas 40 personas, que, con visados de tránsito rusos, llegaron a Abjazia en mayo desde Damasco, vía Moscú, en un avión de la compañía Aeroflot. Abjazia se prepara para acoger a un segundo grupo de 110-120 personas este mes. Como Aeroflot dejó de volar a Siria el 6 de agosto, el grupo deberá ser trasladado en un chárter ruso, que Abjazia está dispuesta también a pagar.
En la residencia Aitar, los sirios-abjazos esperan la puesta a punto de las viviendas que ocuparán cerca de Sujum. Algunos tienen trabajo y otros lo buscan mientras reciben clases de abjazo, un complicado idioma que su generación ya no habla. Los repatriados han recibido pasaportes abjazos con sus “apellidos históricos”, recuperados gracias a los archivos de las asociaciones de cherquesos de Siria. Estos apellidos difieren en muchos casos de sus apellidos árabes de Siria y los nuevos pasaportes solo son válidos en el ámbito de reconocimiento de Abjazia como Estado.
“Los primeros repatriados vinieron de Turquía y de Siria a principios de los noventa, antes de la guerra. Una parte se marcharon durante los duros años de bloqueo que siguieron, pero en total deben quedar unas 2.000 personas”, afirma Chírikba, según el cual la inmigración a Abjazia se ha incrementado por una razón: "Nuestro crecimiento económico es del 8%".
Los abjazos de Siria están culturalmente más alejados de Abjazia que los de Turquía, pero voluntarios de ambos países acudieron a luchar contra los georgianos a principios de los noventa y algunos, como Farid Ariutaa, perecieron en la guerra. Su fotografía cuelga a la entrada del Comité de Repatriación, mientras Riad, su hermano, cuenta que su esposa y tres hijos acaban de llegar de Siria.
La guerra abjazo-georgiana culminó en 1993 con el éxodo de cerca de 200.000 georgianos, que habían formado el contingente poblacional más numeroso en Abjazia cuando esta era una autonomía soviética subordinada a Tbilisi. En 1989, Abjazia tenía algo más de medio millón de habitantes. Según el censo de 2011, tiene 240.000, de ellos 122.000 abjazos y 43.000 georgianos. Los campos sin cultivar y las casas destruidas y abandonadas salpican el despoblado paisaje, especialmente cuando uno se aleja de la costa. Pero las autoridades vetan el retorno a los georgianos. Alegan que colaboraron con la expedición militar enviada por Tbilisi en 1992 y que su predominio en época soviética fue provocado por Stalin para alterar la composición étnica en Abjazia.
El empleo es la gran inquietud de Mogamed Uanarua, que en Damasco “dibujaba patrones de ropa para Benetton por ordenador” “Cuando hayamos organizado el alojamiento, me ocuparé de buscarte trabajo”, dice Tsiza, dispuesta a indagar en “un taller de confección de trajes regionales” local. A diferencia de la mayoría de los repatriados, Basel Marshán habla ruso, pues estudió microelectrónica en Nalchik (capital de Kabardino-Balkaria, en el Cáucaso ruso). En Damasco era jefe de sección en el Ministerio de Comunicaciones y tenía coche oficial. Ahora trabaja en una de las dos empresas de teléfonos móviles de Abjazia. Su hermano, Aus Marshán, dentista, habla inglés pero no ruso ni abjazo, y tiene un trabajo provisional. “Nuestro abuelo que vivió 107 años se marchó de Abjazia en 1895, se escondió en las montañas de Karacháyevo-Cherkesia, y de allí huyó a Turquía. Siempre supimos que éramos abjazos. De Turquía, nuestra familia pasó a Siria. Hasta la guerra árabe-israelí de 1967, vivimos en los altos del Golán, luego, en un pueblo de cherquesos cerca de Damasco”, cuenta Basel. “Nos criamos entre los árabes, pero nunca nos adaptamos del todo. Siria es un país con muchas nacionalidades, muchas lenguas… y muchos idiotas”, afirma.
Mohamed Geshba trabajaba en la Embajada de Estados Unidos en Siria y ha venido con sus cuatro hijos y toda su familia, excepto un hermano que permanece en Damasco. Shami Marshán, de 22 años, trabaja ya de carpintero y, por los orígenes de su madre, entiende algo de adigueio (idioma emparentado con el abjazo), pero no abjazo.
Geshba, como parte de los emigrantes, observa el Ramadán. En Abjazia, con una mayoría cristiana, no hay mezquitas y hay quien cree que los refugiados no permanecerán aquí mucho tiempo. “De momento, siguen llegando, y en la próxima remesa esperamos que nos ayude el Alto Comité de los Refugiados de la ONU”, dice Adleyeba.
Aquellos abjazos decimonónicos compartieron su destino con otros pueblos divididos por la conquista rusa, como los ubijos, adigos o shapsugs. En conjunto, estas comunidades exiliadas al Imperio Otomano recibieron el nombre genérico de cherquesos. En el mundo se calcula que hay varios millones de cherquesos, la mayoría de los cuales —cerca de seis millones— residen en Turquía. Otros contingentes menores viven en Siria y Jordania. El ministro de Exteriores de Abjazia, Viacheslav Chírikba, estima que entre 300.000 y 500.000 abjazos de origen viven en Turquía y menos de 10.000, en Siria.
Desgajada de Georgia en una cruel guerra civil (1992-1993), Abjazia solo ha sido reconocida como Estado por Rusia (2008) y por unos pocos países más, entre ellos Venezuela y Nicaragua. Pese a sus limitaciones internacionales y económicas, Abjazia ha lanzado un plan de repatriación sin precedentes en nombre de unas leyes, según las cuales la nacionalidad abjaza se trasmite por vía paterna. Ni siquiera Moscú, inquieta por el “factor islámico”, atiende de forma tan sistemática a sus propios cherquesos, que piden ayuda desde el comienzo de la guerra en Siria y que, en parte por su cuenta y riesgo, se trasladan al norte del Cáucaso.
Por el viaje, alojamiento, manutención y formación lingüística cada abjazo-sirio repatriado cuesta 300.000 rublos (unos 7.600 euros) al presupuesto de Abjazia, según el jefe del Comité de Repatriación, Zurab Adleyba. Además, la sociedad local se ha volcado, afirma Gumba, que compra neveras, aparatos de aire acondicionado, sofás y muebles para los recién llegados gracias en parte a donaciones particulares.
Todo comenzó en una reunión de activistas cívicos que en enero se dirigieron al presidente de Abjazia, Alexandr Ankvab, explica Gunda. “El empeoramiento de la situación sociopolítica en Siria despierta preocupación entre los ciudadanos de Abjazia debido a la amenaza a las vidas de nuestros compatriotas, abjazos étnicos […] descendientes directos de los refugiados que abandonaron el territorio de residencia histórica de los abjazos […] como resultado de las guerras ruso-caucásicas y ruso-turcas, y otros eventos del siglo XIX”, afirmaban en su llamamiento.
Las autoridades se pusieron en marcha y enviaron una misión de reconocimiento a Siria, con ayuda rusa. Siguió una primera oleada de inmigrantes, unas 40 personas, que, con visados de tránsito rusos, llegaron a Abjazia en mayo desde Damasco, vía Moscú, en un avión de la compañía Aeroflot. Abjazia se prepara para acoger a un segundo grupo de 110-120 personas este mes. Como Aeroflot dejó de volar a Siria el 6 de agosto, el grupo deberá ser trasladado en un chárter ruso, que Abjazia está dispuesta también a pagar.
En la residencia Aitar, los sirios-abjazos esperan la puesta a punto de las viviendas que ocuparán cerca de Sujum. Algunos tienen trabajo y otros lo buscan mientras reciben clases de abjazo, un complicado idioma que su generación ya no habla. Los repatriados han recibido pasaportes abjazos con sus “apellidos históricos”, recuperados gracias a los archivos de las asociaciones de cherquesos de Siria. Estos apellidos difieren en muchos casos de sus apellidos árabes de Siria y los nuevos pasaportes solo son válidos en el ámbito de reconocimiento de Abjazia como Estado.
“Los primeros repatriados vinieron de Turquía y de Siria a principios de los noventa, antes de la guerra. Una parte se marcharon durante los duros años de bloqueo que siguieron, pero en total deben quedar unas 2.000 personas”, afirma Chírikba, según el cual la inmigración a Abjazia se ha incrementado por una razón: "Nuestro crecimiento económico es del 8%".
Los abjazos de Siria están culturalmente más alejados de Abjazia que los de Turquía, pero voluntarios de ambos países acudieron a luchar contra los georgianos a principios de los noventa y algunos, como Farid Ariutaa, perecieron en la guerra. Su fotografía cuelga a la entrada del Comité de Repatriación, mientras Riad, su hermano, cuenta que su esposa y tres hijos acaban de llegar de Siria.
La guerra abjazo-georgiana culminó en 1993 con el éxodo de cerca de 200.000 georgianos, que habían formado el contingente poblacional más numeroso en Abjazia cuando esta era una autonomía soviética subordinada a Tbilisi. En 1989, Abjazia tenía algo más de medio millón de habitantes. Según el censo de 2011, tiene 240.000, de ellos 122.000 abjazos y 43.000 georgianos. Los campos sin cultivar y las casas destruidas y abandonadas salpican el despoblado paisaje, especialmente cuando uno se aleja de la costa. Pero las autoridades vetan el retorno a los georgianos. Alegan que colaboraron con la expedición militar enviada por Tbilisi en 1992 y que su predominio en época soviética fue provocado por Stalin para alterar la composición étnica en Abjazia.
El empleo es la gran inquietud de Mogamed Uanarua, que en Damasco “dibujaba patrones de ropa para Benetton por ordenador” “Cuando hayamos organizado el alojamiento, me ocuparé de buscarte trabajo”, dice Tsiza, dispuesta a indagar en “un taller de confección de trajes regionales” local. A diferencia de la mayoría de los repatriados, Basel Marshán habla ruso, pues estudió microelectrónica en Nalchik (capital de Kabardino-Balkaria, en el Cáucaso ruso). En Damasco era jefe de sección en el Ministerio de Comunicaciones y tenía coche oficial. Ahora trabaja en una de las dos empresas de teléfonos móviles de Abjazia. Su hermano, Aus Marshán, dentista, habla inglés pero no ruso ni abjazo, y tiene un trabajo provisional. “Nuestro abuelo que vivió 107 años se marchó de Abjazia en 1895, se escondió en las montañas de Karacháyevo-Cherkesia, y de allí huyó a Turquía. Siempre supimos que éramos abjazos. De Turquía, nuestra familia pasó a Siria. Hasta la guerra árabe-israelí de 1967, vivimos en los altos del Golán, luego, en un pueblo de cherquesos cerca de Damasco”, cuenta Basel. “Nos criamos entre los árabes, pero nunca nos adaptamos del todo. Siria es un país con muchas nacionalidades, muchas lenguas… y muchos idiotas”, afirma.
Mohamed Geshba trabajaba en la Embajada de Estados Unidos en Siria y ha venido con sus cuatro hijos y toda su familia, excepto un hermano que permanece en Damasco. Shami Marshán, de 22 años, trabaja ya de carpintero y, por los orígenes de su madre, entiende algo de adigueio (idioma emparentado con el abjazo), pero no abjazo.
Geshba, como parte de los emigrantes, observa el Ramadán. En Abjazia, con una mayoría cristiana, no hay mezquitas y hay quien cree que los refugiados no permanecerán aquí mucho tiempo. “De momento, siguen llegando, y en la próxima remesa esperamos que nos ayude el Alto Comité de los Refugiados de la ONU”, dice Adleyeba.
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