Desembarco en Madrid
07 SEP 2011 21:56
Corría un 25 de agosto de 1944, cuando las tropas americanas entraban en Paris en precioso desfile frente a los emocionados parisinos. Terminaba la conquista alemana de la capital francesa. Con el Arco del Triunfo al fondo, muchos de los altos mandos que habían liderado un desembarco que cambiaría el rumbo de la historia saludaban desde unos vehículos diseñados 'para poder seguir a los acorazados en cualquier terreno', según cuenta David de la Morena de la asociación Spearhead. Y, ¿por qué sabe esto David de la Morena? Porque este fanático de la memorabilia militar tiene uno de los que participó en la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de un Halftrack M3 de los que se fabricaron 43.000 unidades y que hoy en día siguen utilizando algunos ejércitos sudamericanos. Son vehículos mixtos, con ruedas delante y 'oruga' detrás de unas ocho toneladas y media de peso. David no quiso decir cuánto le costó esta joya histórica pero el precio es lo de menos puesto que él lo compró destrozado. Gracias a su profesión de mecánico y su pasión por la historia, consiguió restaurarlo y convertirlo en el símbolo de la 38ª Bolsa de Militaria. Es la feria que cada año se celebra para la compra, venta, intercambio y, a la postre, exposición de material militar.
Una feria que se celebra el sábado y en la que 'caben todos' como dice Eduardo Jiménez de la Fundación Don Rodrigo, organizadora del evento. En la que se podrán ver cascos, medallas, armas, documentos,... y como no uniformes de todas las épocas y de todos los ejércitos. Para hacer frente a David, Eduardo decidió vestirse con el uniforme alemán de la Segunda Guerra Mundial. El resto de los participantes en la aventura del halftrack prefirieron el del bando aliado. Decimos aventura porque, ni cortos ni perezosos decidimos poner en marcha el gigantesco vehículo y dar una vuelta por las calles de Madrid ante el asombro y, por qué no decirlo, envidia, de muchos madrileños.
Según contaba David, la conducción del Halftrack es muy sencilla y viene a ser equivalente a un camión. Con cuatro marchas hacia delante y otra hacia atrás. A pleno rendimiento, la niña bonita de David podría alcanzar los 70 kilómetros por hora. Velocidad, por supuesto que ni se nos ocurrió alcanzar para que no cundiera el pánico entre los conductores que, parados en un semáforo, veían como se les acercaba un gigantesco vehículo para el transporte de tropas coronado por una ametralladora de dos metros. Detrás nos seguía el pequeño pero no menos impresionante jeep de Miguel González, completamente restaurado de época.
¿Sois niños con juguetes grandes?, le pregunto. 'No, yo me considero aficionado a la mecánica y a la historia pero está claro que de niño te ha tenido que gustar', responde Miguel antes de mostrarme el doble embrague que se necesita dominar para cambiar de marcha estos vehículos. Terminados nuestros 15 minutos de gloria y tras haber conquistado sin dificultad alguna la capital, David se bajaba del coche exultante ante la muy positiva reacción de la gente ante su trabajo de restauración. 'La admiración de la gente es lo mejor, te reconocen el haber conservado un cacho de historia', concluía sonriente. Casi 70 años de victorioso hierro.
Luis Nuñez-Villaveiran
Fuente Diario "EL MUNDO"
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