miércoles, 25 de agosto de 2010

EL GENERAL CARLISTA RAFAEL MAROTO IBERN



El general español Rafael Maroto Ibern nació en la localidad murciana de Lorca (España) el 18 de octubre de 1783 y falleció en la ciudad de Concón provincia de Valparaíso (Chile) en 1847. Hijo de Rafael Maroto, natural de Zamora, (militar e hijo de militar, con el grado de capitán y que retirado ya del servicio le otorgaron importantes destinos en la vida civil, uno de los cuales fue el de administrativo de Visitador de Rentas en Lorca), y de Margarita Isern, natural de Barcelona. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Cristóbal donde se conservó la partida de bautismo, documento que sirvió a sus biógrafos para aclarar detalles de su familia. Maroto vivió durante su niñez en la calle Mayor del Barrio de San Cristóbal, frente a la plaza de la Estrella.

Se casó en Chile en 1816 con Antonia Cortés García, chilena, con la que tuvo seis hijos. Antonia y dos de sus hijas fallecieron en 1830, en un naufragio cuando viajaban rumbo a Chile. Maroto se instaló después en su hacienda de Concón Bajo y allí vivió el resto de su vida. A los 18 años intervino en los conflictos y campañas de Godoy en tierras portuguesas, conocido como Guerra de las Naranjas. Intervino en la Guerra de la Independencia española, durante la que fué herido y prisionero en Zaragoza. Recibió un destino en Perú y más tarde luchó en la guerra contra los independentistas chilenos siendo derrotado por el General San Martín en la Batalla de Chacabuco en el año 1817. En España participó también en la Primera Guerra Carlista y fue uno de los firmantes junto con el general liberal Espartero del Convenio de Vergara (también llamado Abrazo de Vergara), que puso fin a la guerra civil entre carlistas e isabelinos, con victoria de estos últimos.

Maroto militar
A los once años partió hacia Cartagena en la provincia de Murcia donde ingresó como cadete subalterno menor de edad en el regimiento de infantería Asturias. A los 18 años fue enviado a la defensa del departamento de El Ferrol en la provincia de La Coruña y desde allí asistió a las campañas que sostuvo Godoy contra los portugueses que mantuvieron su apoyo a los ingleses en contra de Napoleón. Los ingleses habían desembarcado a la altura de Grana (A Graña) y las campañas se desarrollaron del 25 al 26 de agosto de 1800. Por los méritos demostrados en estas operaciones le concedieron un escudo de honor. Después siguió durante dos años agregado a la marina en el departamento de El Ferrol y más tarde regresó a su cuerpo del regimiento Asturias. El 15 de octubre de 1806 obtiene el grado militar de teniente.

Guerra de la Independencia española
Rafael Maroto participó también como militar en esta guerra contra el ejército de Napoleón. Fue en la plaza de Valencia que los franceses atacaron el 28 de junio de 1808. Maroto se defendió con la batería de santa Catalina y de Torres de Cuarte que tenía a su cargo. Obligó la retirada al enemigo en una hazaña bélica, por lo que fue reconocido como benemérito a la patria y se le concedió un escudo de honor.

El 23 de noviembre intervino en la batalla de Tudela (Navarra), el 24 de diciembre, en los ataques de Monte Torrero en Zaragoza y Casa Blanca (o Casablanca) también en Zaragoza y poco después hizo una salida a la bayoneta para desalojar al enemigo de estos arrabales que habían tomado. Con el grado de capitán, Maroto participó también en el sitio de Zaragoza en 1809. Tuvo el mando en el reducto del Pilar, en las baterías de San José, Puerta Quemada y Tenerías. Realizó salidas desde dichas baterías, recibiendo en una ocasión una bala de fusil. Cuando la ciudad de Zaragoza capituló, Maroto fue hecho prisionero de guerra por los franceses, pero tuvo ocasión de fugarse. Por sus hazañas bélicas en Zaragoza recibió un escudo de distinción que llevaba el lema: Recompensa del valor y patriotismo. Fue declarado benemérito de la patria en grado heroico y eminente. Ascendió a teniente coronel en marzo de este año.

En 1811 estaba destinado en el regimiento de infantería de línea de Valencia. Se ocupó el 24 de octubre de 1811 de la defensa a los ataques del Puzol, alturas del castillo de Sagunto, inmediaciones de Murviedro, y el día 25 de octubre de 1812 de las plazas del Grao, Monte Olivet y Cuarte, de la línea de Valencia, y de todo el sitio de la misma. Cuando esta plaza capituló, fue hecho prisionero, junto con su regimiento y de nuevo tuvo la oportunidad de fugarse. Tras estos eventos fue destinado al mando del depósito general de tropas con destino a Ultramar.

Combatió en los intentos españoles por conservar Perú y Chile durante las guerras de emancipación de las colonias americanas. Volvió a la Península, ya como general, en 1825, y fue nombrado gobernador militar de Toledo. Durante el conflicto dinástico desatado a la muerte de Fernando VII entre su hermano Carlos María Isidro y los partidarios de Isabel II, Rafael Maroto se unió a los carlistas en defensa de la monarquía absoluta, motivo por el que fue procesado y hubo de huir para reunirse en Portugal con el pretendiente. Durante la Primera Guerra Carlista (1833-40) don Carlos hizo de él uno de sus principales jefes militares, primero como gobernador militar de Vizcaya, luego como comandante en jefe del ejército de Cataluña (1836) y, por fin, como comandante en jefe del ejército del Norte (1838), aunque su liderazgo fue muy contestado tanto por la irregularidad de los resultados militares como por su tendencia a buscar un entendimiento con el enemigo.

Las intrigas de la camarilla que rodeaba a don Carlos se agudizaron tras el fracaso de la llamada "Expedición Real". Órdenes sin sentido y contraórdenes descabelladas disgustaron a militares como Zariategui, Gómez, Elío y Maroto, y produjeron la escisión del Partido Carlista en dos grupos: el moderado, que se sentía cada vez más asqueado de la baja política y no rechazaba una posible conciliación con los elementos moderados del liberalismo, y el apostólico o exaltado realista, que no admitía más que el triunfo definitivo y absoluto. Don Carlos acentuó aún más la división inclinándose por el grupo intransigente y alejando de su lado a los sospechosos de connivencia con los isabelinos. Se entregó a los consejos de Arias Tejeiro y, desde el punto de vista militar a las campañas de Guergué. Cuando éste fue derrotado en Peñacerrada, don Carlos V, en diciembre de 1838, nombró al general Maroto jefe del ejército del Norte. Maroto reorganiza este ejército, fortifica algunos puntos y obtiene ciertos éxitos, pero también resulta evidente que las tropas se hallan cansadas de la guerra y de que existen muchos militares carlistas que son favorables a buscar una paz honrosa que haga terminar la sangría.

Sabiendo que en la Corte de don Carlos se le desprecia por sus ideas y de que se trama una conspiración contra él, se adelanta a ella. Se presenta en Estella, el 19 de febrero de 1839, haciendo fusilar a los generales Guergué, García y Sanz, al brigadier Carmona, al intendente Uriz y al oficial Ibáñez. Al enterarse don Carlos de lo sucedido, montó en cólera y publicó una proclama separando a Maroto del mando del ejército y declarándolo traidor, firmada en el Real de Vergara el 21 de febrero. Sin embargo, cuando Maroto le envía una carta, don Carlos lanza una segunda proclama reconociendo que el general no había abusado de sus obligaciones y ordena que de nuevo se le acatase como general en jefe del ejército del Norte.

Maroto ya estaba manteniendo conversaciones con el general Espartero, de las que dio cumplida cuenta a Carlos V el 25 de agosto. El rey carlista se resistía, pese a los beneficiosos acuerdos que el Gobierno de María Cristina proponía (resolver el pleito con el matrimonio de Isabel II y el primogénito de Don Carlos; conservación de los Fueros, respetar el grado de todos los militares carlistas, ninguna represalia, etc.). Como don Carlos aún dudaba, Maroto le invitó entonces a pasar revista a sus tropas en Elorrio. Los soldados, fríos ante las frases en defensa de la causa pronunciadas por el rey, respondieron unánimes ante el ofrecimiento de paz de Maroto: ¡Viva la paz! ¡Viva Maroto! No dejaban lugar a dudas respecto a sus sentimientos, y don Carlos partió indignado hacia Villafranca, donde volvió a declarar traidor a Maroto, nombrando en su lugar al conde de Negri.

Maroto ya no lo dudó. El 31 de agosto de 1839 surgía el famoso "abrazo de Vergara" entre él y Espartero, ante los vítores de las tropas de ambos bandos allí reunidas. Inmediatamente, don Carlos, con su esposa y su hijo, pasó a Lecumberri, desde donde se dirigió a Francia, hostigado por las tropas de Espartero, no sin antes publicar un manifiesto en el que lanzaba toda clase de condenas contra el reciente Tratado.

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