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lunes, 4 de abril de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.-LIBIA, JOVENES LIBIOS EN MASA SE OFRECEN VOLUNTARIOS, PARA LUCHAR CON LOS REBELDES
El horror de Misrata llega a Bengasi
* Heridos de Misrata hablan desde el barco turco Ankara, que los ha rescatado de su situación
* El barco se ha convertido en un hospital con 50 sanitarios, entre ellos, 10 médicos
* Recibió el visto bueno del régimen para evacuar a los heridos graves de la ciudad
* Entre los tripulantes apenas se ven niños ni mujeres; la mayoría son hombres
Omar Mustafá Gauba está asomado por la borda del barco turco 'Ankara', que acaba de atracar en el puerto de Bengasi. Escucha cómo sus compatriotas, desde el muelle, reciben a los heridos evacuados desde la ciudad rebelde y asediada de Misrata con gritos de "Libia unida", "Que se vayan Gadafi y sus hijos", "La muerte de los inocentes no será en vano", escucha las voces de ánimo, el estruendo de las sirenas que celebran su evacuación, la exaltación.
Pero no puede verlo. El disparo de un tanque de las tropas de Gadafi lo dejó ciego hace cinco días. La metralla le saltó los ojos y se le clavó en la frente, el cuello y el pecho. Y, sin embargo, tuvo suerte, y no dejó huérfanos a sus tres hijos. Su hermano Taib, que lo acompaña de lazarillo en esta expedición humanitaria organizada por el gobierno y la Media Luna turca para trasladar a 230 heridos graves de Misrata y 100 de Bengasi hasta la ciudad turca de Çesme para recibir tratamiento, cuenta, a voces desde la borda, que el proyectil que hirió a Omar mató a los cuatro vecinos que estaban a su lado.
"Estaban en la calle al atardecer, en la puerta de su casa, en el barrio de Al Rueisat, en el centro de Misrata, y de repente cayó la bomba. El tanque disparó desde muy lejos, no lo vieron. Eran todos civiles desarmados", describe Taib mientras su hermano, con las cuencas de los ojos vendados, espera quieto como una esfinge agotada. "Los vecinos que murieron se llamaban Hamsa Shwer, Salah Rais Monir Bograin y Hassan Rais", documenta.
Dice que su hermano, un funcionario de 43 años, no recuperará la visión, y que en Misrata, donde el ejército de Gadafi asedia la ciudad por tierra desde que estalló la revuelta popular y donde no hay, denuncian, agua, electricidad ni comunicaciones, han quedado la mujer y los hijos de Omar.
Flores en la bienvenida
Un centenar de hombres se asoman desde las cubiertas para ver el recibimiento oficial del gobierno rebelde de Bengasi, con flores, manos al aire haciendo el signo de la victoria o empuñando el kalashnikov. No se ven casi niños ni mujeres. Entre ellos hay tanto civiles como combatientes heridos.
Es el caso de Ismail al Balus, estudiante de ingeniería de 20 años, que cuenta a gritos su historia al lado del pasajero ciego. Tiene los dos brazos escayolados, y dice que él sí estaba luchando contra las tropas de Gadafi armado con un subfusil. "Me hirieron el 16 de marzo con disparos de balas y metralla. He perdido cuatro dedos de la mano izquierda y una bala me atravesó el brazo derecho".
Otro herido evacuado desde Misrata a Turquía, Muftaja Rais, con el brazo izquierdo escayolado y con fijaciones metálicas, dice desde la cubierta que a él lo hirió un proyectil de metralleta antiaérea, que en Misrata han quedado mil heridos con heridas menores y que "en cada casa de la ciudad" hay un guerrillero dispuesto a impedir que el gobierno de Trípoli aplaste la revuelta.
¿Qué necesitan? "No necesitamos ni agua ni comida, sólo necesitamos armas para combatir a Gadafi". Dicen también que en la represión de las primeras manifestaciones "pacíficas y sin armas", en febrero, hubo en Misrata, la tercera ciudad de Libia y situada a 214 kilómetros de Trípoli, unos 50 muertos.
El mar, la única salida
El 'Ankara', convertido en barco hospital con unos 50 sanitarios a bordo, de ellos 10 médicos, recibió el visto bueno del régimen de Gadafi para entrar en el puerto de Misrata y evacuar a los heridos graves del hospital, muy dañado por los bombardeos, explica en el muelle el cónsul general de Turquía en Bengasi, Ali Davutoglu.
Sin ese permiso, se habría expuesto a ser bombardeado, como le ocurre a los pequeños barcos rebeldes que llevan armas a sus compañeros de Misrata por las noches desde Bengasi, a veces con escala a la vuelta en Malta. Con la ciudad rodeada por los soldados de Gadafi, el mar es la única salida para los insurrectos.
El cónsul dice que esperan poder continuar con este puente marítimo humanitario, aprovechando que Turquía mantiene buenas relaciones con el régimen libio. Antes, dos buques turcos ya habían llevado comida y medicinas a Misrata, pero éste es el primer navío que rescata heridos. Desde las cubiertas y desde el muelle, antes de que suban a bordo a los cien heridos de Bengasi y que el buque reposte y zarpe hacia Turquía, los hombres siguen gritando al unísono, enardecidos. "Daremos nuestra sangre y nuestra carne por Misrata".
Jóvenes libios desarmados acuden en masa al frente como voluntarios rebeldes
A menudo portando poco más que cartones de leche, latas de atún y colchonetas, cientos de jóvenes voluntarios continúan llegando al frente de la revuelta libia, incluso aunque muchos no pueden luchar.
Los mandos militares rebeldes pidieron la semana pasada a los voluntarios que se mantengan en la retaguardia de los combates con las fuerzas leales a Muammar Gaddafi para permitir a los combatientes más experimentados coordinar la estrategia tras la caótica retirada hacia el este del miércoles.
Pero con los colegios y muchos negocios todavía cerrados y los jóvenes varones con poco que hacer, los vehículos de voluntarios -una mezcla de camionetas, furgonetas e incluso taxis- aún entorpecen la carretera en las afueras de Brega, la ciudad petrolera del este de Libia, donde se lucha desde hace cuatro días.
"No nos iremos hasta que Libia sea liberada", dice Mohamed Jairallah, de 21 años, sentado a un lado de la desértica carretera cerca de la ciudad. "O hasta que muramos como mártires", añade su amigo Saleh, agitando su cigarrillo. Ninguno de los dos estaba armado.
Algunos, sin embargo, han ido más lejos. Anwar Ibrahim, un voluntario de 24 años, asegura haber atrapado a varios soldados de Gaddafi en una emboscada en Brega el domingo por la mañana, atacándolos con ametralladoras y matando a dos.
"Estaban haciendo un reconocimiento y nosotros estábamos haciendo un reconocimiento. Vinieron en dos coches, uno blanco y otro negro, y nos tumbamos en el suelo y les tendimos una emboscada", relata.
Ibrahim trae a un amigo para que confirme su historia. Su amigo, luciendo una fina perilla, asiente, pero dice que solo murió un soldado de Gaddafi.
Con la esperanza de acabar con el estancamiento, los rebeldes que se enfrentan a las tropas, tanques y artillería de Gaddafi están intentando reorganizar sus fuerzas militares. Dicen que están llevando al frente unidades mejor entrenadas, integradas por desertores del Ejército.
Pero el persistente celo de los voluntarios ha frustrado a algunos de los combatientes más veteranos.
Seremos mártires
Una pelea estalló en las afueras de Brega el domingo cuando un joven intentó avanzar hacia el frente. Combatientes le cerraron el paso mientras éste gritaba insultos.
"No tienen tácticas estos chicos", dice Mohammed Ali, un soldado rebelde de las fuerzas especiales que se encontraba cerca. "Van, disparan, y eso es todo", declara.
El peligro de ese modo de operar es obvio. Mohamed Geheny, de 16 años, sentado en una camioneta cerca de Brega, señala su rodilla vendada y dice que fue alcanzado por metrallas en una pelea anterior.
"Mis padres no tienen miedo", asegura, entornando los ojos por el sol del desierto. "Si morimos nuestras almas regresarán a Dios. Seremos mártires", comenta.
No obstante, la mayoría de los voluntarios han obedecido las súplicas de los militares rebeldes y se han quedado por la carretera de Brega, fuera del alcance de los lanzamisiles Grad de Gadafi, muy temidos por los voluntarios con armas ligeras.
Algunos han intentado encontrar otras formas de ser útiles, trabajando como mecánicos, convirtiendo sus vehículos en ambulancias o simplemente animando mientras los disparos de cohetes rebeldes desde el desierto.
"Podemos llevar heridos, y podemos llevar comida y agua a los que están luchando", afirma Saleh Soliman, de 20 años, sentado en la parte trasera de la camioneta de su amigo.
Otros pasan tiempo haciendo fogatas para hacer té, posando para fotos entre los restos calcinados de vehículos e incluso fumando pipas de agua mientras esperan que el Ejército rebelde despeje el camino.
Hamza el-Obeidy, un voluntario de 26 años sentado en un camión montado con una ametralladora antiaérea tomada del campamento militar del gobierno en Bengasi, asegura que intenta luchar, pero desde el viernes solo dispara cuando los militares dan las órdenes. "La mayoría de los revolucionarios estaban siguiendo las órdenes", afirma. "Si no lo hacen, podrían morir", concluye.
Fuente Diario "EL MUNDO"
"Agradecemos la ayuda internacional, pero esperamos sobre todo armas"
Abdelhafiz Ghoga, nacido en Bengasi hace 53 años, vicepresidente del Consejo Nacional Transitorio libio y abogado de profesión, es el hombre fuerte del Gobierno provisional de los sublevados contra Muamar el Gadafi. Por dos veces ha salido a la palestra para refutar iniciativas de su teórico superior, Mustafa Abdulyalil, que pocas veces abandona su Al Baida natal, a 200 kilómetros de la capital de la rebelión. En el impoluto edificio del consulado egipcio, junto al puerto de Bengasi, Ghoga, impecablemente trajeado, hace gala de exquisitos modales y muestra una determinación inquebrantable para ganar la partida al tirano. Se trata -como la clave de acceso a Internet en la cochambrosa sala habilitada para los periodistas- de "ganar o morir". "Damos por hecho que Gadafi caerá", asegura. Al Consejo le preocupa la percepción de algunos funcionarios estadounidenses que aluden a la presencia de Al Qaeda y otros movimientos islamistas en el campo de batalla. Que algunos puedan estar combatiendo, dada la porosidad de la frontera con Egipto, a nadie debería sorprender. Pero niega Ghoga tajantemente que estén involucrados en esta lucha. A su juicio, es la propaganda del régimen -que en Europa y EE UU quisieron creer muy poco tiempo atrás- la que ha provocado los temores que ahora se escuchan en Washington. Será tortuosa la transición a la democracia, pero Ghoga, letrado de las víctimas de la masacre de Abu Salim -1.270 hombres asesinados en esta prisión tripolitana-, destila optimismo: "En Cirenaica ya somos libres".
Pregunta. Hay confusión sobre la composición del Consejo y sus competencias. ¿Quién toma las decisiones?
Respuesta. En el Consejo hemos designado a determinadas personas para gestionar un comité de crisis. El director es Mahmud Yibril; el responsable de Exteriores, Ali Esaui; y el de Defensa, Omar Hariri. El Consejo asume las competencias de un poder legislativo. Tiene poder de veto sobre los nombramientos del comité y designa directamente a los responsables del comité del sector petrolero y del banco central.
P. ¿Comprende los recelos de varios países occidentales por su desconocimiento de los miembros del Consejo?
R. Muchos de los miembros del Consejo ya son conocidos. Pero ese temor es fruto de la propaganda de Gadafi, quien intenta asustar al mundo con el argumento de que Al Qaeda dirige la rebelión. La pregunta es: ¿quién es Gadafi? Él y sus allegados son una mafia. El mundo lo sabe bien. Gadafi representa a sus milicias; nosotros, al pueblo libio. El mundo debe examinar su conciencia y apoyarnos sin prejuicios. Tiene que entender la naturaleza del régimen de Gadafi y ayudarnos a liberarnos de él.
P. Lo que dicen que les inquieta es su ignorancia sobre la implantación social de los islamistas. En Libia, al menos en Cirenaica, la gente practica con enorme fervor el islam. ¿Tal vez eso suscita los temores de Occidente?
R. No tenemos musulmanes radicales como se entiende en Occidente. Los islamistas no están muy implicados en política. No hay nada que temer. Cuando promulguemos una Constitución y se funden partidos políticos, todos participarán en ese marco. En Egipto, por ejemplo, no quieren participar en el Gobierno.
P. Muchos extranjeros pensábamos que el libio sentía cierta fobia hacia los extranjeros. Pero comprobamos que incluso el sentimiento anticolonialista ha perdido fuelle.
R. También tiene mucho que ver con la propaganda del régimen y su insistencia en que Occidente continuaba siendo colonialista, pero aquí la gente apenas tenía contacto con el exterior. La relación de Gadafi con el resto del mundo fue escandalosa. Durante los años ochenta apoyó a las organizaciones terroristas, especialmente en Europa, y trató de romper nuestros lazos con el mundo árabe para unirnos a África, con quienes apenas tenemos vínculos. Pero nosotros miramos al mundo de otro modo. Libia quiere ser parte de la comunidad internacional y participar para resolver las crisis.
P. ¿Están satisfechos con el respaldo recibido por parte de la alianza internacional y la OTAN?
R. Agradecemos la ayuda de Naciones Unidas, que ha salvado miles de vidas, y entendemos la lentitud de la respuesta. Pero el coronel Gadafi está utilizando a los civiles como escudos. Esperamos, sobre todo, que nos suministren armas.
P. Algunos medios árabes aseguran que ya hay personal de la CIA y de las fuerzas de seguridad egipcias entrenando a los insurgentes y que han recibido armas.
R. Ahora mismo no tenemos fuerzas extranjeras en Libia. Lo que intentamos es adquirir armamento. Cuando lo logremos, aceptaremos asesores extranjeros para adiestrar en el manejo de esas armas.
P. ¿Qué saben ustedes de las negociaciones que se desarrollan en Londres entre mensajeros del dictador y el Gobierno británico?
R. El Consejo Nacional tiene representación en Londres. Gadafi no la tiene. [El exministro de Exteriores] Musa Kusa estaba en contacto con el Foreign Office a nivel personal, pero no se negocia sobre Libia. Puede haber emisarios que traten de gestionar una salida personal para Gadafi y su familia, pero nosotros no sabemos nada.
P. ¿Aceptarían algún tipo de inmunidad y que la Corte Penal Internacional no juzgue a Gadafi?
R. Gadafi tiene que responder ante la justicia por el derramamiento de sangre y los miles de millones de dólares desaparecidos. A los demás miembros del régimen, militares, diplomáticos y funcionarios, les instamos a denunciar a Gadafi y a que le abandonen. Quien lo haga y no tenga las manos manchadas de sangre, no será perseguido judicialmente. Quienes permanezcan junto a él hasta el final, serán juzgados.
P. ¿Y cómo desean que sea el sistema político libio en el futuro?
R. Tendremos un sistema parlamentario para cambiar de presidente democráticamente. Queremos recordar que antes del golpe de Estado de 1969 Libia tenía un Parlamento y representantes elegidos. Ahora hay que reconstruirlo. Partimos desde cero, pero damos por hecho que Gadafi caerá. Puede que nos falte pan, pero en el oriente libio ahora tenemos libertad. Y en Trípoli el pueblo también espera la caída del régimen. Ya trabajamos en el borrador de una Constitución, y la sociedad civil y los partidos que se formen serán quienes la redacten. Promoveremos que el presidente solo pueda ser reelegido una vez. No queremos más Gadafis.
Fuente Diario "EL PAÍS"
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