Carrero Blanco, un asesinato obra de ETA ¿y respaldado por quién?
El periodista Ernesto Villar, tras recuperar el sumario completo del caso de más de 3.000 folios, explica en su libro «Matar a Carrero» que pudo haber una conspiración desde el propio Régimen para matar al presidente franquista
Tres miembros de ETA accionaron el dispositivo para asesinar
al presidente del Gobierno de España, Luis Carrero Blanco, el 20 de
diciembre de 1973, pero detrás pudo haber una conspiración desde el propio
Régimen, según el libro "Matar a Carrero", de Ernesto
Villar
La
obra es un recorrido pormenorizado de la
evolución de la organización terrorista desde sus albores a finales de los
50 hasta esa fecha de 1973.
Ese
año los etarras se movieron por Madrid con toda impunidad y cometiendo muchas imprudencias en
una época en la que, como recuerda Villar en boca de Santiago
Carrillo, cualquier militante comunista que ponía sus pies en territorio
nacional era detenido inmediatamente.
Declaraciones de infiltrados en ETA
Para
el periodista y escritor (Madrid, 1972), se ignoraron todos los informes basados
en las declaraciones de distintos confidentes e infiltrados que enviaba desde
Bilbao el jefe de la Policía, José Sainz, ya que los que perpetraron el atentado mortal
estaban fichados desde año y medio antes.
Sus
nombres: Jose Ignacio Múgica Arregui, "Ezkerra"; Pedro Ignacio Pérez Beotegui, "Wilson", y José Miguel Beñarán Ordeñana, "Argala".
Pero
es que también y en momentos muy concretos en los que las distintas fuerzas del
Estado se disponían a
interceptar alguna de las acciones de los terroristas, aparecían ciertos
vehículos que abortaban las distintas iniciativas porque se trataba de asuntos
de Estado.
Sumario de más de 3.000 folios
Villar,
después de una exhaustiva investigación y de recuperar el sumario completo de
3.009 folios, desaparecido durante décadas y al que
sólo tuvieron acceso otros periodistas en 1993, opina que si bien la idea del
asesinato no surgió desde el propio Régimen, es cierto que desde el mismo se
respaldó por acción u omisión.
El
autor, que en estos momentos colabora con distintos medios de comunicación y es
profesor universitario, aclara que Carrero tenía
ante sí un denominador común: todos -derecha e izquierda- eran enemigos suyos y
todos ganaban con su muerte.
Para
Villar, quien considera que Carrero
era un hombre con los pies en la tierra, honesto, pero más franquista que el
propio Franco, no tiene explicación alguna que tras el magnicidio no se
declarara el Estado de excepción ni se pusiera en marcha una operación "jaula"
(máximos controles), como había ocurrido con atentados anteriores.
Pasando de puntillas
En
su opinión, el Régimen quiso pasar de puntillas y lo
antes posible del asunto, porque, según dice en el libro la hija del asesinado,
ella sospecha que de Franco para abajo lo sabían todos.
Asegura
que la frase de Franco
tras el atentado de que "no hay bien que por mal no venga" no fue en ningún caso
una "morcilla" sino que aparece en los tres borradores del discurso en la que lo
pronunció, en los que sí había otras correcciones.
El
autor no se explica que nadie preguntase a los porteros de las viviendas
cercanas al número 104 de la calle Claudio Coello desde donde los
etarras excavaron el túnel en el que pusieron la carga mortal, equiparable a una
mina antitanque, que hizo
"volar" el coche del presidente hasta la terraza de la iglesia de los Jesuitas
y que le costó la vida a él, al conductor y a un escolta.
Juanto a la embajada de EE.UU.
Tampoco
entiende que los hechos sucediesen a escasos metros de la embajada de Estados
Unidos y no descarta que en la acción estuviesen involucrados los servicios secretos de otros países.
Considera
Villar que entre el atentado contra Carrero y el intento
de golpe de Estado del 23-F de 1981 -dos hechos cruciales para la reciente
historia de España- hay varias similitudes que podrían hacer pensar que detrás
de los dos había una misma persona, pero ¿cómo dar un nombre si no hay pruebas?,
matiza.
Ernesto
Villar es pesimista sobre la posibilidad de conocer toda la verdad, porque muchos de los implicados han muerto y de los que viven sólo
algún "arrepentido" suele aclarar alguna cuestión.
Fuente Diario "ABC"
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